Homilía (14 de octubre)

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SALUDOS:

            Enfermos, ancianos, viajeros, presos, 75 años de la Hna. Margarita, 90 años de la abuela Millicay. PATRONALES: Polco, Aicuña, Santa Cruz, Mazán, Matadero.

            Agradecemos a Dios, porque dominicalmente, en esta Misa Radial, podemos seguir profundizando el sentido de nuestra comunidad diocesana, reflexionar juntos, rezar juntos y orientar la marcha de cada semana. Esto es ir viviendo el Año Santo, porque decíamos el domingo pasado que el Año Santo es un Movimiento, en La Rioja y en el mundo que nos va haciendo a los hombres más hermanos y más felices. Esto significa “reconciliar” y renovar, más aún, debemos ir pensando que este Año Santo, debe materializarse en una Obra concreta,  que sea de bien público y realizada por todos. Sería bueno ir haciendo llegar sugerencias.

         Decíamos, también, al comienzo del año, en las fiestas de San Nicolás, que el “Encuentro” del 31 de diciembre, debía constituirse como el alma de toda nuestra vida, el alma de nuestra pastoral; en la ciudad y en el interior, que no era solamente una ceremonia religiosa cargada de tradición, que se lo vive solo ese día, sino una Tarea de todos y para todos nosotros, como pueblo, tratando de desentrañar todas sus enseñanzas, todo su mensaje, toda la vida que encierra, toda la luz que proyecta sobre el pueblo riojano; de la misma manera que lo hacemos cuando desentrañamos de los cerros de metal que encierra, o de la tierra, desentrañamos el agua que guarda. Así también debemos desentrañar del “Encuentro” de San Nicolás y de todos y cada uno de los pequeños “encuentros” que hacemos a lo largo del año en todos los pueblos de La Rioja, en las Patronales, las enseñanzas y el sentido que tiene para nosotros, como pueblo.

         Sacarle toda la riqueza que tienen estos encuentros de pueblo, en cada patronal, es realizar y vivir el Año Santo en la Rioja. Porque cada “encuentro” es encuentro de pueblo; es encuentro de Dios con su pueblo, es encuentro de hermano, es encuentro con la vida que resucita que se revitaliza, que se hace más esperanza, que se nutre en la Palabra de Dios y en sacramentos que ilumina y orienta la vida de los pueblos; que es encuentro de la tradición con el presente; que es iluminar el camino para construir el futuro; que es encuentro de esfuerzos humanos, de iniciativas, de alegrías y dolores, como pueblo; que nos vuelve a animar a seguir caminando juntos, matando, un poco más, el individualismo y el egoísmo que llevamos en cada uno de nosotros; en las familias y en los pueblos.

         Por eso decíamos, también, que La Rioja es privilegiada, al tener durante el año tantas celebraciones patronales. Lo insisto; son “encuentros” más chicos, con el sentido de aquel Encuentro Grande de San Nicolás. Hay que aprovecharlos bien; hay que prepararlos bien; hay que dedicarle el tiempo que sea necesario para que sea abundante su fruto; cada patronal debe marcar la tónica de la vida y del trabajo de un pueblo; debe profundizar las relaciones humanas para que los esfuerzos sean en bien de todos; para que vayan desapareciendo todo lo que pueda ser la explotación del hombre por el hombre en sus más variadas formas: en las relaciones de patrones y obreros, en las relaciones de esposos, en las relaciones de hombre y mujer, en las relaciones de padres e hijos, en las relaciones de toda dependencia despersonalizante. Cada Celebración Patronal debe constituirse como un “mojón” en el proceso de liberación del pueblo. Si seguimos insistiendo en todo esto es porque estamos convencidos de que por este camino pasa el proceso liberador de nuestro pueblo. Esto no es más que seguir reafirmando la opción que hemos hecho de orientar toda nuestra pastoral diocesana, desde nuestro pueblo y con él; y desde sus propios valores e “identidad”. Entendemos que obrar de distinta manera sería infidelidad a Dios y al pueblo; porque Dios, Nuestro Señor, va tejiendo la historia de liberación en la propia historia del pueblo riojano; que es decir lo mismo si afirmamos: en la historia que todos vamos construyendo cada día, dolorosamente pero llenos de esperanza. Por ahí se dijo que La Rioja es: historia, vida y mensaje. Una gran verdad y que debe ser desentrañado todo su contenido. Para que no nos equivoquemos, aún cuando hablemos de pueblo. Por eso es necesario ir a las mismas fuentes del “ser” riojano y descubrir allí que ese ser, esa alma, este pueblo, ha moldeado su propio ser, su “identidad” con el Evangelio, con el agua santificadora del bautismo y con la sangre de mucho sufrimiento, en el pasado y en el presente, y con la esperanza de muchas jornadas.

