Monseñor Pironio: Pastor con olor a muchas ovejas

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Monseñor Pironio: Testigo de esperanza

Eduardo Pironio en su vida Pastoral llegó a diversos miembros de la Iglesia. Tuvo cercanía con todos y especialmente con los Laicos y los Jóvenes. Se le debe el impulso de las Jornadas Mundiales de la Juventud y de su realización fuera de Roma. Inquieto, profundo y amante del dulce de leche (estando en Roma a todos les pedía que si iban a Argentina le llevaran) nos deja un inmenso ejemplo desde su vida y sus escritos.

Su vocación, su misión como formador, las persecusiones que sufrió, su cercanía con Pablo V y Juan Pablo II son dignos de ser conocidos y aquí las ofrecemos junto con frases destinadas a las distintas ovejas que le tocó apacentar.

A los jóvenes: Tenemos que estar siempre dispuestos a dar razón de la esperanza aunque los momentos sean difíciles y oscuros para nosotros, aunque nos sintamos dolidos, perseguidos, crucificados: la esperanza no es para los tiempos fáciles o claros. ¡No tengan miedo!

A los laicos: “Sean como el mar: profundos en la búsqueda, fuertes en la seguridad de la esperanza, generosos y sin horizontes en la amplitud unificadora del amor”.  Su apostolado es estar allí en el mundo, vivir la realidad, sentir la realidad, servir evangélicamente la realidad” .Les pediría con toda el alma que sean testigos de la resurrección del Señor y signos de un Dios vivo. Testigos desde la cruz, pero siempre Testigos de esperanza”

A los religiosos: Cuando se amontonan tantas cosas y uno no sabe por dónde comenzar, yo digo: tengo que comenzar y nada más. Tengo que tratar de hacerlo bien, no puedo estar llorando sobre las ruinas. Tengo que vivir el momento presente; es la única forma de tener paz. Este es el hoy.

A los obreros:Nos contagiamos frecuentemente de esa fiebre de movimiento que constituye la herejía de la acción. Nuestra acción resulta así una lamentable dispersión y un cansancio estéril. ¡Qué triste es vaciarnos y consumirnos sin conseguir nada! Reproducimos con frecuencia la escena del evangelio: Maestro, hemos trabajado toda la noche y no hemos pescado nada. Hay ausencia de Jesús en esa acción aturdidora y mecanizada.

A los obispos: Con frecuencia la tristeza nace en nosotros porque nos sentimos solos o porque experimentamos la esterilidad de nuestro trabajo y el vacio de nuestra vida. Pero ahí está Jesús para llenarla, ahí esta su cruz pascual para darle fecundidad y sentido. Encontrar a Jesús es haber encontrado el verdadero maestro de la alegría. Su mensaje no es de muerte, sino de vida: ‘Vine para que tengan Vida y la tengan en abundancia’

A los sacerdotes: Hay una forma de traicionar nuestra misión: es la de querer evadirnos de nuestra hora bajo el pretexto de que son tiempos difíciles, llenos de inseguridad y riesgos. Quien no es capaz de arriesgar su propia seguridad humana no ha aprendido todavía ser cristiano.

¿Quién fue Eduardo Pironio?

Eduardo Francisco Pironio nació en Nueve de Julio, provincia de Buenos Aires, el 3 de diciembre de 1920, siendo el vigésimo segundo hijo de un matrimonio de inmigrantes italianos, Giuseppe Pironio y Enrica Rosa Buttazzoni, provenientes ya como matrimonio de la región de Friuli en 1898.

Si tuviera que hablar de mi vida, comenzaría con mi familia y, en particular, con mi madre, que fue una mujer sencilla pero de fe profunda. Yo soy el vigésimo segundo hijo, el último nacido, y tengo que reconocer que en esta historia hay algo de milagroso. Mis padres eran italianos. Cuando nació el primer hijo, mi madre tan sólo tenía 18 años y se enfermó gravemente. Durante seis meses estuvo en cama, sin poder moverse. Cuando se recuperó los médicos le dijeron que no podría tener más hijos pues, de lo contrario, su vida correría un grave riesgo.

