Homilía (01 de Marzo)

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Hermanos y Amigos radioyentes de L.V. 14.

En esta semana he tratado de releer las cartas y las actas de los llamados Padres Apostólicos, San Ignacio de Antioquía y San Clemente Romano. Dos Obispos de la Primitiva Iglesia que nos legaron junto con el testimonio de su Fé en el martirio, la sabiduría de sus cartas y catequesis que daban a sus comunidades cristianas. Pertenecen al Siglo II. Parecieran que fueron escritas para nuestro tiempo; son reconfortantes; nos ayudan a iluminar el momento difícil que vivimos; clarifican la misión del Pastor, Obispos y Presbíteros en un mundo pagano como el de entonces; clarifican a la comunidad cristiana, previniéndola de las malas doctrinas de entonces y de los engaños que se difundían para hacerlas debilitar en la fe, apartarlas de Jesucristo y de su Iglesia y lograr dividirlas en su seno en grupos antagónicos. Les cito algunos textos de San Ignacio de Antioquía: “…ahora bien, como hijos de la luz verdadera, huyan de toda división y de toda doctrina perversa; en cambio donde esté el Pastor, allí deben seguir ustedes. Porque muchos lobos, que se presentan como dignos de mucho crédito, cautivan con funesto placer a los seguidores de Dios. Sin embargo, gracias a vuestra unión, no tendrán entre ustedes cabida alguna… no se dejen engañar, hermanos míos. Si alguno sigue a un cismático, no hereda el Reino de Dios. El que camina en sentir ajeno a la Iglesia, ese no puede tener parte en la pasión del Señor. Pongan, pues, todo ahínco en usar de una sola Eucaristía; porque una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno solo el Cáliz para unirnos con su Sangre; un solo altar, así como no hay más que un solo obispo, juntamente con el colegio de los presbíteros y con los diáconos, con siervos míos. De esta manera, todo cuanto hagan, lo harán según Dios…” (Carta a los Filadelfios: cap. 1 y 2).

Y en una carta que San Ignacio escribía a San Policarpo, le decía: “…Yo te exhorto, por la gracia de Dios de que estás revestido, a que exhortes tú a todos a que se salven. Desempeña el lugar que ocupas con diligencia de cuerpo y espíritu. Preocúpate de la unión, mejor que la cual nada existe. Llévalos a todos sobre ti, como a ti te lleva el Señor. Sopórtalos a todos con espíritu de caridad, como ya lo haces. Dedícate sin interrupción a la oración. Carga sobre ti, como perfecto atleta, las enfermedades de todos… que no te amedrenten los que se dan aire de hombres dignos de todo crédito y enseñan doctrinas extrañas a la Fe. Por otra parte mantente firme, como un yunque golpeado por martillo. Sé más diligente de lo que eres. Toma mayor conciencia de los tiempos que vivimos. Aguarda y confía en AQUEL que está por encima del tiempo; al que se hizo hombre y por todos nosotros sufrió: JESUCRISTO… (Carta a S. Polic. 1- 3).

Estos textos de los Padres Apostólicos me hacen reiterar lo que les decía al comienzo del año: “seamos constructores de esperanza y de paz”. No importa que algunos no la entiendan o no lo quieran entender. Es con el Evangelio de Cristo con que las queremos construir. No necesitamos otra cosa. Si lográsemos conocerlo a fondo; penetrarlo profundamente y vivirlo individual y colectivamente, no sufriríamos lo que estamos viviendo. El Cristo, el Evangelio y la Iglesia de San Ignacio de Antioquía y de los Padres Apostólicos es el nuestro. Los fundamentos por los cuales sufrieron el martirio, son los mismos por los cuales muchos, hoy, sufren el martirio físico o moral. En el fondo está en juego el egoísmo versus el amor y la justicia. Por eso, hermanos, es preciso que tomemos mayor conciencia acerca de las exigencias que hoy tiene el ser cristiano. Hoy se nos prueba como en los primeros siglos; se prueba a todo hombre que busque ser limpio de corazón y servidor de sus hermanos. El discípulo no puede ser mayor que el maestro, nos lo dice el mismo Jesús. “Cargar la cruz, cada día” supone ser consecuente, en la vida, con el Evangelio. Los injustos, los que odian; los que desprecian al hombre como imagen de Dios, los que hacen del placer desenfrenado, del dinero y del poder un Dios, no pueden ser catalogados de cristianos que asumen sus consecuencias; han renunciado a cargar la cruz, como estilo de vida, para vivir en la solidaridad el amor humano y cristiano. Aunque nos puedan hacer sufrir muchas situaciones actuales, esto no nos debe hacer perder la paz interior, la esperanza, el coraje y el sabor por la vida.

Por eso, guiado en el Evangelio del Señor y a ejemplo de nuestros herma- nos los Padres Apostólicos de los primeros siglos de la Iglesia, les quisiera advertir algunas cosas que me parecen pueden desorientarlos y hacerles sufrir. La detención del Vicario General y de un Párroco de nuestra diócesis, nos han brindado un panorama digno de prestársele la atención no sólo en La Rioja sino en la Argentina. De esto, para información de ustedes he comunicado a quienes debo hacerlo.

Siempre el demonio ha buscado y buscará dividir y confundir a los hombres; sembrar la cizaña en el corazón de los hombres; hacerlos aparentemente felices para perderlos eternamente. De esto no nos engañemos. De ninguna manera busco ser alarmista. Todo lo contrario; pero sí alertados; es mi misión y la de todos ustedes también.

HERMANOS: Escuchen: en esta confusión y desorientación que vivimos, se busca abierta o solapadamente dividirnos; esta división se la intenta especialmente en la Iglesia; entre cristianos. Con distintos nombres y procedimientos aun valiéndose de buscar defender la fe católica. Se busca separar a la Iglesia de su pueblo confundiéndolo y haciéndole perder la confianza en la Madre Iglesia; se busca dividir y separar a los pastores, llámense obispos o sacerdotes de sus comunidades; se busca dividir a los sacerdotes entre sí con la amenaza, el desprestigio o el halago, haciéndolos aparecer a unos fieles y a otros infieles; se busca dividir a las diócesis argentinas; se busca contraponer a la Iglesia de Pío XII con la de Juan XXIII y Pablo VI; se busca hacer aparecer a la diócesis de La Rioja separada de las otras diócesis argentinas; se busca desconocer su condición de católica a la Diócesis de La Rioja; se busca obstaculizar la misión divina de la Iglesia junto a su pueblo en la catequesis y en la Evangelización; se busca controlarla para que el Evangelio no llegue a su pueblo; se busca suprimir toda militancia cristiana y apostólica en su laicado; se busca contraponer a los hijos de esta noble tierra riojana con los que no han nacido en ella.

HERMANOS: no busco dramatizar ni crear desorientación, simplemente les debo alertar para que la fe de ustedes no sufra detrimento. No se alarmen el Señor cuida de su pueblo; Él es celoso de su pueblo.

La Unidad Eclesial, a todo nivel debe ser tenida muy en cuenta. Es el distintivo de los discípulos de Cristo. Que las debilidades humanas no les haga perder la “comunión” entre ustedes y con la Madre Iglesia.