13 de abril- Misa Crismal- «UNGIDOS PARA SERVIR AL PUEBLO CON GENEROSIDAD»

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Queridos hermanos y hermanas:

Damos gracias a Dios que nos reúne en esta Eucaristía para celebrar el don del sacerdocio ministerial que el Señor ha instituido para el servicio de su Pueblo. Los sacerdotes hoy renuevan las promesas hechas al Señor el día de su ordenación y serán consagrados los Óleos y el Santo Crisma  que ayudarán a la santificación del Pueblo de Dios.

  1. “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción”. Con estas palabras leídas del profeta Isaías Jesús da a conocer su vocación y misión. La acción del Espíritu Santo y la Palabra de Dios proclamada encienden y marcan el inicio de su misión. Esa misión que lo conducirá a “llevar la Buena Noticia los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y a proclamar un año de gracia”.

Queridos hermanos en el Sacerdocio, también nosotros hemos escuchado el llamado del Señor y lo hemos discernido por la acción del Espíritu Santo a la luz de la Palabra de Dios. Ese mismo Espíritu es el que nos guía a cada instante de nuestra vida, y la ‘rumia’ de la Palabra nos va ayudando a comprender cómo vivir fielmente la misión recibida en cada situación.

Por eso necesitamos, junto al Pueblo de Dios, volver constantemente a su Palabra para que el don del Sacerdocio que hemos recibido se renueve cada día y conserve esa mística que es esencial para mantenernos unidos fuertemente a Dios y fieles a la misión.

  1. En este camino de renovación y vivencia del ministerio estamos sacramentalmente unidos como presbiterio. Somos conscientes de que no podemos ejercer adecuadamente el ministerio sin cultivar estrechos lazos fraternos con nuestros hermanos sacerdotes como bien lo dice el Concilio: “ningún presbítero puede cumplir cabalmente su misión aislado, sino uniendo sus fuerzas con otros presbíteros bajo la dirección de los que están al frente de la Iglesia” (PO 7). Esta fraternidad es base para alentar la edificación de verdaderas fraternidades en las comunidades que nos toca acompañar como pastores.

Una Iglesia sinodal es aquella donde cada uno de sus miembros encuentra su propio lugar y pone al servicio de los demás sus propios carismas y talentos. Lo hace con esa entrega generosa que nos enseñó el mismo Maestro y también reconociendo que cada miembro de la comunidad es un hermano o hermana por quién Él dio la vida y que es digno de recibir los frutos del carisma que recibido.

En una Iglesia Sinodal, donde todos somos corresponsables de la obra evangelizadora, como ministros tenemos un rol específico para contribuir al desarrollo de todos los carismas y, a la vez, promover la esencial unidad fraterna de la comunidad. Somos servidores del Pueblo para que cada uno de sus integrantes crezca en un vínculo profundo con el Señor y, desde ahí, viva y se entregue en el servicio a los demás.

Hemos dedicado la mañana de hoy, bajo la guía del P. Miguel La Civita y el legado de los beatos mártires riojanos, a profundizar estos aspectos sabiendo que, para que sea realidad hoy la sinodalidad en la Iglesia, nuestro ministerio se tiene que ‘reacomodar’ para evitar todo clericalismo y ser fieles pastores-servidores del pueblo. Reacomodamiento que tenemos que hacerlo en discernimiento constante de cara a Dios y junto al nuestros hermanos laicos y consagrados, haciendo realidad el deseo del beato obispo Angelelli al llegar a la diócesis: “que seamos una comunidad sacerdotal gozosa, íntima, fraterna y apostólicamente comprometida”.

Hoy pedimos al Señor la gracia de renovar nuestros vínculos fraternos para servir generosamente a nuestro Pueblo en el camino sinodal que vamos recorriendo.

