Homilía (24 de junio)

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Hermanos y Amigos Radio Oyentes de L.V. 14.

Los apóstoles de San Nicolás ya han bajado la Imagen de nuestro Santo Patrono junto al altar donde estamos celebrando la misa radial. Esta Misa de la gran familia diocesana de La Rioja. Esto significa que estamos celebrando la novena de San Nicolás. Dios mediante, el domingo próximo será la fiesta, acompañados por nuestros hermanos ferroviarios de Cruz del Eje que vienen acompañados por su Obispo. Celebramos también hoy, la fiesta de San Juan Bautista —por eso nos  unimos a las patronales de Chepes— para ustedes chepeños, nos unimos toda la diócesis. Siento mucho no poderlos acompañar.

Y como lo hacemos dominicalmente, recojamos este domingo aquellos hechos y acontecimientos de la semana  que requieren ser iluminados por el Evangelio, por la Palabra Viva que es Cristo. Y entre estos hechos, tomaremos uno para reflexionar juntos. Este hecho es la dolorosa decisión que he debido tomar a propósito de los acontecimientos de Anillaco en la Costa. Por cierto que no es mi intención restarle la importancia que tiene pero también no dramatizarlo como si fuera un desastre. Comprendo el dolor y la desorientación de muchos. Pero como decíamos el domingo pasado, esto constituye una verdadera especial gracia de Dios muy saludable para que toda La Rioja pensemos seriamente y no lo dejemos pasar como un episodio más de nuestra vida. Solamente se lo pude comprender en profundidad si somos capaces de mirarlo con criterios auténticamente cristianos y con un corazón recto. Les decía que he tomado una determinación dolorosa que no la quisiera tomar jamás en el resto de mi vida. Trece hermanos nuestros han incurrido en “ENTREDICHO PERSONAL” —qué significa esto: que trece hermanos nuestros por la decisión tomada, no pueden, mientras no exista una verdadera conversión y reparación pública, asistir a los divinos oficios, recibir los sacramentos y participar de la Eucaristía y tener  sepultura eclesiástica si Dios los llamara en este estado. No es “excomunión” —no están separados del Cuerpo Visible de la Iglesia pero su situación es grave con respecto a la “comunión” con la Iglesia. Sí pueden y deben asistir a escuchar la predicación de la Palabra de Dios para que, con una actitud de buscar la verdadera conversión, puedan ser reintegrados plenamente a la participación de la comunidad eucarística y sacramental. Es bueno también decirlo, podían haber sido más de trece. Esperamos una serena y cristiana reflexión en quienes no están comprendidos en esta dolorosa medida.

Si bien es cierto que es dolorosa esta medida, también es cierto que es una prueba de manifestar el amor fraterno hacia mis hermanos señalados y para con todo el pueblo de La Rioja. Es un signo doloroso del amor comprendiendo que no es fácil de entenderlo y asumirlo como prueba de acogida y saludable llamado a cambiar de vida. Por otra parte, todo el sentido de esta disposición solamente se la podrá entender desde el Evangelio o la Fe. Medirla con cálculos puramente humanos, egoístas y partidistas, sólo lleva a no ver toda la riqueza que esta medida tiene para la vida de la comunidad diocesana y para todo el pueblo de La Rioja. Cuando están en juego los valores fundamentales de nuestro pueblo, no hay que trepidar en asumir actitudes firmes, aún cuando se corra el riesgo de que no las entienda ahora. Cuando está en juego la felicidad de nuestro pueblo y para entorpecer la marcha liberadora del mismo; que la entendemos, a esta liberación, en cristiano, con todas las exigencias que ella supone, se hecha mano de la misma religión, de hermanos sacerdotes que no alcanzan a medir las exigencias de su fidelidad sacerdotal para con el pueblo que debemos servir, de la intimidación y de las consabidas campañas de calumnias, hasta las más groseras y al agravio, no podemos permanecer indiferentes sino obrar hasta llegar a lo que hemos debido llegar, tomar la dolorosa medida que hemos tomado.

