Homilía (31 de Agosto)

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Hermanos y Amigos radioyentes de L.V. 14.

Me toca presidir esta Misa Radial, antes de iniciar, Dios mediante, hoy mismo, esta “misión diocesana”. Porque esto quiere ser la “segunda visita misionera de San Nicolás”, por toda La Rioja. Durará un año. La iniciamos en julio con el anuncio de la misma y con la preparación a la llegada de San Nicolás a cada pueblo. Por eso, dije el domingo pasado que toda la diócesis era puesta en estado de “misión”. Lo que ya se viene viviendo en los Llanos y en el Oeste, esperando esta “visita misionera de San Nicolás”, además de significar una respuesta cargada de esperanza, creo que es un preanuncio de un acontecimiento salvador y liberador de Dios en el corazón de su pueblo. Me acaban de escribir: “no se puede transcribir en el papel, lo que vive nuestro pueblo con la llegada de San Nicolás… nadie es indiferente… todos sienten que les llega “alguien” muy querido… que nos trae un “mensaje” y que quiere que seamos muy hermanos…”. Podría decirles, si no fuera extenso, lo que cada pueblo, aún el más pequeño, cómo se ingenia para vivir este acontecimiento cristiano y muy riojano. Lo importante es que nuestro pueblo no hace tantas distinciones para vivir lo que es sentido por todos y que les pertenece a todos. Esto es fruto de la sencillez de corazón, aún en medio de las debilidades humanas, y de una actitud interior de estar prontos para recibir el Don de Dios que es su Evangelio: Cristo. A Los Llanos y al Oeste, les agradecemos lo que viven y hacen para que la “Visita Misionera de San Nicolás” deje frutos profundos y duraderos en los pueblos.

Me decían los otros días: “no cree, usted, que salir ahora con esta visita de San Nicolás es una especie de desafío, puesto que las cosas en el país no andan muy bien que digamos? Ciertamente que las cosas no andan muy bien que digamos. Pero es cuestión de ver con qué óptica emprendemos esta “misión diocesana”. Y… precisamente porque las cosas no andan muy bien, necesitamos replantearnos nuevamente la vida individual, familiar y social para preguntarnos ¿por qué no anda muy bien que digamos? Cristo, el Evangelio, la Fe que recibimos en el bautismo, ¿nos tienen algo que decir?… San Nicolás, ¿es sólo una imagen o la presencia de un “testigo de ese Cristo, de ese Evangelio y de esa Fe”, que lo vivió hasta sus últimas consecuencias, en momentos no menos difíciles que nosotros?

Por eso queremos entrar en un “estado de misión”. Todos, no sólo Los Llanos y el Oeste. También la ciudad de La Rioja y el Norte. No es un tiempo para celebrar sólo celebraciones litúrgicas sacramentales, también ellas; son necesarias y el término de una adecuada y seria preparación. Pero para poder celebrar los sacramentos y especialmente la Eucaristía necesitamos replantearnos qué nos exige como personas y como pueblo. Ponernos en “estado de misión” exige que debemos abrir nuestra vida para que Dios, nuestro Padre, nos reevangelice; nos haga tomar más conciencia de nuestra fe cristiana y de las consecuencias que tiene la Fe en la vida. El Evangelio, no mira sólo lo que hacemos en el interior del templo, penetra toda la vida; la que vivimos fuera del templo. Por eso necesitamos ser reconciliados por Dios; pero para eso necesitamos reconciliarnos entre nosotros; necesitamos mirar el camino que hacemos y desde el Evangelio preguntarnos: “¿por qué las cosas no andan tan bien en el país?”. Por eso necesitamos que toda la diócesis ore insistentemente; porque le pedimos a Nuestro Padre Dios, el Don de la FE viva y operante; que por más programas y actos que podamos hacer, si Él no los bendice; si no los hace fructificar, será una fiesta más sin proyección para el futuro. Necesitamos reveer nuestras relaciones entre nosotros; reveer la vida de nuestros hogares; acompañar el proceso de nuestra juventud para que no se frustre; necesitamos sentirnos todos protagonistas de un proceso y de un cambio como Dios lo quiere; necesitamos reveer el sentido de la libertad, de la responsabilidad, de la creatividad. Es un camino “misionero” que lo debemos hacer todos; nadie se sienta no convocado e invitado a asumir su propio papel o responsabilidad. Todos nos debemos sentir acogidos en la presencia viva y misericordiosa de Dios, para saber escuchar lo que nos dice concretamente a nuestra vida. Así vistas las cosas, es un desafío cariñoso y paternal que nos hace Dios, nuestro Padre, para que rindamos cuenta de nuestra Fe y de nuestra vida en esta hora grave para la patria. Miramos más allá de los “enredos” políticos o como se les quiera llamar; más allá de los “negociados” y de la lucha por dominar. No quiere decir esto que somos indiferentes; nos toca a todos… por eso “las cosas no andan tan bien”. Tampoco buscamos distraernos de los rea- les y difíciles problemas que vivimos todos los días. Queremos templarnos interiormente con la fuerza de Dios y con la fuerza de una fraternidad sincera y creativa; queremos buscar juntos la solución a tantos problemas que nos afligen. Muchos de ellos, la solución está en nuestras manos; otros, esperamos, que sintiendo el clamor, en paz, de un pueblo, mueva los corazones de quienes tienen el poder (para) solucionarlos. Lo que no queremos es renunciar a todo lo que depende de nosotros.

El desafío que nos hace Dios en esta hora difícil, la asumimos con humil- dad; con sentido de futuro; con el evangelio en la mano y con un gran deseo de ayudar a nuestro pueblo riojano para que todos seamos felices; protagonistas; cristianos sinceros y cargados de esperanza; con los pies puestos en la tierra y las manos suplicándole a Dios que nos ilumine, nos ayude; nos de su fuerza para que con la capacidad que Él nos dio sepamos seguir adelante, a pesar de los problemas graves. Confiamos en la intercesión de San Nicolás. Creemos que su “visita misionera” hará mucho bien a La Rioja. Creemos en la fuerza de la semilla del Evangelio sembrada en el corazón de La Rioja a la que San Nicolás “visitará”. Creemos que Dios moverá las voluntades, aún de aquellos hermanos que aparentemente se puedan sentir seguros, indiferentes y no dispuestos a tender la mano para estrecharla con el que tiene a su lado para caminar juntos. No es una “misión” de débiles para débiles e incapaces; sino de débiles, que somos todos, para ser hombres fuertes según Dios. Creemos que Dios nos hará dejar en el camino “muchas pequeñeces” que nos impiden entregar la vida por lo que vale la pena jugarla.

A María Santísima le consagramos esta Misión para que nos acompañe como acompañó a los apóstoles en el cenáculo, y a San Nicolás que ayude a su pueblo en esta “visita misionera”.