Al no saber qué hacer, mi madre fue a consultar al obispo auxiliar de La Plata, quien la tranquilizó y celebró una misa pidiendo protección.

Más tarde dio a luz a 21 hijos, yo soy el último. Pero lo mejor no acaba aquí, pues después fui nombrado obispo auxiliar de La Plata, precisamente en el cargo de aquél que había bendecido a mi madre. El día de mi ordenación episcopal el arzobispo me regaló la cruz pectoral de aquel obispo, sin saber la historia que había detrás. Cuando le revelé al arzobispo que debía la vida al propietario de aquella cruz, lloró.

Su vocación religiosa fue incentivada por su madre, y a los 18 años ingresó al seminario San José de La Plata, de donde egresó 5 años después. Con 23 años, fue ordenado sacerdote en la Basílica de Nuestra Señora de Luján el 5 de diciembre de 1943 por el obispo de Mercedes, Mons. Anunciado Serafini, y pasó a desempeñarse como docente en el Seminario Pío XII de Mercedes en la provincia de Buenos Aires. Por 15 años se dedicaría a la formación de futuros sacerdotes.

Entre 1953 y 1955 cursó la licenciatura en Teología en la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino de Roma. A su retorno a la Argentina, continuó su trabajo como formador en los seminarios de Mercedes y de La Plata, hasta su nombramiento como vicario general. El 8 de diciembre de 1958, Pironio fundó el Instituto Secular «Misioneras de Jesucristo Sacerdote» en la localidad de Mercedes (provincia de Buenos Aires), con la consagración de las tres primeras Misioneras.

A partir de 1960, fue rector y profesor del Seminario Metropolitano de Villa Devoto en la Arquidiócesis de Buenos Aires y, simultáneamente, fue miembro y decano de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina, cargos que ocuparía hasta 1963 inclusive. En ese año se desempeñó como Visitador Apostólico a las universidades católicas de la Argentina. El papa Juan XXIII lo designó para participar en la segunda sesión del Concilio Vaticano II en calidad de perito.

El 24 de marzo de 1964 fue designado obispo titular de Ceciri y obispo auxiliar de la Arquidiócesis de La Plata.6​ Fue consagrado el 31 de mayo en la Basílica de Nuestra Señora de Luján. El tema de la esperanza estaría presente de forma continua en su predicación y en sus escritos.

Pironio también fue elegido Asesor Nacional de la Acción Católica Argentina, función que desempeñó durante tres años.

El 19 de abril de 1972, Eduardo Pironio fue designado obispo de la diócesis de Mar del Plata. Allí tendría su ejercicio episcopal más destacado, aunque también doloroso por las amenazas de muerte que recibió.

Trabajó en la Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) durante muchos años, primero como secretario general (1967-1972) y luego como presidente desde noviembre de 1972. Esto lo puso en posición de oficiar de secretario general en la II Conferencia General del Episcopado Latinoamericano en Medellín (24 de agosto al 6 de setiembre de 1968), caracterizada por su enfático compromiso con los pobres y oprimidos de América latina. Más tarde participó de la III y de la IV Conferencia, que tuvieron lugar en Puebla (1979), y en Santo Domingo (1992) respectivamente.

Pironio, como gran parte de la Iglesia latinoamericana, adhirió y desarrolló los principios de la teología de la liberación aparecida en Medellín, de la que fue uno de sus fundadores. Juan Carlos Scannone ubica las elaboraciones teológicas de Pironio como una de las cuatro ramas de la teología de la liberación, denominándola Teología de la Liberación desde la Praxis Pastoral.

A mediados de la década de 1970, existía una marcada convulsión política y social en la Argentina, representada por la última etapa del gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón y el inicio de la última dictadura militar en 1976. La popularidad de Pironio había aumentado y, en aquel marco de inseguridad, el obispo y personas de su entorno recibieron acusaciones y amenazas. Se desconoce el origen de las amenazas de muerte hacia el cardenal. Desde distintos sectores se asoció a los agresores con fuerzas paramilitares conocidas como la Triple A y organizaciones de derecha o, alternativamente, con organizaciones guerrilleras tales como Montoneros o el ERP, que no se identificaban con el magisterio de conciliación de la Iglesia.

