Homilía (15 de julio)

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SALUDOS:

A Punta de Los Llanos en sus fiestas patronales. A NEPE: en sus fiestas patronales. A VICHIGASTA en sus fiestas patronales. al HOGAR DEL CARMEN en sus bodas de diamante, a los turistas, a las delegaciones venidas de afuera, a los enfermos, presos, ancianos, a los pueblos del interior. A ustedes pueblos de la Costa, maestros y alumnos en vacaciones.

Decíamos el domingo pasado, que el año santo era para toda la diócesis una gracia grande de Dios, para llevar a cabo un auténtico proceso de reconciliación y renovación en la vida de cada uno de nosotros en la vida de todo el pueblo riojano. Si lo insistimos es porque necesitamos ir haciéndolo carne en nosotros.

Además, los acontecimientos en que vivimos como argentinos  y por lo tanto como riojanos, nos obliga a reflexionarlos muy serenamente, guiados por la luz de la Palabra de Nuestro Padre dios.. Les decía en Pascua, que: “expresamos la necesidad de la Pascua cuando como pueblo buscamos afanosamente rumbos y caminos nuevos, para concretarla en nuestra tierra riojana, cuando nuestro pueblo hace opciones que permitan romper toda dependencia no querida por Dios y se esfuerza por construir una comunidad de hombres nuevos, esto es liberación, esto, en cristiano, en Pascua… pero que era una tarea; no una meta lograda; que el camino será difícil… que no debemos caer en la tentación de bajar las manos; asustarnos de sus exigencias; que no faltarán quienes por debilidad, por malicia, por intereses personales o de grupos, recurran a toda clase de medios, aun religiosos, para que el cambio, la renovación, la liberación, la Pascua del Señor no camine en nuestro pueblo… Hay quienes no quieren que el pueblo sea un verdadero actor y protagonista de su propio destino querido por Dios… por tanto deberemos estar muy atentos y tener un oído puesto en el corazón de la Pascua, que es Cristo, y el otro, en el corazón de nuestro pueblo, para que pueda ser siempre protagonista en este proceso y no simplemente un convidado.

La lectura de los discípulos de Emaús nos ilumina todo esto que estamos viviendo. Ellos no entendieron que el amigo, que es Cristo, tuviese que sufrir una muerte de Cruz. Se desorientaron; estaban abatidos; no entendían nada; todo se les venía abajo. Necesitaban salir un poco al campo a respirar aire puro, el ambiente de la ciudad les hacía mal. Y ese mismo Cristo, como un viajero desconocido, les acompaña en el camino explicándoles el sentido de todo lo que pasaba. Les estaba dando una verdadera catequesis. Compartía con ellos el sufrimiento que tenía, hacía con ellos el camino de lo que necesitaban; Liberarse de esa Situación Personal y descubrir así lo que significaba vivir una nueva vida, la reconciliación con Dios y con los hermanos, la renovación. Sólo lo entendieron cuando, después de un largo camino, se “Encontraron” en torno a una mesa partiendo el pan de la eucaristía. Cuando volvieron a la ciudad eran otros hombres. Unos días después el Espíritu Santo cambiaba el corazón de esos apóstoles en un corazón nuevo —en hombres nuevos, en hombres libres—, hombres que llegarán hasta el martirio para poder cambiar a la sociedad de entonces.

Comprenderán, mis amigos, que nosotros estamos haciendo el mismo camino que el de Emaús. Quizás no descubramos que con nosotros va caminando Jesús, haciendo la historia con nosotros, esta historia concreta, la riojana, la argentina. Entendemos, entonces, por qué decimos que no debemos bajar las manos. Sigue difícil el camino. Quizás oiremos muchas cosas desagravies, esto se llama, en cristiano, camino de la cruz. Quizás esperábamos que después de un 25 de mayo ya estaba todo conseguido, que podíamos respirar aire puro, que seríamos respetados y no perseguidos, que seríamos convocados y no sospechados de peligrosos o infiltrados, quizás creíamos que todos éramos ya hombres nuevos. Y no es así, porque lo que es meta a alcanzar sólo se la logra con un corazón lleno de esperanza; y que el camino se hace con esfuerzo, sin claudicaciones y no dejarse engañar con inmediatismos ni con falsas ilusiones.

Seguirán siendo vigías y profetas de un proceso que reclama cambios profundos, los pobres y los jóvenes. Son los más débiles; los que no tienen  nada que perder; los que aún tienen el corazón está limpio, y pueden ver más lejos que los inmediatos intereses de quienes ya tienen demasiado satisfecho el corazón con el dinero, el poder y el placer desordenado.

No es fácil reconciliarse con Dios y con los hermanos, ni es fácil renovarse y renovar la vida de una sociedad. No es fácil hacer rupturas que cuestan mucho, no es fácil tener a Dios en el corazón cuando se tiene otros dioses, no es fácil darle un abrazo al hermano cuando, muchas veces lo estamos usando para nuestro propio interés. Por eso el llamado al año santo ha sido para todos. Empezando por quien les habla. O se asume con corazón recto el desafío del cambio que exige la verdadera liberación de un pueblo, o de lo contrario, seguiremos poniéndole vestido nuevo a lo que ya es viejo y sin vida o con vida que ya languidece.

Me decía, hace unos días, andando por uno de los lugares de Los Llanos, un matrimonio que estaba acompañado con una niña pequeña, viven solos en el monte con escasos medios de información, su vivienda es un rancho: “Padre Obispo, me han dicho, decía el hombre, que ahora los que mandan se van a acordar de nosotros los pobres… que podremos juntar leña para hacer carbón, sin que nos la lleven y que podremos vender los cabritos como para poder comer… Nuestro Padre San Nicolás no nos dejará abandonados. Les aseguro que me enseñaron mucho… me hicieron pensar que no tenemos derecho de defraudar una esperanza que es demasiado larga… que todos somos responsables de esta situación… que no significa ver solamente lo negativo… Volvía andando por esos caminos de mucha huella; y sentí necesidad de decirle a nuestro Padre Dios: “perdón, Señor, porque así estamos tratando a tus hijos más queridos que tienes… perdón hermanos si nos burlamos de la esperanza que tienen… perdón si no somos capaces de ayudarles a cambiar la vida que llevan en una vida mejor…

Mis hermanos y amigos… como los discípulos de Emaús, caminemos y no nos cansemos hasta que logremos, todos, juntarnos en una misma mesa comiendo el mismo pan, sin que se quede ninguno afuera de la casa y darnos un abrazo de paz, ¿ustedes creen que es un sueño? … para mí, no, pensemos lo que nos toca a cada uno, para que este sueño se convierta en realidad en La Rioja…

Que este Año Santo hagamos el “Encuentro” de diciembre, junto a nuestro Santuario, le podamos decir a ese Cristo vestido de Alcalde, ¡gracias Señor! Quédate con nosotros porque te necesitamos… el camino es aún largo y nos sentimos débiles. Y a tantos hermanos nuestros, como los del rancho del monte, le podamos decir: hermano, no te faltará la leña para el carbón ni los cabritos para poder comer.