Mensaje en la Pascua del Señor (14 de Abril)

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El apóstol San Juan en su primera carta nos dice: “LA VIDA SE DIÓ A CONOCER… LO QUE HEMOS VISTO, LO QUE HEMOS OIDO, LO QUE HEMOS TOCADO CON NUESTRAS MANOS, ESO SE LO TRASMITIMOS A USTEDES… NOSOTROS OÍMOS DE ÉL MISMO SU MENSAJE Y SE LO ANUNCIAMOS A USTEDES”.

Hoy, en este día de Pascua, les anuncio nuevamente: ¡CRISTO RESUCITÓ! Anunciar la pascua es anunciar nuevamente la alegría de la esperanza cristiana, fundada en la certeza de la Vida, que es Cristo resucitado. Lo que le anunciaba el apóstol Juan a su comunidad cristiana, eso mismo le anuncio a toda la comunidad cristiana de LA RIOJA por ser sucesor de los apóstoles y testigo de la resurrección de Cristo, por la comunión que une a esta IGLESIA con la IGLESIA de los apóstoles, testigos directos de aquella primera pascua. Y Con el mismo apóstol Juan les anuncio esta pascua en este AÑO SANTO, “para que tengan alegría y esa alegría sea perfecta”. Esta alegría pascual se la anunciamos también a todos los hombres, hermanos nuestros, que siendo de corazón bueno y recto le quieran dar cabida en su corazón; porque, sigue diciendo Juan, “Dios es Luz y en Él no hay tinieblas”.

Les hago llegar este mensaje pascual con toda la fuerza de mi alma, con toda la certeza que nos da la Palabra de Dios. Para nosotros, esta pascua nos es muy necesaria. A su luz debemos examinar toda nuestra realidad actual. Porque ser TESTIGOS de la pascua de Cristo significa asumir la estupenda y difícil misión que el mismo Cristo nos confió, para que descubramos y aprendiéramos dónde está el fundamento del HOMBRE NUEVO. Nos ayudará también a dimensionar el sentido profundo del SUFRIMIENTO, que se origina cuando queremos llevar a la vida de nuestro pueblo riojano todo lo que supone vivir muy en serio el Evangelio, que no es otra cosa que vivir a fondo la Cruz que meditamos el Viernes Santo y la Vida Nueva que nace de la Resurrección del Señor. Aquí debemos buscar también la fuente, para comprender a la Iglesia, que se esfuerza por caminar con su pueblo guardando fidelidad a su origen divino.

Y si Cristo resucitó, todo se ilumina en nuestra vida. Tiene sentido nuestra alegría, nos inunda interiormente una paz profunda e inquebrantable, y nuestra esperanza tiene firmeza inconmovible. Porque Cristo resucitó, todo deberá ir cambiando, en nuestro pueblo hasta lograr ser un pueblo interiormente rico, con la sabiduría de Dios, y exteriormente fraterno, con la fuerza que nos da la Fe, la Esperanza y el Amor. Andando por nuestros pueblos riojanos cómo constata uno que en muchos hermanos nuestros la pascua de Cristo es como el pan de cada día en sus vidas. La sabiduría que brota de sus labios es fruto de un Bautismo que se lo ha ido madurando interiormente, hasta hacer de la persona una presencia contagiante de la pascua. Es como si tocáramos la presencia viva de Cristo.

Pero también somos conscientes que vivir la pascua en cada uno de nosotros, y hacer de una comunidad diocesana una comunidad plenamente pascual, no es fácil. Es tarea difícil y constante; es tarea que debe ser realizada con gran serenidad interior, pacificados interiormente; es tarea exigente; sin demora y constantemente, sin miedos. Para esto nos ayuda aquello de San Pablo: “Sé en Quien creo y en Quien espero y en Quien confío”.

