Homilía Monseñor Braida – Paraje El Pastor a los 47 años del martirio de Monseñor Angelelli

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Beato ANGELELLI: UN CAMINO DE VIDA PLENA

Homilía Mons. Dante Braida – Paraje El Pastor, Punta de los Llanos, 04–08-2023 / Lecturas bíblicas: Jr 1, 4-1; Sal 22; Pe 1, 16-19; Mt 17, 1-9 2

  • Estamos reunidos en este lugar donde Enrique entregó su vida por amor. Este año al congregarnos lo hacemos celebrando los 100 años de su nacimiento a esta vida. Sean todos bienvenidos a vivir este día de gracia y bendición. Damos la bienvenida especialmente a quienes vienen por primera vez y a las agrupaciones gauchas que desde han recorrido varios kilómetros para estar aquí celebrando la vida y seguramente trayendo muchas intenciones para confiárselas al beato Angelelli y compañeros mártires.

Estamos en este lugar donde el espiral de violencia que lo asediaba llegó a su punto culmen: matar al Obispo. Un espiral que se inició con la detención de muchos hermanos y hermanas ligados a su ministerio pastoral, que incluyó, en su tramo final, los asesinatos de Carlos y Gabriel, y luego de Wenceslao. El terrorismo de Estado se ensañó con su vida para cerrar el espiral. Pero la realidad es que nada se cerró, al contrario desde aquí, ese mismo 4 de agosto, se abrieron nuevos caminos de justicia, de vida y esperanza. Una luz se encendió que hoy nos sigue iluminando y orientando nuestro andar. Por eso estamos aquí, porque sabemos que la siembra de Enrique, era la siembra del Evangelio, que siempre lleva todo a su plenitud, aunque en el camino haya que padecer y abrazar la cruz y a la misma muerte.

  • En la primera lectura, el profeta Jeremías, cuando descubre su vocación, experimenta fuertemente que Dios es quien lo llama a una misión pero que ese llamado ya se empieza a gestar en el vientre de su Madre. Le dice: «Antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía; yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones».

Dios elige al profeta desde cuando se desarrolla en el vientre de su madre, allí mismo lo consagra, es decir lo declara alguien sagrado, alguien muy valioso, alguien a quién Él ama entrañablemente, alguien capaz de hacer mucho bien, alguien en quién Él puede confiar y a quien le puede confiar una misión.

Al celebrar el centenario del nacimiento de Enrique es una ocasión para dar gracias por la madre y el padre que le dieron la vida: don Juan y doña Celina. Ellos lo engendraron, colaboraron con su gestación y le transmitieron la vida. Lo recibieron con amor y generosidad, lo bautizaron, es decir lo unieron a Dios y le fueron generando el ambiente propicio para que pueda crecer junto a otros familiares, vecinos, con la  comunidad de la escuela y comunidad de la iglesia en la cual él irá descubriendo su propia misión. Qué bueno tener presente que también al profeta Enrique Dios lo eligió desde el vientre de su madre y lo fue formando en una familia y en un ambiente cordobés bien concreto. Él, agradecido por la vida se consagró al cuidado de la vida de los demás, del pueblo que se le confiaba, al cuidado de la vida sobre todo la más vulnerable y amenazada. Porque amaba la vida también con toda claridad y sin ambigüedades se manifestaba en contra del aborto considerándolo como “un verdadero crimen con consecuencias personales y sociales funestas” (homilía 7 de octubre de 1973).

Por eso hoy es un día para que también nosotros demos gracias por la vida recibida, por las personas que han colaborado con nuestro nacimiento y crecimiento… que seguramente son muchas, son tantas. Y, como Enrique, renovemos el compromiso de trabajar por el cuidado de toda vida desde su concepción en el vientre materno y abrazando a las más vulnerables y necesitadas.

  • A su vez, el Evangelio de hoy nos manifiesta esa plenitud de vida propia de quienes siguen el camino de Jesús abrazando la cruz en el servicio de cada día. Luego del primer anuncio de la pasión por parte de Jesús, los discípulos habían quedado perturbados y confundidos… Jesús, que comprende la situación, lleva a tres de ellos a un monte elevado donde tendrá lugar la transfiguración. Pedro, Santiago y Juan, son los discípulos más cercanos a Jesús y aparecen junto a él en dos momentos claves: la transfiguración y el huerto de los Olivos (cf. Mt 26,37). Por tanto estos tres discípulos están asociados al dolor de la agonía y a la gloria de Jesús.

