Homilía (20 de julio)

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Amigos y Hermanos de L.V. 14.

El permanente recorrido por los pueblos de la diócesis me hacen constatar la vida y los problemas concretos de nuestros hermanos. El poderlos compartir, con la gracia de Dios, es una riqueza inapreciable para el obispo al auscultar lo que Dios va obrando en el corazón de su pueblo y al mismo tiempo constatar los problemas y las dificultades de diverso orden que este pueblo debe afrontar. Bendecimos a Dios por todo lo que Él obra misteriosamente en cada hermano nuestro, más allá de los cálculos humanos nuestros. También a diario podemos constatar que el “trigo” está mezclado con la “cizaña”. Es suficiente echar una mirada ligera para comprobar que a veces la cizaña está metida en nosotros mismos, en nuestros hogares, en nuestros barrios y pueblos; en nuestras relaciones humanas. Lo que confesamos con los labios no lo vivimos con la vida.

Debemos partir de la realidad de la vida, no podemos evadirnos de ella y de sus problemas. Hoy nos angustia el problema económico, lo sufre cada hogar. Nos engañaríamos si no le diésemos importancia, lo sentimos y lo sufrimos; y junto a este problema, constatamos también problemas familiares, morales, angustia ante la falta de trabajo y de vivienda, problemas religiosos: nos asaltan dudas; nos parece que nos cambian la religión, no le encontramos sentido a la misma fe, no nos agrada cómo camina la Iglesia, no logramos echar afuera los resentimientos; nos come por dentro la envidia, el orgullo, la desorientación y la soledad interior. Mientras perdamos el tiempo en asuntos sin importancia, existen hermanos que no comen, que son víctimas de injusticias, que sufren persecución por la justicia, que son víctimas del egoísmo de sus propios hermanos, etcétera.

Todo esto que señalamos, no es para sembrar pesimismo. Todo lo contrario, queremos partir de nuestra realidad para construir otra cosa mejor no renunciamos a ser hombres de esperanza y saber afrontar los problemas con serenidad y optimismo. Si constatamos la cizaña, afirmamos que existe también el trigo. Hoy necesitamos mucha fuerza interior para no sucumbir ante el pesimismo; ante la desesperación o ante el cúmulo de problemas. Hoy se nos reclama a todos ser muy solidarios, no autoengañarnos, ser muy lúcidos para no confundir la cizaña por el trigo.

Sin embargo es necesario repetirlo, el agudo problema económico que vivimos tiene raíces más profundas; van más allá de lo económico, hay una escala de valores en nuestra vida que cambiar. Dios nos está hablando en los duros acontecimientos que vivimos. Hoy la “cizaña” toma otros nombres: se llama mentira, privada y pública; se llama negociado y especulación; se llama desprecio al que sufre; asfixia económica a una provincia como la nuestra; falta de responsabilidad en el cumplimiento de nuestro deber; infidelidad a la palabra empeñada. Mientras se sigan creyendo más importante el juego de intereses mezquinos de grupos, seguirán existiendo hermanos nuestros que no podrán comer; hospitales que no podrán proveer de lo indispensable para atender la salud de la población; padres de familia que vivirán la incertidumbre del pan de sus hijos. Se seguirá creyendo que la misión evangelizadora de la Iglesia cuando de veras acompaña a su pueblo, es inoportuna y enemiga del pueblo. Hermanos, si describimos todo esto, lo es para que todos comprendamos mejor lo que Dios nos reclama en esta hora. Sigamos orando por la Patria, los creyentes creemos en la eficacia de la oración, lo necesitamos. Esto tampoco significa que nos cruzamos de brazos; que eludimos los problemas y que aprobamos la resignación como meta de la vida. No seríamos cristianos consecuentes con la fe de Jesucristo que profesamos. Pero es verdad, también, que nos hace mucha falta conocer y vivir más el Evangelio de Cristo; salir de cierta fe rutinaria que nos estanca en la vida y no nos hace ver lo que vivimos con los ojos de Dios. Otra cosa es la Tradición que nos trasmite la vida y los valores de nuestros mayores. Que el hambre de pan no nos quite el hambre de Dios, no están separados, están muy unidos, juntos hacen feliz la vida. Le pedimos a Dios que en nuestra vida y en la vida de nuestro pueblo se realice lo que decimos cuando rezamos al Padrenuestro.

Y porque queremos llevar a la vida el Padrenuestro que rezamos, por eso no podemos estar indiferentes ante los problemas de nuestros hermanos; por eso deberemos multiplicar los gestos de ayuda entre quienes más necesitan. No hagamos tantas distinciones cuando está en juego la felicidad de nuestros hermanos. Esto quiere lograr en la Diócesis la “visita” de San Nicolás: VIVIR EL PADRENUESTRO. Esto quiere lograr el Plan del Matrimonio y la Familia: vivir el Padrenuestro. A pesar de la cizaña que encontremos en el camino de la vida, no nos desalentemos. La Rioja debe dar el testimonio de un pueblo que sabe conjugar la realidad, a veces dura de la vida, con la visión de Dios, que debe ser familiar para nosotros el buscar solidariamente la felicidad de todos.