18 de Octubre 2019 – Homilía ordenación diaconal Lucas Barroso

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Querida comunidad de Chepes,

Querida comunidad de los Llanos,

Querida comunidad diocesana:

Con inmenso gozo estamos participando de la ordenación diaconal de Lucas, quien luego de escuchar el llamado de Dios fue respondiendo en las distintas etapas de formación  con la ayuda y compañía de la Iglesia. Hoy es un día especial para dar gracias a tantos y tantas que han contribuido a su formación, desde la familia que te dio la vida y educó, pasando por las comunidades educativas y parroquiales, por los años de seminario y esta comunidad chepeña que en este tiempo es parte de tu formación. Todos ellos son parte de este SI que fue madurando con sucesivas respuestas personales y concretas.

Hoy en esta fiesta de San Lucas, él dará un nuevo SI. Un SI ya definitivo. Un SI para siempre.

San Lucas, el evangelista, a quien hoy celebramos, compañero de misión del apóstol Pablo, nos ha dejado en su Evangelio un testimonio vivo de Jesús a quien lo presenta caminando siempre bajo el impulso del Espíritu Santo.

En el inicio de su ministerio, reconocerá su misión en las palabras de Isaías: «El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la Buena Noticia a los pobres… la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor». (Lc 4, 18ss)

Movido por este mismo Espíritu, luego nos presentará el largo viaje de Jesús a Jerusalén donde irá derramando misericordia y perdón, acogiendo a los pecadores, buscando a los extraviados y ayudando a los pobres y necesitados. Alegría y gozo en el pueblo serán fruto de esta obra de amor.

La vida de Jesús es así un servicio a los más pequeños y necesitados. En la parábola del Buen Samaritano, propia de este Evangelio, nos dará un ejemplo concreto de este camino a seguir también nosotros.

Servicio y misericordia

San Lucas y su comunidad son autores del libro de los ‘Hechos de los Apóstoles’ donde nos presenta a la Iglesia que nace en Pentecostés y lleva adelante su misión bajo el mismo impulso del Espíritu Santo que animó la vida de Jesús. Movida por este Espíritu también ella en aquel tiempo y en todos los tiempos tendrá que llevar adelante su misión, llegando a todos y manifestando su caridad comprometida especialmente con los más pequeños. Cada día contemplamos los rostros de viejos y nuevos pobres. Ellos son los destinatarios privilegiados de la misión de la comunidad cristiana.

La Iglesia, y de modo particular en Latinoamérica, ha ido madurando este camino y en la Opción Preferencial por los pobres nos invita a seguir a Jesús, Pobre y servidor de los Pobres. El Papa Francisco de muchos modos con sus palabras y obras, y con el jubileo de la misericordia de modo especial nos ha empujado a poner de relieve esta dimensión esencial de nuestra vida cristiana.

En el evangelio que acabamos de escuchar Jesús convoca a setenta y dos, además de los Doce para enviarlos a la misión. “Vayan!” les dice, a llevar la paz a las casas, a las familias, a cada situación con la que se encuentren. El número setenta y dos indica que convoca a muchos para llegar a todos. La universalidad de la misión. Hay que llegar a todo el mundo.

En esa convocatoria están, o mejor, estamos todos los bautizados. Esta ordenación la vivimos en el MES DE OCTUBRE, MES DE LA MISIÓN que este año tiene un carácter EXTRAORDINARIO. El lema es justamente BAUTIZADOS Y ENVIADOS, haciendo hincapié en que todos por el hecho de ser bautizados ya estamos convocados y enviados a participar de la misión de Jesús. Nos recalca Francisco: Es un mandato que nos toca de cerca: yo soy siempre una misión; tú eres siempre una misión; todo bautizado y bautizada es una misión. Quien ama se pone en movimiento, sale de sí mismo, es atraído y atrae, se da al otro y teje relaciones que generan vida. Para el amor de Dios nadie es inútil e insignificante. Cada uno de nosotros es una misión en el mundo porque es fruto del amor de Dios.(Mensaje octubre misionero 2019)

Querido Lucas, ese mismo Espíritu que impulsó la vida de Jesús y de la Iglesia en todos los tiempos, hoy descenderá de modo particular sobre vos para que tu vida sea un servicio real y sostenido al Pueblo de Dios para que su Reino de misericordia y amor se manifiesten plenamente. Para que, configurado con Cristo servidor, tu vida sea un servicio permanente. Y también tendrás la misión, como diácono de hacer del Pueblo de Dios un pueblo servidor, capaz de salir de sí mismo para darse en ayuda a los demás. Un Pueblo decididamente misionero desde el servicio.

