Homilía (22 de Diciembre)

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Se refirió a la entrevista que celebró con el Papa. La Misa del gallo oficia el Obispo en Udpinango.

“En estos momentos siento vivamente que nos encontramos reunidos en una gran familia. Siento que estoy en mi tierra; en mi Diócesis; con mi pueblo. Con el mismo entusiasmo, con la misma esperanza que nace de este Adviento que ya finalizamos; con la misma conciencia que hacemos un camino aún largo; que no hay tiempo que perder en cosas pequeñas; siento que la felicidad de nuestro pueblo reclama que le sigamos entregando nuestras débiles fuerzas”, expresó ayer el obispo diocesano, monseñor Enrique Angelelli al reiniciar las homilías dominicales.

Su mensaje estuvo centrado, especialmente, en referencias a la entrevista que mantuvo recientemente con Paulo VI. “Sigo como antes de viajar a Roma – expresó – invitándoles a que este camino de trabajo, entrega y servicio lo sigamos haciendo juntos. Porque también estamos en vísperas de examinar si el Tinkunaco que haremos el 31 de diciembre próximo está acabado o nos falta mucho para completarlo. El Inca, Don Luis Romero, después de golpear la Caja durante 65 años, invitando a su pueblo a un verdadero encuentro en Cristo, acaba de partir definitivamente a la eternidad; acaba de legar la Caja al nuevo Inca, Pío Santo Luján, para que siga convocando a este encuentro de hermanos”.

Más adelante al detallar su viaje a Roma explicó que “llevaba en mi valija, un poncho tejido por la mujer riojana para el Santo Padre; llevaba un mate de plata salido de las manos de uno de nuestros artesanos; el rostro, en algarrobo, de un ‘Cristo Indio’ de uno de nuestros artistas; una flor de cardón como símbolo de nuestra tierra; un crucifijo labrado en algarrobo, chañar y retamo, salido de las manos de uno de nuestros curas. Todo esto lo depositaba días después sobre la mesa de trabajo del Papa junto con un mapa de nuestra Rioja. Y en esa misma mesa cargada con los símbolos de nuestra tierra y de nuestra vida confraternizamos con el Papa en un diálogo evangélico y apostólico. Y mientras conversaba con el Papa, sentía en mi interior que en esa mesa estaban todos ustedes; estaba toda La Rioja; sentía la presencia de un pueblo que oraba y que junto con su Obispo relataba la vida de La Rioja al Vicario de Cristo, con todas sus esperanzas, esfuerzos y dolores”.

Dijo Angelelli que “eso mismo sentía también” ante la tumba de Pedro, rezando oraciones. “Sabía – comentó – que no lo hacía solo, que rezábamos juntos. Me parecía escuchar lo que a lo largo de cada año escucho en cada pueblo, en cada encuentro que hacemos, en cada fiesta patronal que celebramos, en cada problema que resolvemos. Me parecía escuchar las voces de nuestros curas, de nuestras monjas y de nuestros laicos. Las voces de nuestros niños y de nuestra juventud, las voces del hombre de campo; las de nuestras ciudades y barrios; las plegarias casi apagadas de nuestros ancianos y nuestros enfermos. Y lo que digo, sabe Dios que no es sentimentalismo… Dios es testigo de lo que siente uno cuando se lleva la responsabilidad espiritual de un pueblo con sus esperanzas y sus sufrimientos ante la tumba de San Pedro”.

Luego reveló: “Sobre la mesa de trabajo del Papa estaban los últimos cinco años de nuestra Iglesia Riojana. ¡Cómo se ensancha la mirada cuando desde esa mesa del Papa se ve toda la vida de La Rioja y de la Patria! Los problemas cobran su verdadera dimensión. Se ve con claridad evangélica todo lo edificado sobre la verdad, justicia y el amor, y lo edificado sobre bases de mentira y barro. ¡Cómo remonta nuestro espíritu para no quedarnos en lo que no tiene vida ni futuro; para elevar la mirada en lo que únicamente puede hacer gran- de y feliz a nuestro pueblo! En ese diálogo fraternal, franco y apostólico entre el Papa y el Obispo de La Rioja, la Fe del Evangelio iluminaba nuestra vida riojana. No medimos los problemas y la vida de nuestro pueblo con el cálculo egoísta, mezquino e interesado como a veces lo solemos hacer los hombres, sino con la mirada de quienes tenemos una misión no venida de los hombres, sino de Dios al servicio de los hombres. La mirada penetrante, acogedora y cariñosa del Papa estimulaba, ratificaba y rejuvenecía la visión del Obispo, acogido como hermano y corresponsable en la misión divina de seguir guiando a la Iglesia de Cristo en La Rioja.”.

La Palabra y el Gesto

“Mientras conversábamos – continuó Angelelli – unía (Su Santidad) sus palabras a gestos muy significativos. Uno de ellos es el siguiente: entrelazando mis manos entre las suyas y mirando el anillo del Concilio que él nos diera en aquel acontecimiento me dijo que ambos pensáramos que somos Obispos y Pastores de un concilio para ser llevado a la práctica; que trabajáramos incansablemente para que este Concilio siguiera siendo cada vez más realidad en la vida de nuestro pueblo. Y continuaba diciéndome: Llévele a La Rioja una bendición muy grande para todos; trabajen mucho para que los objetivos del Año Santo sea vividos en La Rioja. La daré un documento que personalmente firmaré para que Usted lo lleve a La Rioja en el cual yo sintetizo todo lo que hemos vivido y conversado en esta audiencia. La regalo este Cáliz y llévele un obsequio del Papa a sus padres que aún los tiene vivos. Es mi participación personal al acontecimiento sacerdotal que hoy está viviendo.3 Y el Papa sellaba esta hermosa audiencia invitándome a que nos tomáramos una fotografía junto a los obsequios que habíamos llevado de La Rioja.”

En la parte final de su homilía, el obispo diocesano reseñó sus visitas a Bari donde están las reliquias de San Nicolás; y a Padua, para celebrar una misa sobre las reliquias de San Antonio, pidiendo por La Costa, de la que San Antonio es su patrono. “Allí – anunció – le pedí a San Antonio que haga brillar la luz e ilumine los corazones y las mentes de quienes pudiesen no ver el paso de Dios en todos los hechos acaecidos y que entristecieron profundamente al Papa, para saber escuchar y acoger con fidelidad evangélica la voz claramente manifestada del Santo Padre.”

Ante la proximidad de la Navidad, Angelelli exhortó: “Si el Vicario de Cristo, el Papa Paulo VI ratifica y bendice nuestra Diócesis sepamos descubrir junto a este hecho extraordinario para la vida de La Rioja, las exigencias de una tarea que nos compromete a todos. Le pedimos a San Nicolás, en esta novena, que nos ayude a ser fieles servidores de nuestro pueblo; construyendo juntos eso que dentro de unos días viviremos como Pueblo: El Tinkunaco que no quiere decir otra cosa que un encuentro de hermanos y de argentinos.”