Homilía (04 de Mayo)

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Hermanos y Amigos:

Decíamos a propósito de la “Jornada Nacional de Oración” que entre los asuntos tratados por el Episcopado Argentino en la última Asamblea Plenaria – había sido la programación de un plan sobre “MATRIMONIO Y FAMILIA”. Este fue el principal objetivo de las deliberaciones del Episcopado. Este plan sobre la familia ha sido ya lanzado a todo el país el día 13 de abril. Las diócesis buscaríamos la fecha oportuna para lanzarlo como prioridad pastoral para el bien- io – 1975-1976 -, después de una adecuada reflexión me ha parecido oportuno hacerlo hoy, en este celebración de la Misa Radial. Es decir que tendremos como prioridad pastoral para este año y el siguiente como objetivo: “EL MATRIMONIO Y LA FAMILIA”.

Está demás señalar la importancia y en cierta manera la urgencia de que nos avoquemos muy seriamente a la Familia. Nadie duda que ella, también, padece graves crisis llegando a tocar sus mismos fundamentos. Se ha dicho muchas veces, la “familia” es la célula base de la sociedad. Basta echar una ligera mirada a nuestras familias para darnos cuenta que urge reflexionar sobre las causas de la crisis que padecen y tomar determinaciones en todos los órdenes para que la familia no se siga resquebrajando. El futuro estará marcado por el grado de solidez y profundidad cristianas de los hogares de nuestra Patria.

La urgencia y la adecuación de una verdadera y profunda EVANGELIZACIÓN en el mundo actual, como nos lo indica el último Sínodo de los Obispos realizado el año pasado en Roma, y la constante renovación y reconciliación a que estamos llamados permanentemente, pero muy particularmente en este Año Santo Universal, encuentran en este objetivo prioritario sobre el matrimonio y la familia, el cauce y la meta de la acción pastoral de la Iglesia. Más aún, creemos que la familia es un objetivo multiplicador.

En efecto, es misión permanente de la Iglesia, animada por el Espíritu Santo, evangelizar a todos los hombres y pueblos. Esta santa y gigantesca tarea fue iniciada en nuestra Patria por los primeros misioneros y continuada por nuestros mayores, cuya labor proseguimos. En años recientes, el Concilio Vaticano Segundo y los Sínodos Episcopales en el orden mundial, la Asamblea de Medellín en el ámbito latinoamericano, y en nuestra patria, la Reunión Episcopal de San Miguel, han significado esfuerzos capitales para profundizar y renovar el trabajo evangelizador de la Iglesia.

El proceso que hemos vivido -aunque por momentos doloroso e incierto- ha sido fecundo. No hay sector de la vida, o actividad humana que no deba ser iluminado por el Evangelio y vivificado por la gracia de Jesucristo.

Considerando al matrimonio y la familia como realidades de primerísimo orden, queremos que la Iglesia Diocesana de La Rioja, como se lo hará en toda la Argentina, les preste preferente atención. En la actualidad se dan circunstancias que nos llevan a dedicarle particular cuidado.

Queremos brindar a nuestros hogares riojanos y a la juventud que se prepara para constituir los hogares futuros, una renovada acción evangelizadora. La Iglesia sabe, también, que solamente las enseñanzas y la gracia de Cristo iluminan el sentido integral del hombre y de su vocación terrena a la vez que eterna.

No podemos negar los obstáculos y serias dificultades que la familia tiene que superar en el mundo de hoy. Ataques doctrinarios, unos claros y otros solapados, al vínculo familiar; ejemplos escandalosos que los medios de comunicación se encargan de divulgar; campañas contra la natalidad realizadas en muchas ocasiones bajo la apariencia de seriedad científica; falta de cohesión interna en muchas familias; intentos de corromper a la juventud con drogas; angustiosas situaciones económicas; pérdida del respeto de la vida – en particular el aborto -, son algunos elementos que ponen en crisis a la familia. Todo esto hace difícil la misma misión evangelizadora que la Iglesia debe cumplir en el seno de las familias.

Sin embargo las dificultades de una tarea así difícil nos debe estimular a emprenderla con decisión y continuarla con perseverancia.

En la vida social la familia ocupa un lugar único e insustituible. Por su misma naturaleza y vocación está llamada a ser “el ámbito privilegiado del amor, de la comunión íntima de las personas, del aprendizaje de una entrega continua y progresiva entre los esposos; el ámbito en que se recibe la vida; el campo privilegiado para la educación de las nuevas generaciones; el lugar de apertura a las demás comunidades, donde se forjan las energías capaces de tejer los hilos de la vida social, de transformar el mundo en una comunidad de hermanos” (Pablo VI). La Familia, abierta a Dios y a los hombres, será “forma- dora de personas, educadora de la fe, y promotora del desarrollo” (Med. 3).

La visión cristiana del matrimonio y de la familia ha de animar, vivificar e impulsar el PROGRAMA DE ACCIÓN PASTORAL “MATRIMONIO Y FAMILIA”.

Que ponemos en marcha para toda la diócesis como prioridad pastoral para el bienio 1975-1976.

Este programa de acción pastoral para toda la diócesis deberá ser tarea de todos.

Apuntará a las siguientes metas dentro del objetivo: “MATRIMONIO Y FAMILIA”.

  1. CONOCER LA REALIDAD

Es necesario estudiar, a nivel de toda la diócesis, la situación del matrimonio y de la familia, reconociendo todo lo que hay de positivo y los problemas, de diverso orden, que afectan al matrimonio y a la familia.

  1. FORTALECER LOS IDEALES

Debemos hacer un esfuerzo de reflexión sobre lo que se vaya conociendo. Urge también fortalecer los ideales y ofrecer estímulos permanentes a nivel cultural, social y religioso, que permitan a nuestras familias una plena realización humana y cristiana.

  1. INTENSIFICAR LA EVANGELIZACIÓN

Ella conducirá a las familias a profundizar su fe, a lograr una mayor calidad de vida humana y cristiana y a integrarse más activamente en la comunidad.

LA FAMILIA EVANGELIZADA se hará FAMILIA EVANGELIZADORA.

Para hacer posible esta ardua tarea pastoral, oportunamente se dará a conocer los medios concretos de su realización. Ciertamente que nombraré un Organismo Diocesano que coordine toda la tarea en la diócesis.

En el nombre de Cristo lanzamos este programa de acción pastoral sobre el matrimonio y la familia; creemos en el soplo renovador del Espíritu Santo; ponemos bajo la protección de la Sagrada Familia todos los esfuerzos que se lleven a cabo para que nuestros hogares riojanos del presente y del futuro sean felices y ayuden a ser felices a los otros.

Todo esto supone que en la medida en que esté nuestra acción pastoral acompañada de una continua y profunda oración, la semilla del Evangelio que se siembre en cada hogar y en cada corazón joven que se prepara para constituirlo producirá los frutos que esperamos.

Sobre este tema volveremos otras veces.