Homilía (02 de Marzo)

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Amigos y Hermanos radioyentes de L.V. 14.

El domingo pasado concluíamos nuestra reflexión con la pregunta que San Pablo hizo al caer del caballo, en su viaje a Damasco: “Señor qué quieres que haga”.

Creo que si pudiésemos juntar todas las respuestas que durante la semana hemos escuchado de nuestro Padre Dios, podríamos escribir un libro con esas respuestas; son experiencias vividas y que iluminan la vida. Le agradecemos a Dios porque nos sigue hablando de diversas maneras, como lo suele hacer El. Lo importante es saber y poder tener afinado el oído para descubrir su Voz y darle acogida a lo que nos dice. Me parece que se va como desovillando eso del comienzo de la cuaresma: “conviértete y cree en el Evangelio”.

En este domingo; tenemos una hermosa página del Evangelio ( Jn. 4, 5-42). Lo acabamos de escuchar. Es un diálogo de Jesús con una mujer Samaritana, junto al brocal de un pozo de agua, llamado: “pozo de Jacob”. En este diálogo tenemos la respuesta que todos buscamos para nuestra vida. También la Samaritana quiere saber de Jesús: “qué debe hacer…” En este diálogo, Jesús le responde en pocas palabras: “Si conocieras el Don de Dios y quién es el que te pide de beber, le pedirías tú, y él te daría agua viva… el agua que yo le daré salta hasta la vida eterna…”. “…los que quieran dar culto verdadero adorarán al Padre de los cielos en espíritu y verdad…”. “…sé que va a venir el Mesías, el Cristo, cuando él venga El nos lo dirá todo… Jesús le dice: “Soy yo, el que habla contigo…”.

“SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS”. Esta es la gran respuesta que nuestro Padre Dios nos hace a nosotros, como individuos y como pueblo, al preguntarle: “Señor, qué quieres que haga…”. Conocer el “DON DE DIOS”, es conocer a JESÚS. Jesús es el regalo que nos da nuestro Padre Dios. Este es el regalo que nos hace en el bautismo; darnos la FE, la Esperanza y el Amor en Jesús. Entregarnos la VIDA que Jesús nos trae de nuestro Padre Dios. Es el regalo que Dios quiere darnos al decirnos el miércoles de ceniza: “conviértete y cree en el Evangelio”. Esta es “el agua que salta hasta la vida eterna”: la misma vida de Dios en nosotros que nos lleva al encuentro con nuestro Padre Dios. La Vida que nos exige ser: amigos, hermanos, constructores de una sociedad distinta de la que vivimos; ver las cosas, la creación, la vida, los bienes materiales, con la misma mirada de Dios. Por eso el anuncio de Jesús es BUENA NOTICIA; éste es su Evangelio; es al que tenemos que convertir la vida individual y como pueblo. Sólo así podremos adorar a nuestro Padre del cielo en “espíritu y en verdad”, sin fingimientos; sin buscarnos a nosotros mismos; sin creernos falsos dioses; sólo así seremos hombres libres; hombres que construiremos esa anhelada paz; pero por caminos de verdadera justicia y amor a nuestros semejantes; solamente así sabremos descubrir en el rostro de cada hombre el rostro de Dios, porque ese Dios se ha hecho hombre; vive entre nosotros; camina con nosotros; somos su pueblo; toma un nombre y se llama: JESÚS.

En la persona de la Samaritana, estamos representados nosotros. El diálogo de Jesús con la Samaritana es el diálogo que permanentemente debemos hacer los hombres de nuestro tiempo para reencontrar, si lo perdimos, o encontrar por primera vez, a Jesús. El es la GRAN RESPUESTA a nuestra pregunta que no nos deja en paz: “¿Señor qué quieres que haga? Como ven, es una página evangélica muy rica para reflexionarla, solos y en familia. En esta Cuaresma, Dios nos va poniendo estos pasajes evangélicos, como faros para que en el camino de nuestra vida diaria vayamos iluminando el camino que venimos haciendo. Simplemente, en una reflexión dominical, no nos permite sino echar algunas pistas para que en la semana podamos seguir pensando y tomando resoluciones para la vida. Es un pasaje muy rico para la catequesis; es un canto de esperanza; es muy humana y a la vez una ayuda muy grande para que redescubramos el “don de Dios” que es la “Fe Cristiana”, que tenemos por el bautismo.