Lo de Anillaco se suma a una larga lista de hechos que en una insidiosa campaña de confusión se viene realizando en La Rioja desde hace mucho tiempo. Esperábamos que esto tuviese fin después de la constitución del nuevo gobierno, nacido del pueblo y con decidida actitud de llevar adelante todo aquello que esperamos los argentinos. Sabemos, por otra parte, que se pretende crear un artificioso problema entre el Gobierno y la Iglesia Diocesana. Crear un situación enojosa que aparte a la Iglesia de su Pueblo, que parezca la iglesia enrolada en una concepción marxista de la vida y que quienes tenemos la responsabilidad de conducirla y ejercer nuestro ministerio sacerdotal, seamos tenidos por nuestro pueblo como agitadores e infiltrados en un Movimiento Popular. Esto es bueno advertirlo para que no nos equivoquemos al caminar; en este proceso que exige sumar esfuerzos y jugar la vida por nuestro pueblo.

Es bueno también señalarlo, aunque nos merezca respeto, que los denominados grupos autotitulados: “Cruzada Renovadora de Cristiandad”. “Tradición Familia y Propiedad”. “Movimiento Católico Seglar de Formación y Apostolado”. Movimiento Pro Defensa de la Fe”, están en abierta oposición de la Fe y disciplina actual de la Iglesia, contra las solemnes Declaraciones del Concilio Vaticano Segundo, de las Enseñanzas pontificias y episcopales, a nivel latinoamericano y nacional y local. Es grave obligación del Obispo señalar esto. Las decisiones personales quedan libradas a la conciencia de ustedes. Y si en la decisión tomada señalamos que una de las razones es el haber ofendido gravemente al Señor en las personas de los más débiles, de los más pobres y desvalidos, no hemos hecho otra cosa que esforzarnos por ser fieles al Evangelio de Cristo y a las Enseñanzas de nuestra Madre la Iglesia. No tenemos ningún secreto ni segundas intenciones cuando hemos discernido y decidido optar por una pastoral diocesana que concretice ese Evangelio y ese Magisterio de la Iglesia en la situación concreta de nuestro pueblo riojano. Por otra parte no es otra cosa que asemejarnos a lo que quiere Cristo de nosotros. Hermanos, revisemos todas nuestras actitudes de la vida diaria si verdaderamente es como la quiere el Señor. Antes de declamar la paz, la fraternidad, la justicia, la unidad, la fidelidad a la verdadera religión, analicemos todo lo que esto supone de todos nosotros. No confundamos nuestros criterios egoístas con los criterios cristianos señalados por el Señor para ser felices. Releamos las obras de Misericordia en el capítulo 25 de San Mateo, las Bienaventuranzas en el capítulo 5 de Mateo y el Canto de María en el capítulo 1 de Lucas.

Amigos: si le recordamos a toda la Costa que debe hacer oración al Señor para suplicarle la sincera conversión al Señor e implorando del Espíritu Santo el Don del Amor a todos los hombres y el Don de la fortaleza cristiana para saber resistir las presiones de quienes pretenden atemorizarlos, esto también lo es para toda La Rioja.

Amigos que han incurrido en el “Entredicho Personal”, comprendo el dolor de ustedes, sepan descubrir en esta medida el llamado especial de Dios que les hace—. No busquen el camino del endurecimiento del corazón, ni el de la rebeldía, ni otro camino que no sea el del Señor. Esta Madre la Iglesia que dolorosamente ha tomado esta medida, les ha dado una muestra, también dolorosa, de amor, le sigue brindando la acogida y la espera para el reencuentro en la mesa eucarística. Toda la Comunidad Diocesana debemos orar.

