Quinto domingo de Cuaresma (16 de Marzo)

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Estamos en el quinto domingo de cuaresma. Los textos de hoy son: Ezequiel (37, 12-14). Carta a los Romanos (8, 8-11). Evangelio de Juan (11, 1- 45). El recorrido austero y penitente de la Cuaresma llega a su término. Estamos en vísperas de la Semana Santa. Nuevamente el misterio central del cristiano: la Muerte y la Resurrección de Cristo. La Semana Santa nos vuelve a hacer como un desafío al recordarnos la PASIÓN – MUERTE – RESURRECCIÓN de Cristo en su genuino valor. No recordamos solamente, sino que lo debemos vivir, actualizado, hoy, en nosotros y para nosotros. Así lo vivirán en cada comunidad parroquial y en ese el encuentro cristiano que se hace cada año en el “Señor de la Peña”. Hoy, seguimos repitiendo de diversas maneras, la pregunta angustiada de Marta a Jesús: “Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no hubiera muerto…”. Jesús, también a nosotros, nos sigue diciendo: “YO SOY LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA”, quien cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá… el que está vivo y cree en Mí, no morirá para siempre… ¿CREES ESTO? nos pregunta Jesús. Nosotros, con Marta y María lo queremos decir: “creemos, Señor, que eres la resurrección y la vida”.

Y Jesús nos continúa diciendo: “Yo soy el Pan de la Vida” ( Jn. 6,35). “Yo soy la Luz del Mundo” ( Jn. 8,12); “Yo soy la puerta para las ovejas” ( Jn. 10,7). “Yo soy el Buen Pastor” ( Jn. 10). “Yo soy la verdadera vid” ( Jn. 15); “El que es de Dios, escucha la Palabra de Dios: si ustedes no la escuchan, es porque no son de Dios” ( Jn. 8,47); “El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás” ( Jn. 8,52). Y con el ciego de nacimiento le decimos: “Creo Señor…” ( Jn. 9,35-38).

Hoy, todos nos deberíamos hacer esta pregunta: ¿Qué es creer? ¿Qué es tener la fe cristiana? ¿Qué es creer en Jesucristo Muerto y Resucitado por nos- otros los hombres? ¿Qué es ser hijo de la Iglesia de Jesucristo?

¿Creemos que Jesucristo es la Resurrección y la Vida? ¿Qué significa hoy para nosotros, el bautismo, la confirmación, la comunión, la confesión de nuestros pecados, el matrimonio sacramental, el sacerdocio, la unción de los enfermos? ¿Qué sentido tiene para nosotros la vida y la muerte? ¿No nos preocupa? ¿Somos indiferentes? ¿Tenemos temor de afrontar estas preguntas?

¿Creemos que son inventos de los curas? ¿Entretenimientos piadosos de nuestras madres y abuelas? ¿Nos sentimos hombres creyentes u hombres incrédulos? ¿Qué tiene que ver la fe cristiana con la vida de todos los días? ¿Es un asunto solamente para las fiestas patronales y las fiestas de San Nicolás?

La incredulidad no se manifiesta solamente por la simple indiferencia. La incredulidad manifestada en los fariseos del evangelio, quiere la muerte de aquel que proclama la verdad. La oposición a la verdad no pertenece sólo al plano teórico, sino que es activa y pretende eliminar la luz. Las tinieblas luchan contra la luz. Dice Jesús: “en esto consiste el juicio; la luz vino al mundo y los hombres no la recibieron, prefirieron las tinieblas, porque sus obras eran malas. Todo el que obra el mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor que sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la verdad se acerca a la luz y de ese modo manifiesta que sus obras han sido hechas en Dios” ( Jn. 3, 19-21).

Todo lo que venimos diciendo nos ayuda mejor a comprender lo que se nos dijo el Miércoles de Ceniza: “CONVIÉRTETE Y CREE EN EL EVANGELIO”. Creer en el Evangelio es creer que JESÚS ES LA RESURRECCIÓN Y LA VIDA, que nos hace testigos de la resurrección y de la vida a nosotros cuando nos hizo cristianos por el bautismo. Cuando bautizamos un niño, hacemos un testigo de la resurrección y de la vida, como Jesús. Lo importante es examinarnos si lo somos en nuestra conducta diaria, ahora que somos grandes. No sólo cuando vamos a las novenas y a las fiestas patronales, sino en el hogar, en el trabajo, en las relaciones entre nosotros. En este pasaje del Evangelio, en el cual Jesús llama a su amigo Lázaro de la muerte a la vida, debemos acrecentar el deseo ardiente de que somos llamados para construir la vida; que la construimos con la esperanza de cada día; con la fuerza de el caminar juntos; buscando juntos las razones por que vivimos, creemos y esperamos.

