Homilía (25 de Agosto)

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Amigos y hermanos:

El domingo pasado reflexionamos acerca de estos tres puntos: 1. La importancia de la Palabra de Dios. La Visita del Obispo al Santo Padre y la Colecta Nacional: “MAS POR MENOS”. Hoy la reflexión será una especie de meditación personal, a propósito de seis años en la diócesis. En estos últimos días he tenido posibilidad de conversarlo mucho, a esto, con el Señor, en la oración.

Recordaba dos preguntas que nos hicimos al comenzar a caminar juntos como responsables de esta Iglesia Riojana. Las preguntas fueron: Iglesia de la Rioja ¿Qué dices de ti misma? Iglesia de La Rioja ¿Cuál es tu misión hoy?

A la luz de estas dos preguntas fundamentales comenzamos a hacer el camino juntos; comenzamos a revisarnos; a cuestionarnos; a ser creativos y a la vez descubrir mejor todo lo que nos entregaba la tradición. Empezamos a mirar el futuro sin ser infieles al pasado. Empezamos a recoger las lecciones de nuestro pasado histórico y construir nuestro presente con la mirada puesta en el futuro. Unos vieron y otros no vieron. Unos acogieron gozosos la invitación y la convocación y otros, explicable, dolorosamente no comprendieron el camino que la misma Iglesia les señalaba para seguir caminando y construir este futuro que lo estamos haciendo ahora. Unos se quedaron al comienzo del camino; otros a mitad del camino y otros en este poco andar que llevamos. Con mirada iluminada por la fe, encontramos perfectamente las explicaciones de todas estas actitudes. Sólo Dios juzga las conciencias de los hombres. Seguimos convocando a todos para que nadie se quede en el camino. Pero la fidelidad a Cristo que viene misteriosamente construyendo la historia de los hombres, no nos permite que volvamos atrás ni que nos sentemos junto al camino. Porque experimentalmente, también, hemos aprendido, en este andar, lo siguiente: “sabemos en QUIEN hemos puesto nuestra confianza”: CRISTO.

Nuestro pueblo viene realizando una marcha que no la detiene. Será con distintos ritmos, pero caminando siempre. Dios, que es Padre de todos, camina con él. Es como el camino del desierto; fatigoso y a veces, como con mucha arena; pero la meta es clara; hay que llegar a la “tierra prometida”, es decir hay que llegar a ser un “pueblo feliz” que será pleno cuando nos encontremos con Él, en el término de nuestra vida mortal.

Por cierto que detenernos un poco a pensar en estos seis años no significa ni quiere publicitar hechos y realizaciones, ni quedarnos en lamentaciones. Es abrir el corazón como niños y poderle decir a Cristo: te damos gracias Señor por todo lo que hiciste con nosotros; y a la vez con el “publicano del evangelio” decirle: perdón Señor porque somos pobres pecadores aún.

Fueron seis años vividos intensamente. Amasados con grandes alegrías y purificados, también, con dolores. Como argentinos y como riojanos hemos vivido y sentido en carne propia, crisis y problemas de diverso orden. Como Iglesia que quiere y debe compartir la vida con su pueblo su vida pastoral ha sido, gracias a Dios, marcada por estas crisis y estos mismos problemas. No podía ser de otra manera si verdaderamente queremos caminar “desde nuestro pueblo”.