  1. Con Jesús, también nosotros fuimos convocados para “llevar la Buena Noticia los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos”. Siguiendo al Maestro, en el Concilio, la Iglesia renovó su misión de “servidora de la humanidad” (GS 40ss). Una humanidad que vive y se manifiesta en el pueblo concreto que hoy nos toca acompañar reconociendo todas sus posibilidades y también sus problemas y los dramas que lo aquejan.

Hoy, saliendo de la pandemia, vemos muchas carencias que afectan nuestras vidas: perturbaciones en la salud mental, el crecimiento de diversos tipos de adicciones y de violencias. De modo particular padecemos una crisis económica que afecta la vida cotidiana de cada familia expresada en un constante aumento de precios e inflación, etc.  Muchos de estos males tienen su raíz en el corazón de humano que, cuando se aleja de Dios, cae en la garras de una ambición desmedida o en una desorientación egocéntrica, o simplemente en un desconcierto que vacía de sentido la vida. Nos decía hoy el P. Miguel: “Los desafíos son muchos. Tenemos que darnos tiempos para orar juntos, hacer criterios juntos, discernir juntos y buscar juntos nuevas respuestas pastorales. Y vivir esto corresponsablemente con todos los laicos.”

Queridos hermanos sacerdotes, también nosotros somos parte de este pueblo y con él tenemos que vivir procesos de conversión, purificación y transformación personal y comunitaria. El Evangelio, que tenemos que proclamar, es fuente de vida, de sentido, de sanación, de liberación profunda de todo mal y de toda esclavitud.  Dejemos que el Espíritu Santo obre libremente en nosotros y nos guíe en una entrega fiel y generosa en camino de la evangelización cotidiana para que todos, particularmente los más pobres y descartados, puedan percibir la cercanía y liberación de un Dios que los ama entrañablemente.

  1. Querido Alexis, en este día, junto a todo el presbiterio y una multitud que te acompaña recibirás el ministerio del Acolitado para acrecentar tu vínculo con Jesús Eucaristía y servir al Pueblo de Dios en su participación en las celebraciones eucarísticas y para que se alimente con el Pan de la Vida eterna.

Hoy damos gracias a Dios por tu vida y vocación, por tu integración a la vida pastoral de la diócesis sirviendo a una comunidad concreta en la Parroquia Anunciación del Señor.

Sabés y sabemos que la Eucaristía es comunión con Dios Uno y Trino y con su Pueblo. Que al recibir el acolitado se acreciente en vos la decisión de vivir cada día más unido al Señor, que profundices en tu abandono en Él, abandono que es esencial para que, cuando Él lo disponga, puedas postrarte con confianza para recibir la Orden Sagrado. A su vez que esta comunión te lleve a estar estrechamente unido al pueblo en todas sus realidades, especialmente a los más pobres y necesitados. Que puedas cultivar los mismos sentimientos de Cristo para responder siempre desde la compasión y misericordia que son propias del Evangelio. Gracias por tu SI, fuerzas y adelante!

Damos gracias por la presencia de tu madre y familiares, también damos gracias a la comunidad de Aicuña que te vio crecer desde niño, y al pueblo de Chilecito con quien maduraste en tu juventud y al Seminario de San Juan donde viviste tu tiempo de formación al sacerdocio.

  1. Queridos hermanos sacerdotes, hoy doy gracias a Dios por la vida de cada uno de Ustedes y por estar caminando juntos en el servicio del Pueblo en esta tierra bendita y en este tiempo que nos toca vivir. Pido al Buen Pastor por cada uno de ustedes para que les conceda la gracia que hoy más necesitan y para que vivan con alegría y fidelidad el don recibido del sacerdocio.

Querida comunidad diocesana, vivamos plenamente estos días de Semana Santa. Que la vida y entrega de los beatos mártires Carlos, Gabriel, Enrique y Wenceslao -siguiendo las huellas de Cristo-, nos ayuden a seguir el camino de su Pasión y Muerte para participar también con Él de su gloriosa Resurrección. Y que el amor fiel de María siempre nos anime y conforte. Así sea.