La transfiguración supone una transformación o cambio de forma que, aquí, implica la manifestación de la divinidad de Jesús que hasta entonces permanecía oculta bajo el velo de su humanidad. Los paisanos de Nazaret no podían creer que en ese hombre criado entre ellos se manifieste tan poderosamente Dios: “¿no es este el hijo del Carpintero? –decían-”

 Ante un hecho tan espléndido Pedro reacciona diciendo: “Señor, que hermoso es estar aquí!». Lo que sucede es que la transfiguración es pura belleza, es esplendor de la verdad y del bien de Dios mismo. Pedro se siente «atrapado» por esta visión y quiere hacer tres carpas para quedarse allí… no quiere volver a las preocupaciones y fatigas de la vida cotidiana. Quiere perpetuar ese momento.

Y aparece una nube luminosa, signo del Espíritu Santo y se escucha la voz del Padre que revela quién es Jesús: “su Hijo amado y predilecto”. Y esa voz expresa lo que sus discípulos tienen que hacer: escuchar a Jesús, es decir, obedecerle, seguirle.

El efecto de esta voz sobre los discípulos hace que caigan rostro en tierra y se llenan de miedo. Pero Jesús los invita a levantarse, a no tener miedo y a bajar del monte. Ellos, siguiendo ya la voz del Padre, escuchan la palabra del Hijo y obedecen. Hay que bajar, hay que seguir andando, hay que seguir el camino del abajamiento que es propio de los cristianos.

  • En primer lugar es necesario considerar que la transfiguración de Jesús es un estado de felicidad plena, de gloria. Él estaba feliz. Una felicidad compartida con sus discípulos para que vean, para que experimenten hacia lo que estamos llamados. Y nos muestra a cada uno de nosotros cuál es nuestro destino… y, a la vez, nos deja claro que el camino para esa vida plena es la adhesión a él, la escucha de él, el seguimiento de él. San Pablo le explica esto a los cristianos de Roma diciéndoles: «No tomen como modelo a este mundo. Por el contrario, transfórmense interiormente renovando su mentalidad, a fin de que puedan discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto».(12,2)

 A su vez, la transfiguración de Jesús nos ayuda a entender que la pasión es un paso o camino hacia la gloria. La vida cristiana es un camino de fe. Debemos seguir a Cristo por el mismo camino por donde él transitó, que es el camino de la renuncia y de la cruz. No podemos amar la cruz por sí misma; ni podemos complacernos en morir a nosotros mismos mediante la mortificación. La entrega cuesta y duele, pero cuando es asumida con fe trae consigo un fruto maravilloso. La transfiguración nos recuerda hacia dónde nos conduce este camino: a ser transfigurados con Cristo, a participar de su Gloria.

Al igual que los discípulos, también nosotros necesitamos hacer de la experiencia de la proximidad del Dios consolador.

           El beato Enrique ha vivido su vida desde una experiencia honda de Dios, en Él ponía su confianza. Por eso tenía esperanza aún en medio de las dificultades y se sentía feliz en medio de incomprensiones y persecuciones. A Pironio le escribía un par de meses antes de su muerte: …Sigue esta Iglesia con los dolores de la Cruz. El Señor me sigue dando paz, aunque dolorida, como costándole florecer en pascua.”

Para nosotros es también fundamental vivir esa experiencia de encuentro profundo con el Señor, que siempre aporta paz y gozo. Si no buscamos este encuentro podemos quedar presos solo de los aspectos tristes de la realidad y decepcionarnos pronto ante las manifestaciones del  mal.

Es para nosotros también la invitación del Padre-Dios: «escuchar a Jesús, el Hijo amado».  Dice el Papa Francisco: “La ascensión de los discípulos al monte Tabor nos induce a reflexionar sobre la importancia de ponernos a la escucha atenta y orante del Cristo, buscando momentos de oración que permitan la acogida dócil y alegre de la Palabra de Dios. En esta ascensión espiritual, estamos llamados a redescubrir el silencio pacificador y regenerador de la meditación del Evangelio, de la lectura de la Biblia, que conduce hacia una meta rica de belleza, de esplendor y de alegría. Y cuando nosotros nos ponemos así, con la Biblia en la mano, en silencio, comenzamos a escuchar esta belleza interior, esta alegría que genera la Palabra de Dios en nosotros” (ángelus del 6 de agosto de 2017).

