En el Año de la Oración taller para Catequistas de la Diócesis

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La oración en el servicio de catequesis es un “pilar fundamental” en el encuentro con el Señor 

“No se puede dar lo que no se tiene”. “La oración no es solo un acto mecánico, sino un verdadero encuentro”. Detalles de un taller sobre la oración en la vida de los y las catequistas.

La jornada fue organizada por la Pastoral Cequética Diocesana quien invitó a desarrollarla a la Hna Carmen Rauch de las Hnas Esclavas

En un clima de recogimiento y profunda reflexión, la hermana Carmen María Rauch, de la congregación de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, brindó un taller para catequistas de distintas parroquias de la Capital, centrado en la importancia de la oración en el servicio catequístico. El encuentro, realizado en el marco del «Año de la Oración», fue un espacio donde los participantes no solo pudieron profundizar en diversas formas de orar, sino también reflexionar sobre su misión como catequistas y su propia vida espiritual. La actividad se realizó en el Colegio Pío XII del nivel secundario, el sábado 14 de septiembre.

«Este taller busca que cada catequista redescubra la oración como el pilar fundamental de su vida y su misión. No se puede dar lo que no se tiene. Para poder guiar a otros hacia el encuentro con Dios, primero debemos encontrarlo nosotros en lo más profundo de nuestro corazón», expresó la hermana Carmen María, quien comenzó la jornada compartiendo con los asistentes las diferentes formas de oración que ellos mismos podrían incorporar en su servicio.

Durante la jornada, los catequistas aprendieron a conectarse con Dios a través de la oración vocal, mental, la meditación, la contemplación y la Lectio Divina, entre otras prácticas. Estas herramientas les permitirán profundizar en su espiritualidad personal, pero también ofrecer un testimonio vivo a aquellos que guían. «La oración no es solo un acto mecánico, sino un verdadero encuentro. Cuando rezamos, no solo hablamos con Dios, sino que también nos conocemos a nosotros mismos a la luz de su amor», agregó la religiosa.

La Hermana Carmen hizo hincapié en la necesidad de que los catequistas vivan una relación genuina con Dios. «Es fácil caer en la rutina de transmitir información, pero eso no cambia vidas. El catequista debe ser un testigo de la presencia de Jesús. Solo si vivimos la oración de manera auténtica podremos ayudar a otros a conocer a Dios de verdad», afirmó con convicción, invitando a los presentes a hacer de la oración un hábito diario.

Uno de los momentos más profundos del taller fue cuando la Hermana explicó cómo, aun en medio del ajetreo cotidiano, es posible encontrar espacios de silencio interior. «En un mundo lleno de ruido, la oración es ese refugio donde el alma se encuentra con su Creador. No importa si estás en un lugar ruidoso o si el teléfono suena sin cesar; cuando cultivamos el hábito de la oración, logramos un silencio interior que nos conecta con Dios, incluso en las circunstancias más caóticas», explicó.

La Hermana también alentó a los catequistas jóvenes a no temer iniciar su servicio, recordándoles que lo más importante no es la experiencia ni la edad, sino la disponibilidad. «Dios no busca expertos, busca corazones dispuestos. Si ustedes abren su corazón a su gracia, Él se encargará de todo lo demás. No somos nosotros quienes hacemos la obra, es Dios quien actúa a través de nosotros», expresó con ternura.

Este taller es parte de las numerosas actividades que la Hermana Carmen María ha comenzado a realizar desde su llegada a La Rioja en febrero de este año. Con un enfoque en la formación espiritual, ha acompañado a grupos parroquiales, retiros y talleres de oración, todos con un objetivo claro: ayudar a que las personas se encuentren con Dios en su vida cotidiana. «La oración no es un lujo, es una necesidad. Nos transforma, nos fortalece, nos guía», recordó la Hermana.

La Hermana invitó a todos los catequistas a seguir cultivando su vida espiritual a lo largo del año, recordando que este camino de oración es un proceso continuo de crecimiento. «El catequista es un sembrador. Pero para sembrar la semilla de la fe en los demás, primero debemos regar nuestro propio corazón con la oración. Solo así podremos ser testigos auténticos del amor de Dios», concluyó emocionada.