A la luz de este texto del Evangelio, les quiero hacer esta última reflexión. En este “año santo universal” y en este año, en el que nos hemos propuesto hacer, por la diócesis, una visita misionera con la Imagen de San Nicolás, todos debemos proponernos profundizar el “Don de Dios” de nuestra Fe Cristiana. Necesitamos sentir la necesidad de reevangelizarnos. No para evadirnos de nuestras responsabilidades y de nuestros problemas concretos, sino para mirarlos a la luz de Cristo.

Concretamente: debemos dar un impulso muy grande a la catequesis en nuestra diócesis. El Obispo y con él todos los sacerdotes, tenemos como la gran tarea y misión ser los primeros catequistas de nuestra comunidad. A esta misión primordial, llamamos a hermanos de nuestra comunidad para conferir- les la misión de ser catequistas. Por eso queremos, una vez más, agradecer y animar a nuestros catequistas por su sacrificada y evangélica misión que cumplen. Pero todos los bautizados y confirmados, por exigencia de la Fe que profesamos, debemos ser catequistas. El papá y la mamá en su propio hogar. Es tarea como padres y como pareja ayudar al crecimiento de la Fe en sus hijos. Es tarea de nuestros maestros y profesores darles a los niños y a los jóvenes la visión cristiana de la vida y fundamentarles las razones por qué creen, por qué esperan y viven. Es tarea de cada Comunidad cristiana. Trasmitimos a nuestros hijos y a las generaciones futuras no sólo conocimientos y nociones de religión; esto es necesario, pero lo fundamental es trasmitir una VIDA y ésta es la VIDA DE DIOS por y en Jesucristo a través de la Palabra de Dios y de la participación consciente, activa y madura en los sacramentos, especialmente en la celebración de la Eucaristía.

Por eso no se extrañen que debamos exigir mayor preparación en quienes reciben los sacramentos; sea ellos los niños para la comunión y la confirmación; sean ellos los padres y padrinos; sean ellos las comunidades cristianas que deben respaldar la Fe de quienes se inician en la vida cristiana; sean ellos los novios que se preparan para el matrimonio. A veces encontramos que algunos se molestan porque la Iglesia les exige mayor preparación. Piensen que es para felicidad de ustedes. Por supuesto que quienes son legítimamente llama- dos para catequizar o preparar a los sacramentos, especialmente al matrimonio, deben ser cristianos que con sus vidas den testimonio de esa vida que anuncian; ser fieles hijos de la Iglesia; ser verdaderos servidores de sus hermanos.

No es mi intención entrar a reflexionar las exigencias de cada sacramento en esta homilía radial. Pero, sí, quiero señalar esto: todos estamos llamados a la reconciliación. Existe un sacramento que se llama precisamente el sacramento de la reconciliación; la PENITENCIA SACRAMENTAL. Creo que es necesario ahondar su importancia y su proyección. También en este sacramento requerirá una reflexión profunda para que sepamos descubrir mejor el “don de Dios” que se nos da en el “perdón sacramental”. Lo deberemos hacer quienes tenemos el ministerio de presidir su celebración y quienes se acerquen al confesionario. Oportunamente daremos lo que en esta materia, la misma Iglesia ya nos ha señalado y facultado dar. Advirtamos, todos, que no darle toda la importancia que tiene, es no descubrir el “Don de Dios”.

Por último: “ahondar el Don de Dios” que es nuestra fe cristiana, no es evadirnos de nuestra realidad concreta en que vivimos como riojanos y como argentinos. Es todo lo contrario. Porque no es conocer el “Don de Dios” buscar que la Iglesia se reduzca a los solos recintos de los templos. Ni es asumir y vivir la Fe como Don de Dios, rechazar a la Madre Iglesia, herirla, y usar de la misma Fe para conseguir otros fines que son, algunos de ellos, inconfesables.

Amigos, revisemos la propia vida a la luz de esta invitación que Jesús le hace a la mujer Samaritana: “SI CONOCIERAS EL DON DE DIOS y quién es el que te pide de beber…”. Porque como se ha dicho: “en la tarde de nuestra vida, se nos pedirá cuenta de cómo la hemos administrado”.