Amigos: Lo de Anillaco es una fuente de reflexión para saber sacar la verdadera sabiduría para la vida que tenemos por delante, para todos, para nosotros sacerdotes para las religiosas y para todos los fieles cristianos como para todo hombre que tiene un corazón limpio y recto. Pensemos esta palabra —Fidelidad— no es ser obsecuente, no es ser irracional, no significa negación de la propia realización personal, pero tiene exigencias que si no las cumplimos somos frustrados como hombres y hacemos mucho mal a nuestros hermanos. Pensemos: Anillaco es también un signo de resurrección, de esperanza y de vida para toda La Rioja. Sepamos recoger su mensaje. Más allá de lo doloroso, de lo agraviante, de lo grosero, sepamos remover la ceniza de lo que muere para celebrar la vida que nace para todo un pueblo.

Que María, la Virgen Madre y nuestro Patrono San Nicolás nos ayude a descubrir este acontecimiento de liberación porque está marcado con el sello auténtico de la cruz. Jesús está navegando en la barca, no temamos, también las tormentas son signo de Vida, no sólo de muerte.

OPCION PASTORAL DIOCESANA Y PENITENCIA

Una de las “resoluciones” aconsejadas por el CONSEJO PRESBITERIAL de la Diócesis, en la última reunión de año pasado, fue que durante el año 1973 se profundizara el SACRAMENTO DE LA PENITENCIA, Y SU RELACION CON LA OASTORAL DIOCESANA. La reflexión teológica sobre este Sacramento nos hace redescubrir la riqueza liberadora que contiene, en su dimensión individual y comunitaria.

Es una opción pastoral que busca  LA LIBERACIÓN DE TODO EL HOMBRE Y DE TODOS LOS HOMBRES , la remoción  de los obstáculos personales y sociales es tarea lógica, permanente y fundamental de la Iglesia. CELEBRAR LA VIDA impone preparar a los celebrantes para que se liberen de todo elemento de MUERTE que impide una celebración “verdadera”. Lo sabemos: EL PECADO Y LAS ESTRUCTURAS QUE SE ORIGINAN DEL MISMO, impiden que el hombre y la comunidad de los hombres puedan vivir y gozar la LIBERTAD de los hijos de Dios, responsablemente, en toda su plenitud. “LIBERAR”, según la Biblia y el Magisterio de la Iglesia, es en síntesis: CREAR UN HOMBRE NUEVO Y UN PUEBLO NUEVO EN CRISTO.

SACRAMENTO Y “ENCUENTRO = TINKUNACO

Si hemos hecho referencia a nuestra opción pastoral diocesana, y a su relación con el  Sacramento de la Penitencia, es porque valoramos al Sacramento en toda su dimensión;  lo creemos y afirmamos fundamental para un PROCESO LIBERADOR, para lograr un PUEBLO NUEVO Y COMPROMETIDO EVANGÉLICAMENTE; necesario pastoralmente; actual.

Además, PARTIR “DESDE” EL PUEBLO en la óptica pastoral (Doc. IV de San Miguel), supone ir descubriendo todos los VALORES del pueblo, sus signos, gestos, limitaciones, obstáculos, etc.. La síntesis donde PODEMOS Y DEBEMOS leer el alma de nuestro pueblo “riojano”, su historia peregrina, sus esperanzas y dolores, su sabiduría y sus silencios, lo tenemos, elocuentemente y cargado de significación, en el llamado “ENCUENTRO” o “TINKUNACO”.

Aquí, la Pastoral penitencial a la luz del Sacramento, nos hace redescubrir toda la tarea a realizar, para que el ENCUENTRO no sea un hecho aislado, “folclórico y ritual”, sino el TERMINO y a la vez el COMIENZO del camino de un pueblo que, fatigosamente pero lleno de esperanza, se esfuerza por ir realizándolo cada vez más, para que culmine en la EUCARISTÍA, término del camino originado en la fuente BAUTISMAL y celebrado en la VIDA DE CADA DIA, en el testimonio y en el compromiso de construir una RIOJA NUEVA.