Más aún, cuando esta Iglesia Riojana era probada por el sufrimiento, que era sufrimiento de pueblo, descubríamos mejor la necesidad de mayor purificación interior; se robustecía más evangélicamente; sentíamos la urgencia de mayor fidelidad al Evangelio y al pueblo a quien debe servir; comprendimos mejor hasta donde puede llegar el pecado en el hombre y las estructuras que el pecado en el hombre construye. Experimentamos la presencia de Cristo muy presente y operante en medio de nosotros; las exigencias que tenemos de ser una Iglesia cada vez más libre de ataduras que le impiden ser fiel a Cristo y a su pueblo; más pobre; más metida en el corazón de nuestro pueblo y más misionera. Comprendimos mejor que cuando una Iglesia es fiel a la misión confiada por Cristo, debe ser perseguida y ser signo de contradicción; porque así, también, lo enseña la fecunda tradición que Ella tiene y viene viviendo desde la Cruz de Cristo. Así comprendemos mejor cuánto cuesta hacer de un “hombre viejo interiormente” un “hombre nuevo según Cristo”. Con un caminar así, la Esperanza crece y se fortalece, puesto que su fundamento es el mismo Señor Jesús.

Y si en estos seis años ha sido permanente el anuncio del Evangelio de diversos modos, también es verdad que este mismo pueblo nuestro a quien le anunciamos el Evangelio y lo convocamos a la Vida en cada Sacramento que celebramos y especialmente en cada Eucaristía nos ha ido enriqueciendo a medida que hemos ido descubriendo su alma llena de esa sabiduría de que nos habla el evangelio. El pueblo, también se convierte en maestro, cuando sabemos ponerle nuestro oído y escuchar lo que Dios va haciendo en él.

Y precisamente en este Año Santo, esta reflexión de los seis años de vida que llevamos en la diócesis, nos ayuda a ahondar todo lo que supone llevar a cabo aquella reconciliación y renovación que necesitamos. Este Año Santo nos ayuda a encontrar las verdaderas respuestas a las dos preguntas que hicimos al principio: “Iglesia quién eres y cuál es tu misión hoy en la Rioja”.

Estas dos preguntas que nos hicimos nos ha obligado a anunciar el Evangelio con mucha claridad y sencillez ante las distintas situaciones que hemos vivido; fue motivada, no con la sabiduría humana, sino con la sabiduría que brota de la cruz de Cristo; si hemos debido corregir, amonestar, aconsejar, animar, oportuna e inoportunamente, fue buscando, que la reconciliación y la renovación querida por Cristo en el Concilio, fuesen verdaderas y no fingidas; si debimos ser en algunas ocasiones la “voz de los sin voz”, que son los pobres, ello fue debido a que ellos deben constituir los privilegiados para toda la comunidad, como lo es para Cristo; si tocamos “asuntos delicados” y, a veces enojosos, no fue otra cosa que hacer cambiar una escala de valores en la vida; vale decir: es más importante ser más plenamente humanos que ser poderosos por el dinero o el placer desordenado.

Si han sido dolorosas algunas infidelidades, bendecimos al Señor todo lo que nos ha dado a la diócesis en estos seis años en el orden sacerdotal, en las religiosas y en el laicado. Además, agradecemos al Señor todo lo que nos ha permitido sembrar, para que mañana otros hermanos puedan recoger aquellos frutos que el mismo Señor quiera hacer germinar.

También agradecemos al Señor que en este Año Santo podamos, llevar, como dijimos, el domingo pasado, al Santo Padre y Vicario de Cristo, la fidelidad en la Fe: una, santa, católica y apostólica, de esta Iglesia Riojana. Que podamos ratificarla en la tumba de Pedro; que podamos sentirnos hermanos de aquellos primeros mártires y confesores de la fe. Agradecemos al Señor porque hace seis años, también, en este mismo día América Latina era iluminada en la fe con los Documentos de Medellín; y, así, tomábamos mayor conciencia del proceso en que vive toda América Latina, reclamando soluciones audaces y evangélicas.

Junto con este profundo agradecimiento que hacemos con la Eucaristía de esta mañana, le pedimos a Cristo que no tenga en cuenta las infidelidades que hayamos tenido.

Al renovarle a María Santísima la consagración que hicimos de la diócesis en aquel primer día, también le pedimos a San Nicolás, quiera bendecir este encuentro apostólico del Obispo de esta Iglesia de La Rioja con el Sucesor de Pedro.