Caminando al ritmo de la gente

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  1. La memoria del padre Gabriel José Rogelio Longueville sigue latiendo en sus amigos y feligreses, les compartimos el testimonio de Inés De la Fuente:

Al padre Gabriel lo vi varias veces, en casa o en otros lados que nos juntábamos. En esos tiempos vivía en Capital, y venía de vez en cuando los fines de semana a Chamical a casa de mamá. En una ocasión una catequista me supo contar que mamá y otras mujeres iban a misa a la capilla de la Base con el padre Gabriel y encontraron todo cerrado, no los dejaron entrar, entonces mamá le dijo al padre que no se aflija y los invitó a ir a casa a celebrar y desde ese entonces comenzaron las misas en casa.

Titina con una Hna Josefina, Ana Fierro (Mateando en casa)

Me acuerdo de que el padre Gabriel se iba a Francia, volvía a sus pagos, y la comunidad le estaba ayudando con unos pesitos, yo también le doy algo y le digo: “padre yo le doy estos pesitos, pero lo único que quiero es que usted me traiga un rosario”, entonces él le dice a mi hermana “y vos Titina que querés que te traiga” y ella sonriendo le contesta “un francés”. Con tal picardía, el padre al regresar me trae un rosario, que lo regalé para la sala de la memoria, y a mi hermana le dice: “a vos no te traje nada, porque no te lo pude traer al francés”.

El año pasado me comentó mi secretaria que el padre Gabriel los visitaba mucho en Santa Bárbara y los trataba de organizar, ya que hacían muy buenos telares, porque la gente de Buenos Aires les llevaba la mercancía por casi nada y no valoraba la mano de obra. El padre charlaba con ellos, tomando mate, y trataba de organizarlos en cooperativas, para una mejor venta de telas y cabritos.

Una vez lo vi al padre bajando de un barrio en bicicleta con un pedazo de pan en el bolsillo, y mamá le pregunto si tenia para cenar y él le dijo que llevaba la cena en el bolsillo.

María Luisa Palazzi (Mamá de Inés, en la cabecera de la mesa) junto a las hermanas josefinas

En una conversación que tuve con él, me comentó que comenzó a hacer dos salones comunitarios en barrios muy humildes, que ahora son capillas, pero él nunca quiso que sean capillas, quería traer oficios para la gente, entre ellos, zapatería.

La ultima vez que lo vi con vida, es un finde semana que vine, y por esas casualidades me quedé para la misa del domingo de la tarde, porque generalmente a las siete de la tarde me tomaba el colectivo para comenzar a trabajar el lunes temprano en la capital. Esa misa la celebro el padre Carlos, fue una homilía bastante fuerte, denunciaba que no había vendas, medicamentos sin embargo había plata para comprar armas. Volví de la misa muy preocupada y le dije a mamá “me parece que no va a pasar mucho tiempo que lo van a matar a ese pobre cura”. Siempre hubo gente infiltrada en las misas.

La gente rescata mucho que el padre Gabriel haya sido esa iglesia en salida, que haya tenido contacto con los pobres ayudando a recuperar la dignidad, nos enseñó a trabajar.