Mensaje pascual (21 de abril)

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“Queremos hacer realidad la pascua en La Rioja y en la patria”

Con el repique de las campanas de nuestra catedral y de los otros templos y capillas de la ciudad y del interior de la diócesis, anunciamos la pascua del Señor: ¡Cristo ha resucitado!

Con la misma certeza y alegría de la primera pascua, lo anunciamos hoy en todo el mundo; anunciamos la vida, la esperanza, la salvación, la redención, la liberación… Anunciamos que “la paz es posible” entre los hombres… Esta es la respuesta del hombre nuevo a los más profundos interrogantes que se plantea el hombre actual.

La Iglesia es fruto de la pascua, y sólo en la pascua se la puede comprender: es su origen y marca su misión en el mundo. Esta pascua a venido preparándose en toda su realidad profunda mediante el camino del éxodo bíblico, mediante el camino penitencial de la cuaresma y el viernes santo, «escándalo para unos y necedad para otros».

Mientras caminamos…

La sabiduría de nuestro pueblo, que él ha ido tejiendo durante una larga marcha de éxodo en su historia, éxodo semejante al narrado en la Biblia y jalonado por jornadas de cruz, como la del Señor el viernes de su santa muerte, esta sabiduría nos traduce hoy el sentido de la pascua en Rioja, al expresarlo hermosamente en la voz de sus poetas y copleros. «Nadie es poeta mientras camina en la vida, sólo se es poeta cuando se muere; mientras caminamos somos mensaje nomás…».

La Rioja traduce el sentido de la pascua, con toda la hondura litúrgica de la vigilia pascual y del viernes santo, bajando por los senderos de los cerros o caminando en caravana silenciosa, sufriente y orante por el duro sendero del Barrial de Arauco con rumbo al Señor de la Peña, para pegar una frágil cruz de caña, símbolo de la fragilidad de la vida que se apoya en la roca firme, profunda y sólida, símbolo de ese Cristo que muere y resucita para que encontremos la fuente de la vida.

El pueblo nos traduce el sentido de la pascua en riojano cuando alumbramos esta roca del Señor de la Peña con débiles velas, mezcladas con el humo en la agresividad de la naturaleza del lugar, para gritar en el silencio con gestos y rezos nuestra necesidad de Cristo, que es la luz verdadera, la vida, el Salvador, el Redentor, el Liberador «de todo el hombre y de todos los hombres”.

«La pascua es posible»

Como pueblo expresamos la necesidad de la pascua cuando buscamos afanosamente rumbos y caminos nuevos para concretar una verdadera pascua en La Rioja y en la patria; cuando nuestro pueblo toma opciones que le permitan romper toda dependencia (no querida por Dios) y se esfuerzo por construir una comunidad de hombres nuevos, anunciada en la pascua del Señor.

Nuestra larga experiencia en el camino duro y difícil de la vida diaria puede hacernos sucumbir a la tentación de no creer que también «la pascua es posible» en La Rioja y en la Argentina. Pero podemos sucumbir asimismo a la tentación opuesta de esperar que la pascua traducida en riojano no tendrá hoy más cruces en el camino, exigencias de conversión per­sonal imprescindibles para cambiar la propia vida en otra distinta y nueva.

Pero es posible dejarse llevar también por la tentación de que para sostener una falsa personalidad, un status social, un cargo, debemos seguir alimentando de diversas maneras nuestro orgullo, nuestro egoísmo, nuestra vanidad estúpida. Recuerdo con relación a esto lo que me decía un viejo amigo del oeste riojano, hombre sencillo, hombre de campo, cargado de años, de hablar poco y rumiar mucho lo que se dice: «En la vida, Padre Obispo, es necesario perderse muchas veces en los cerros para aprender a ser un buen baquiano”.