            Cada Novena Patronal y cada celebración en la fiesta de cada Patrono de los “pueblos” y “barrios“ y puestos” de nuestra diócesis, debemos saber descubrir, también, que son clamores de pueblo, manifestados en los gestos, en las promesas, en las celebraciones litúrgicas, en las procesiones y peregrinaciones; son ensayos de ir materializando “encuentros” de hermanos, de amigos, de compatriotas, de riojanos y argentinos; son ensayos de ir concretando verdaderas comunidades cristianas, que sean profundas y esclarecidas en su Fe; nutridas y maduras por la reflexión y conocimiento de la Palabra de Dios y por la participación en la Eucaristía; que sean misioneras y apostólicas; que sean comprometidas con el progreso del pueblo en todos sus aspectos; que sean contagiantes por la vida que tienen, por la esperanza que viven por la firmeza la constancia, y la decisión con que obran; que sean abiertas a todo hombre de corazón recto y a los valores del mundo actual; que sean testigos del “hombre” nuevo, realizado en Cristo, y hermosamente cantado en la liturgia del Sábado Santo.

            Comprenderán, entonces, por qué, toda la comunidad diocesana, en sus tres sectores: laicos, religiosos y sacerdotes, debemos llevar a cabo una profunda evaluación pastoral en esta coyuntura política en que nos toca vivir y ser actores. La opción pastoral que un día hicimos, desde el pueblo y con el pueblo, exige que sea cada vez más profundidades desde la Fe, que significa desde el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia, y desde la “identidad” del propio “ser” del hombre riojano; aquí el “hombre” es entendido por “pueblo”. La Fe crece, en el pueblo que crece, y el pueblo crece, apoyado en su Fe. Por eso el pueblo vive siempre con esperanza la dureza de su lucha diaria por la vida. La cultura y la sabiduría popular encuentra la Fe cristiana su sentido último de la vida. Por eso en la medida en que se libera, se humaniza y se evangeliza y realiza también, su proyecto histórico como pueblo.

            Por eso no se imaginan ni miden, el daño que se hacen a sí mismos y a sus hijos quienes a diario siembran la mentira y el agravio en el alma eclesial del pueblo riojano. Seguimos creyendo que es más por debilidad que por malicia. Pero cuando la Fe, el Evangelio, Cristo, se hace historia, tarea, esfuerzo, proceso, en nuestro pueblo no hay que perder el tiempo en “episodios”, hay que mirar adelante y lejos, para que no perdamos el sentido de la vida y el destino de la misma.

            Cuando la Iglesia reinterpretó el Concilio para Latinoamérica, haciendo un diagnóstico de la situación en que vive y señaló los verdaderos caminos de su liberación partiendo de los valores evangélicos del pueblo latinoamericano, también hoy que hemos sido convocados por el Primer Magistrado de la Nación para esta tarea, nosotros seguiremos aportando lo que ya veníamos haciendo para que nuestro servicio pastoral ayude a que como riojanos y como argentinos construyamos fraternalmente la felicidad de todos, sin excluir a nadie, y sin que nadie se sienta, gratuitamente, excluido de esta gran tarea. Con la actitud interior ciego del Evangelio, digámosle a Cristo: Maestro ¡que veamos!… y mientras caminamos, afinemos el oído, nosotros los adultos, al grito profético de la juventud y de los pobres, para que podamos hacer mejor el aporte que debemos hacer con la  responsabilidad que tenemos hoy y de la que tendremos que darle cuenta a Dios.