Muchos hermanos y hermanas hoy esperan de nuestra cercanía, de  una palabra y un gesto que les manifieste el verdadero sentido de sus vidas. Para eso es la misión: para que nuestros pueblos en el encuentro con Jesús tenga VIDA y VIDA EN ABUNDANCIA, como bien nos lo dijeron los obispos latinoamericanos en Aparecida.

 

Oración y vida

Esta vocación de servicio solo la podemos sostener en la comunión con Jesús. La oración será un espacio fundamental en tu vida, unidos a la escucha de la Palabra y la Eucaristía de cada día. De hecho en unos instantes te comprometerás a conservar e incrementar el espíritu de oración y celebrar fielmente y con ese espíritu la Liturgia de las Horas… por la Iglesia y por todo el mundo (rito). De hecho, el Evangelio según san Lucas, cuando nos invita al servicio al caído en la parábola del Buen Samaritano inmediatamente nos pone el testimonio de Marta y María donde destaca la importancia del tiempo orante, del estar a los pies de Jesús en la escucha atenta de su Palabra y dejándonos llenar con su Presencia.

 

Esta amistad con Jesús será clave para enfrentar también los momentos difíciles. En el camino de la vida cristiana no faltan las cruces y dificultades. Seguimos a Cristo crucificado y abandonado. Él mismo nos advierte que nos envía como ovejas en medio de lobos. El apóstol Pablo señalaba que algunas de sus cruces provenían de los vínculos con las personas que lo rodeaban. De pronto se siente abandonado, traicionado, confrontado. Sin embargo, no duda en experimentar al mismo tiempo la presencia viva y providente del Señor: “Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de los paganos”

 

La vida fraterna

Con la oración es indispensable la integración fraterna, el caminar con otros, ministros, miembros de la vida consagrada, laicos y laicas. En cada hermano y hermana hay una presencia viva de Dios que nos asiste, acompaña y ayuda a crecer. El aislamiento, el encierro siempre terminan dañándonos. Por eso será necesario, Lucas, que tu tiempo apostólico incluya el  cultivar buenos y sanos vínculos fraternos. Para que esto se dé, sin dudas hace falta cultivar un despojo de sí, una apertura a la escucha, al aceptar al prójimo cómo está, como se presenta para transitar juntos un camino de crecimiento.

 

El mejor misionero es el Santo

Esta ordenación la vivimos en un año muy especial en el que fueron beatificados nuestros cuatro mártires. Cada uno de ellos en su estado de vida fue fiel a la misión encomendada. Cada uno de ellos vivió su vida como un servicio atento y generoso a los demás, de modo particular a los más pequeños. Servicio que los llevó hasta dar la vida.

EL verdadero misionero es el santo, nos dice San Juan Pablo II, afirmando por ello que “es necesario suscitar un nuevo «anhelo de santidad» entre los misioneros y en toda la comunidad cristiana” (RM 90)

“La cosecha es Abundante y los trabajadores son pocos, pidan al dueño que envíe trabajadores para la cosecha” nos decía recién el Evangelio. Pidamos, por intercesión de nuestros beatos y santos, al Buen Pastor que aumente en todos el anhelo de santidad y que suscite nuevas y santas vocaciones para el servicio y alegría de nuestro pueblo.

Que los beatos Wenceslao, Carlos, Gabriel y Enrique alienten tu vida y tu nuevo ministerio para que, transitando tu propio camino de santidad puedas encender de amor la vida de todos aquellos con quienes compartes la misión.

Que San Lucas y su Evangelio orienten tu vida por el camino de la misericordia y entrega a los más pequeños.

Que la Virgen María te cubra con su manto de ternura y te acompañe en el fiel seguimiento de su Hijo.

Así Sea.