Partiendo de la visión de la pascua de Cristo, nuestra Iglesia Diocesana (lo hemos repetido más de una vez) es RIOJANA y es UNIVERSAL; es Una, Santa, Católica, y Apostólica; quiere vivir cada vez más con sentido de pascua toda su vida y toda su misión evangelizadora y santificadora; y a la vez con conciencia de PEREGRINA, limitada, pobre, y en esperanza. Porque posee los signos dolorosos de la cruz; porque es precisamente “peregrina”; al mismo tiempo también posee todo el DON DE DIOS, que es el Cristo pascual.

Porque somos una Iglesia peregrina, siempre se irá conjugando el sufrimiento de la cruz con la alegría de la pascua. En este sentido no nos es necesario traer muchas razones; es suficiente constatar diariamente lo que estamos viviendo en La Rioja. Y a este propósito, queremos manifestarles que, así como les anuncio la pascua, les comunico el agradecimiento que debemos tener para con Cristo por la gracia privilegiada que nos ha concedido, a saber: lo que me ha hecho sentir “en carne propia”, lo que le hace sentir a toda la comunidad eclesial diocesana, lo que le hace sentir a todo nuestro Presbiterio riojano, a nuestras Religiosas y a muchos de nuestros hermanos cristianos… especialmente a nuestros hermanos más débiles, indefensos, pobres material y moralmente. Pareciera que se reeditara el CRUCÍFICALE del Viernes Santo; pareciera que se reeditaran todos los PERSONAJES, los HECHOS, las ACTITUDES, los SILENCIOS, las TRAICIONES, y las ESTACIONES del vía crucis que vivió y asumió Cristo para redimir a la humanidad en la cruz.

Ustedes comprenderán que si esta pascua de la Diócesis es más evangélica, lo es porque ha sido y lo continúa siendo más purificada en su cruz. Nos podemos preguntar: ¿POR QUÉ el Señor eligió a la Diócesis de La Rioja para probar- la así?… ¿POR QUÉ es objeto de la predilección de Dios con este sufrimiento? Dos preguntas que pueden servir muy bien para la reflexión personal y comunitaria. Lo cierto es esto: solamente la Fe nos podrá dar la respuesta adecuada. Toda otra óptica es equivocada. Así la debemos ver nosotros los sacerdotes, ustedes las Religiosas y ustedes cristianos. Cabe también esta pregunta: ¿QUÉ exigencias tiene Cristo para nosotros este Año Santo al hacernos vivir en una Iglesia diocesana que es permanentemente SIGNO DE CONTRADICCIÓN? Unos la insultan y la agravian; y otros la descubren con rostro más evangélico y caminando a una pascua verdadera.

¿Por qué se dan estas dos actitudes?

Cuando hablamos de HOMBRE NUEVO, también hablamos de COMUNIDAD NUEVA. No sólo el individuo debe ser pascual, sino toda la comunidad.

¡Cuánta tarea nos resta por hacer en nuestra provincia y Diócesis de La Rioja!!! Todavía resta mucho por hacer, a nivel personal, familiar, a nivel de barrios y de pueblo. Esto no quiere decir que no se esté haciendo mucho. Pero no nos durmamos sobre los laureles de las realizaciones que van concretándose. Cada vez que hacemos algo para que algún hermano nuestro o un grupo de hermanos o un pueblo o toda la Provincia o Diócesis, para que seamos más felices, crezca la vida por dentro y vivamos más fraternalmente, estamos haciendo UN POCO MAS DE PASCUA. Todo esto nos dice que la pascua, que con alegría celebramos y es motivo de encontrarnos familiarmente, aún no está acabada ni es completa.