Anunciar la pascua de este año 1973 es retomar todo cl sentido del encuentro que celebramos en diciembre en las fiestas de san Nicolás. Decíamos entonces que el encuentro no es un simple rito religioso-folklórico: es una meta y una tarea para todos. Como meta consiste en llegar a ser un pueblo verdaderamente feliz, hermanado, en el que seamos artífices de la construcción de una Rioja nueva, como la quiere Dios. La tarea es asumir la realidad de que aún no lo hemos logrado, de que ni siquiera se lo ha logrado con las elecciones celebradas el 11 de marzo de este año, aunque se haya manifestado en ellas una «opción de liberación»… Con todo, queremos hacer realidad la pascua en La Rioja y en la Argentina.

Una nueva etapa en el caminar del pueblo argentino

También en esto tendremos distintas formas de tentación: cansarnos, creerlo todo muy difícil y bajar las manos, asustarnos de lo mucho que nos exigirá ser hombres pascuales, hombres liberados, pueblo liberado, dentro y fuera de la comunidad eclesial. Pondremos muchas excusas para autoconvencernos de que no es posible llevar adelante el desafío, de que hablar de «pascua» es una ilusión o una consideración piadosa.

No faltarán quienes por debilidad, por malicia, por intereses personales o de grupo, recurran a cualquier clase de artificios, aun religiosos, para que la pascua no sea realidad en La Rioja. No faltarán —Dios quiera que no sea así— los que susurrarán al oído: «No te metás, es mejor quedarse tranquilos porque las cosas seguirán como siempre…»

La tentación puede llegar a pactar, entregando el precioso don divino de la libertad a algún amo de turno; podemos llegar a no ser solidarios con las esperanzas y tristezas de un pueblo que ya no quiere resignarse: el Cristo de la pascua no desea un pueblo resignado, sino luchador, para que logre la vida que le ha dado Dios Padre en plenitud, en su Hijo divino Jesucristo.

Seamos vigías en medio del pueblo

Si hoy anunciamos la pascua del Señor a toda la Iglesia diocesana y a todo hombre de buena voluntad, es también para que como comunidad eclesial esta Iglesia riojana sea rica de vida. Esto se traduce en nieta y en tarea para todos: sacerdotes, religiosas y laicos.

El anuncio de la pascua nos exigirá ser permanentemente vigías, en el nombre del Señor, para que el proceso iniciado sea siempre fiel al plan de Dios. No es una actitud negativa; todo lo contrario, será el mejor servicio al pueblo ya quienes tienen y tendrán la misión de gobernar.

Deberemos tener permanentemente un oído puesto en el corazón del misterio pascual, que es Cristo, y el otro oído en el corazón del pueblo, que debe ser protagonista, porque en él va impulsando el Espíritu Santo la historia, haciéndola viva y dinámica, haciéndola siempre joven.

Descubramos, por tanto, esta doble fidelidad. Será preciso que a la luz de la pascua del Señor dimensionemos el rol de la comunidad eclesial en La Rioja, en esta hora difícil y cargada de signos esperanzadores.

Decimos, con el papa Juan XXIII, que se nos exigirá ser vigilantes con nosotros mismos para no actuar como vaticinadores de calamidades, sino de esperanza y de vida nueva. Deberemos superar todo dualismo en la existencia personal y en la comunidad, aquello de «evangelio por un lado y vida por otro», que suele traducirse de muchas maneras, por defecto o por exceso.

Si nos hemos detenido en lo que es la diócesis de La Rioja, no somos ciertamente indiferentes con respecto al resto de nuestra patria. Si ha renacido una gran esperanza, es también verdad que ella exige una ardua tarea y que todos estamos comprometidos a asumirla, dentro de la esfera de nuestras responsabilidades.

También la Iglesia, en lo nacional, en el nivel del episcopado como en el de todos sus miembros, debe asumir y ahondar el rol protagónico que nos toca. Desde nuestra misión de pastores, religiosas y laicos, tendremos que afinar el oído, guiados por el Señor, para saber hacer la relectura del misterio pascual en el importantísimo acontecimiento salvífico que se iniciará, con características nuevas, el 25 de mayo próximo, con la asunción de las autoridades constitucionalmente elegidas por la ciudadanía. Que Cristo, el Señor, bendiga en esta pascua a La Rioja y a la patria.