Su vida corría peligro por aquel entonces. En vísperas del golpe militar del 1976, fue amenazado de muerte reiteradas veces. Tras aparecer pintadas callejeras en algunos edificios, colegios católicos, y en las paredes de la Catedral de Mar del Plata la inscripción «Pironio Montonero», tuvo que desalojar el edificio del arzobispado por amenazas concretas de bomba. Su prédica comprometida con la Iglesia latinoamericana le valió el mote de comunista utilizado por parte de los mismos sectores políticos y militares que asesinaron al padre Carlos Mugica en 1974, su discípulo espiritual y amigo.

El 9 de mayo de 1975 fue secuestrada la decana de la Universidad Católica de Mar del Plata, María del Carmen Maggi, muy cercana al obispo, como mensaje intimidatorio hacia él. Para Pironio, esa fue «una espina dolorosísima que lo hirió mucho» El cadáver de esta profesora joven aparecería un año después, el 23 de marzo de 1976, día anterior al golpe de Estado de 1976, y aún hoy se desconoce la autoría de su asesinato.

En 1975 el gobierno de María Estela Martínez de Perón le habría ofrecido a monseñor Pironio proveerle custodia personal, oferta que rechazó argumentando:

No puedo aceptar eso. Primero, porque confío en la protección de Dios. Segundo, porque considero inaceptable que un obispo desarrolle su labor rodeado de guardaespaldas. En tercer lugar, porque pueden atentar y no solo matarme a mí, sino matar a un custodio; y su vida vale tanto como la mía.5

Como consecuencia de dichas amenazas, en 1975 la Santa Sede decidió

Pablo VI ordenó cardenal a Eduardo Pironio en el consistorio del 24 de mayo de 1976 y tuvo gran empatía con Pironio,13​ e hizo de él su confesor personal.

Tanto en el cónclave de agosto de 1978 tras la muerte de Pablo VI, como en el cónclave de octubre de 1978 luego del fallecimiento de Juan Pablo I, fue considerado potencial candidato a Papa.

Juan Pablo II lo designó presidente del Pontificio Consejo para los Laicos cargo que ocupó hasta 1996. Cofundador de las JMJ

Como presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, Eduardo Pironio realizó la propuesta de instituir la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), de la cual se lo considera cofundador. El cardenal Pironio fue el responsable de esas jornadas y acompañó a Juan Pablo II en Buenos Aires (1987), Santiago de Compostela (1989), Częstochowa (1991), Denver (1993) y Manila (1995).

Juan Pablo II recordó el gran aporte del cardenal Pironio a las JMJ en la misa de su funeral, el sábado 7 de febrero de 1998:

«¿Cómo olvidar la gran aportación que dio a las celebraciones de las Jornadas mundiales de la juventud? Quisiera dar gracias públicamente aquí a este hermano nuestro, que me prestó una gran ayuda en el ejercicio de mi ministerio petrino».​

Al momento de su fallecimiento en 1998, el cardenal Pironio era miembro del Consejo de la Segunda Sección de la Secretaría de Estado de la Santa Sede, de la Congregación para las Iglesias Orientales, de la Congregación para las Causas de los Santos, de la Congregación para los Obispos, de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, de la Congregación para la Educación Católica, del Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos y de la Pontificia Comisión para América Latina.

Falleció en Ciudad del Vaticano (en Roma) el 5 de febrero de 1998 a causa de un cáncer óseo muy doloroso, que lo mantuvo postrado los últimos cinco meses de su vida, pero que lo había afectado durante años. Con una llamativa entereza ante el sufrimiento, permaneció lúcido hasta el final. Juan Pablo II dijo en sus funerales en la basílica de San Pedro, el 7 de febrero de 1998: «Fue un testigo de la fe valiente que sabe confiar en Dios».

Sus restos fueron repatriados a la Argentina y descansan en la Basílica de Nuestra Señora de Luján, junto al altar del Sagrado Corazón de Jesús.