En pocas palabras. El tratar de hacer vivencial el Sacramento de la Penitencia y su relación con el TINKUNACO, es seguir dando pasos en nuestra pastoral diocesana, revistiendo de actualidad y urgencia, en las presentes circunstancias en que vivimos. Esto NOS TOCA A TODOS COMO PUEBLO DE DIOS. Es tarea de sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, el desentrañar toda su riqueza liberadora, para poder hacer realidad el Misterio Pascual.

CARTA PASTORAL DEL EPISCOPADO

El Episcopado Argentino acaba de publicar una CARTA PASTORAL sobre el Sacramento de la Penitencia. Lo hace para poner en práctica en nuestra Iglesia Argentina el Documento de la Santa Sede, titulado: “EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA – SU DOCTRINA- DISPOSICIONES NORMATIVAS

PARA TODA LA IGLESIA”

La lectura reflexionada de la CARTA PASTORAL nos ayudará a descubrir mejor toda la riqueza contenida en el Sacramento, las consecuencias pastorales del mismo, para una mayor madurez de la vida cristiana.

El hecho de que en su última parte dedique un apartado a las ALOCUCIONES COLECTIVAS en  “ determinados casos y en condiciones  muy concretas”, no significa “LAXITUD” , sino la DIMENSION COMUNITARIA del  Sacramento y la RESPONSABILIDAD que ante ésta debemos asumir.

Este puñado de reflexiones que les hago llegar, ubica LA OPTICA DE LA LECTURA MEDITADA DE LA CARTA EPISCOPAL PARA NUESTRA DIÓCESIS.

Por tanto: respetando la IDENTIDAD de nuestro pueblo riojano y de nuestra Iglesia Diocesana….. y partiendo de la realidad de nuestra PASTORAL DIOCESANA… creo conveniente hacerles llegar, junto con una copia de la “Carta”, algunas DIRECTIVAS   para toda la Diócesis.

  1. Que el contenido de la CARTA PASTORAL sea expuesto a las comunidades, en la predicación y en otras formas de anunciar la palabra de Dios, especialmente en esta Cuaresma.
  2. A la Luz de esta CARTA, al Presbiterio riojano: aunemos criterios pastorales con respecto a la celebración y administración del Sacramento de la Penitencia. Tenemos la RESPONSABILIDAD GRAVE de orientar en materia tan importante y delicada.
  3. Aconsejamos que se hagan en las Comunidades cristianas CELEBRACIONES PENITENCIALES, que ayuden a descubrir la dimensión individual y comunitaria del Sacramento.
  4. La Junta Diocesana de Catequesis y la Comisión  Diocesana de Liturgia, tratarán de  ayudar a las Comunidades a lograr la finalidad de ésta CARTA        y las disposiciones diocesanas en la materia.
  5.  Hasta tanto no aunemos los criterios para la ABSOLUCIÓN COLECTIVA como se expone en el Nº 9 de la CARTA… asunto que trataremos en los ejercicios espirituales de este año … “no” se puede  hacer uso de esta facultad. Esta disposición es para todos los sacerdotes de la Diócesis (diocesanos y religiosos – permanentes o transitorios).
  6. Comunico a todos los sacerdotes… usen el CRITERIO RESTRICTIVO cuando se deba dar la absolución sacramental al que se acusa de PECADO DE CALUMNIA Y DIFAMACIÓN. Impóngase una saludable y medicinal penitencia a quien comete este tipo de pecado. El Señor no lo permita que debamos llegar a poner a  este pecado  en la condición de “PECADO RESERVADO”. Ayudemos a nuestras Comunidades a  superar  esta verdadera ENFERMEDAD ESPIRITUAL.

Que estas reflexiones y disposiciones sirvan para concretar lo que resolvimos como CONSEJO PRESBITERIAL para la Diócesis, en esta materia acerca  del SACRAMENTO DE LA PENITENCIA.

UN ABRAZO FRATERNAL