Lo importante es reflexionar si pretendemos construir la vida con una escala de valores, que lejos de construirla, la destruye. ¿Cuáles son nuestros criterios para vivir? ¿Aprovecharnos de los demás o ser serviciales, amigos, herma- nos, generosos, solidarios los unos de los otros? ¿Ayudamos a los que más necesitan o nos aprovechamos de ellos porque son débiles, sin voz y sin fuerza? ¿Esto es lo que quiere Cristo al habernos llamado a ser cristianos?

Esta es la voluntad de nuestro Padre Dios: “que todos los hombres tengan vida y la tengan en abundancia”. Esta VIDA nos viene por Jesucristo. Decir creo en Jesucristo es decir: CREO EN LA VIDA. La esperanza en la vida es seguridad, confianza, ánimo, coraje, optimismo. Esta esperanza cristiana exige la cruz. Nace cuando humanamente todo se quiebra y oscurece, como en la Pasión y Muerte de Jesús. Por eso no es nada cómoda ni fácil. Supone “constancia”, “virilidad”, “perseverancia”. El Espíritu Santo la afirma en nosotros como virtud activa y creadora. Una Iglesia que grita la esperanza y la vida es una Iglesia que anuncia lo definitivamente “nuevo”. Por lo mismo, lo definitivamente “justo”. Una Iglesia que anuncia y grita la esperanza es una Iglesia que sigue creyendo en la fuerza transformadora del Evangelio. Es una Iglesia comprometida en el servicio integral de su pueblo. Hoy, cuando analizamos nuestra realidad concreta de todos los días, se hace más urgente levantar la voz de la esperanza y seguir anunciando que lo definitivamente valedero es construir la vida. Vivir en la esperanza es creer fuertemente en el Señor, en su presencia y acción, y luchar evangélicamente por cambiar algo todos los días.

No construimos la vida, cuando:

  • cuando impedimos que los hombres sean hermanos,
  • cuando nos constituimos en mensajeros de la calumnia, la mentira, la injuria,
  • cuando marginamos a nuestros hermanos en provecho propio,
  • cuando no asumimos las responsabilidades del hogar como esposos, padres e hijos,
  • cuando impedimos que nuestros hermanos más pobres y necesitados económicamente tengan acceso a la educación, a la salud, a una vida digna, a un conocimiento verdadero de la Fe Cristiana,
  • cuando usufructuamos de las responsabilidades que se nos han confiado para provecho de nuestros intereses, especialmente económicos,
  • cuando impedimos la verdadera liberación, según Dios, de un pueblo,
  • cuando somos sembradores de desconfianza, de intrigas, de resentimientos, etcétera.
  • cuando quitamos la vida de nuestros hermanos más indefensos, porque aún están en el seno materno, por medio del “aborto”,
  • cuando utilizamos todo tipo de violencias, físicas y morales.

Amigos: El texto evangélico de la resurrección de Lázaro, nos debe hacer pensar a todos. ¿Ayudamos a que nazca y crezca la vida o la impedimos y la hacemos morir? Hablamos no sólo de la vida biológica y material, sino de todo tipo de manifestación de vida. Alguien ha escrito: “Existen en el corazón de muchos hombres tesoros prodigiosos de amor. Hay que descubrirlos. Seguiré creyendo que la vida del hombre, la sonrisa de un hombre es más importante y vale mucho más que todas las conquistas del espacio. Seguiré creyendo en el hombre y en el amor que lo hará libre. Continuaré en la lucha todos los días, con todas las fuerzas, con todo el corazón, para que haya en este mundo menos injusticias sociales, menos dolor y menos infelicidad”. (R.F. “La dignidad del hombre”). Decía un médico español de 49 años, casado con cuatro hijos: a la pregunta de si se consideraba feliz, respondía: “me considero feliz. Feliz porque no estoy contento conmigo mismo. Feliz porque quiero hacer algo para que el mundo sea mejor. Feliz porque creo que mis hijos serán mejo- res que yo. Feliz porque sé que existe un Salvador, Cristo. Feliz porque creo, porque espero, porque sufro, porque amo o intento amar por lo menos.”

Que estas reflexiones nos guíen nuestra semana en la reflexión.