  • En fin, todo muy lindo allá arriba del monte Tabor, pero no es para quedarnos allí. Antes o después tenemos que estar dispuestos a bajar, a volver otra vez al llano, a lo cotidiano. Pero ya no somos los mismos ya que tenemos nuestro corazón transformado y nuestra mirada iluminada por la Presencia del Señor para poner manos a la obra.

Descender del monte hoy es hacernos cargos de los desafíos de este tiempo y llevar allí las luces y las obras inspiradas en el Evangelio.  Entre esos desafíos podemos considerar:

  • La realidad del acceso a la tierra que muchas personas y comunidades reclaman para trabajar dignamente y en paz.
  • La realidad de tantos jóvenes heridos por el consumo de drogas que los deteriora y los termina matando. Cuántas muertes hoy a causa de las drogas y sus consecuencias: las agresiones, los accidentes de tránsito, el suicidio. Tenemos que estar atentos para que estas tristes realidades no se naturalicen. Decía Angelelli: “Es inmoral el auge “inteligentemente” comercializado de la droga, que quie­bra y corrompe a nuestra juventud con una felicidad ficticia, fruto de una sociedad caduca que reclama cambios sustanciales…”(20 de febrero de 1972)

Estamos ante una tragedia, un flagelo, que destruye vidas, familias, sociedades y la realidad es que muy poco se hace. Ante este verdadero drama, que abate nuestros barrios, no se escucha que se propongan soluciones concretas. Hoy ya no hablamos solo de jóvenes, ya son niños los afectados. Ya no son algunas zonas de las ciudades, son también nuestros pequeños parajes y poblados. Todo está permeado por esta verdadera y destructiva pandemia, que no pasa y se expande día a día.

Pero, aun ante estos dramas tenemos que tener en cuenta que siempre es posible revertir las situaciones más dolorosas. El Dios del amor y de la vida, el Dios de la Transfiguración, con nuestra obediencia a él puede también transfigurar, transformar las realidades más duras.

–  Una mayor participación en la vida social, una mayor participación organizada marca nuevos caminos.

– La mesa de tierras y las organizaciones campesinas son una luz de esperanza ante la realidad de la tierra que mencionaba. Adelante con eso!

– Las comunidades terapéuticas que, de diferentes modos, tienden una mano a quienes están presos de alguna adicción, ya son instancias que abren nuevos caminos de esperanza.

– Las comunidades educativas que van incorporando mecanismos de ayuda a quienes están en dificultades son respuestas concretas.

– Las comunidades de la Iglesia, las capillas, que van ampliando sus servicios generando espacios de acogida, diálogo y nuevas acciones son un signo claro de esperanza.

– Soñamos que estas iniciativas, frutos de la participación y el compromiso ciudadano, puedan traducirse en políticas de Estado que promuevan y sostengan estos esfuerzos. La participación ciudadana en democracia implica también participar de las elecciones, estamos próximos a las PASO, el próximo fin de semana y es importante que asumamos con toda responsabilidad esta tarea de elegir, que podamos conocer bien a los candidatos, sus propuestas y sobre todo lo que plantean para los desafíos propios de este tiempo.

  • “Yo no puedo predicar la resignación, decía en una entrevista el beato Enrique…, y me siento feliz de vivir en la época en que vivo.”  Que podamos también nosotros hacer nuestras estas palabras que nos alientan a amar nuestro tiempo y ocuparnos de sus desafíos asumiendo la cruz y sufrimiento que esto conlleva.

Quisiera terminar con la imagen del espiral. El espiral de muerte llegó a su culmen ese 4 de agosto pero en ese mismo instante un espiral de Vida se empezó a desenvolver que hoy va impregnando de luz nuestra realidad. Un espiral que hoy tiene que tocar nuestras vidas para que nos anime en la entrega en el seguimiento de Jesús y la transformación de la realidad.

En el asumir la cruz que implica este proceso de conversión y transformación se pone en juego nuestra felicidad, la felicidad para la que fuimos creados y la felicidad de nuestro pueblo.

Que nada ni nadie, nos quite la alegría y la felicidad seguir a Dios y de amar a los demás en el servicio y entrega de nuestras vidas.

Querida comunidad aquí reunida, al recordar los 100 años del nacimiento del beato Angelelli demos gracias por el regalo de su vida y seamos parte del espiral de Vida que generó su entrega y la de Carlos, Gabriel y Wenceslao. Así sea.