NUESTRA ALEGRIA PASCUAL ES como el gozo de la madre que da a luz al hijo con dolor; y con dolor lo debe seguir acompañando en la vida hasta que madure como hombre, y como cristiano si es bautizado; es como la alegría del hombre que con dolor llegó al conocimiento de la Fe cristiana, y nace a la Vida Nueva en una fuente bautismal; es como la alegría del hombre cristiano que con dolor lucha para ser limpio de corazón, sincero, e interiormente pacificado, para sentarse a la Mesa de la Eucaristía en comunión con Cristo y con sus hermanos, para que el Manjar del cielo sea de “bendición” y no de “maldición”, como dice San Pablo; es como el gozo del cristiano, que agobiado por la culpa, con hambre de paz y de reencuentro, emprende dolorosamente el camino del “hijo pródigo” hasta lograr renacer un hombre nuevo en el abrazo de la misericordia y del perdón con su Padre y con sus hermanos; es como la alegría de la pareja de jóvenes que con dolor maduran el amor, hasta convertirlo en Sacramento pascual en el matrimonio; es como la alegría del hombre elegido para ser “dispensador de los Misterios de Dios” en el Sacerdocio, pero que debe emprender un camino doloroso hasta que por “la imposición de las manos” toda su persona quede ungida constituida sacerdote para siempre; es como la alegría del hombre que dolorosamente llega al término de su existencia, y en el umbral de la muerte purifica toda su vida con la Unción de los Enfermos que nace de la pascua, para que en su encuentro definitivo con el Padre la pascua sea acabada, sea pascua eterna; es como la alegría de un pueblo que dolorosamente va haciendo su propio camino de liberación, como pueblo nuevo de la pascua; es como la alegría del hombre bautizado que con dolor va madurando la Fe, la Esperanza y el Amor, hasta que el Espíritu Santo lo marque y lo unja con el crisma de la Confirmación, haciéndolo TESTIGO; es, muy en riojano y de hace tres días, la alegría de nacer que tuvo CLAUDIA PAREDES con su llanto diciendo “aquí estoy”; “con el dolor de morir que tuvo Roxana Acosta con su llanto diciendo “ya me voy”, las dos junto al mismo Señor de la Peña, el Cristo que moría para resucitar.

Como ven, siempre existe una PASCUA inacabada, una CRUZ que purifica y empuja hacia la pascua. Todo lo que estamos viviendo hoy en La Rioja tiene aquí su sentido y su explicación más honda.

Y si las caravanas de peregrinos y promesantes “velan” al Cristo del Viernes Santo junto al Señor de la Peña o en casas particulares, reflejando en sus rostros y en la marcha el sufrimiento causado por una “sociedad de consumo” que busca sólo “tener más” pero no “ser más”, esto nos dice que la pascua aún es inacabada.

Y si nuestro pueblo vive situaciones indignas de un hijo de Dios porque a la sociedad en que vive le importa más tener brazos productivos para ganar más dinero, y no para tener un pueblo más feliz, la pascua es inacabada, es incompleta.

Y si la Iglesia en su misión irrenunciable de ser evangelizadora y santificadora de los pueblos, entendida su misión como se la entregó Cristo y no como la pueden definir o indicar las opiniones fluctuantes o intereses de los hombres que buscan sus propios intereses, es considerada como PERTURBADORA DEL ORDEN ESTABLECIDO, enemiga de su pueblo a quien debo servir, sospechada de ideologías distintas del Evangelio de Cristo; nos quiere decir que la pascua es incompleta y que hay que seguir, aún con mucho dolor, construyéndola.

Y si en nuestro pueblo siguiesen existiendo hermanos nuestros a quienes se les negase los más fundamentales derechos, aún el de expresarse (catalogados por Pablo VI como “los sin voz”), quiere decir que nuestra pascua es incompleta, que debemos seguir construyéndola sin desmayo y con esperanza.

HERMANOS, sigamos desentrañando todo lo que significa esta afirmación, que es a la vez un ANUNCIO GOZOSO:

¡¡¡CRISTO RESUCITÓ!!! CREYENDO EN LA VIDA, SIGAMOS CAMINANDO EN LA ESPERANZA.

A María, Madre del Camino y de la Esperanza, le confiamos nuestra pascua inacabada.