Fiesta de Santa Rita – 22 de mayo de 2022

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Con santa Rita, asumamos los desafíos de nuestro tiempo

Homilía de Mons. Dante Braida pronunciada en la Iglesia Sagrado Corazón y Santuario Santa Rita. Textos bíblicos: Hc 15, 1-2. 22-29 Jn 14,23-29

Chilecito, 22/05/2022

Queridos hermanos y hermanas:

Con alegría nos reencontramos celebrando la fiesta de Santa Rita aquí en su Santuario de Chilecito, luego de dos años de haberla celebrado de otro modo, más desde nuestros hogares. Para mí es una alegría especial porque es la primera vez que puedo venir a compartir este momento de gracia y a recibir la ayuda e intercesión de Santa Rita.

En el texto del Evangelio que acabamos de escuchar Jesús nos dice: “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él.” Jesús nos hace una promesa que la cumplirá cuando nos envía al Espíritu Santo y, a través de él, habite en nosotros la Santísima Trinidad. Desde que fuimos bautizados Dios vive y habita en nosotros, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Lo más grande, lo mejor, el todopoderoso, el Dios humilde y lleno de amor vive en cada uno de nosotros. Con él podemos contar a toda hora y en todo lugar, en las alegrías y en las tristezas, en los momentos de bonanza y en las dificultades. Para que Él nos guíe en todo momento hace falta que lo invoquemos constantemente y de modo particular en tiempos cuando rezamos, leemos su Palabra, cuando lo buscamos en la intimidad de nuestros ser.   Santa Rita fue una mujer de oración, caminó con Jesús toda su vida y con él iba descubriendo el camino a seguir cada día. Como ella también nosotros estamos llamados a perseverar en una vida orante que nos lleva a dejar de lado todo egoísmo y autorreferencialidad para que solo en el Señor podamos abandonarnos con entera confianza.

2- Nos decía también Jesús en el Evangelio: “Les dejo la paz, les doy mi paz, no como la da el mundo.” Para poder desarrollarnos como personas necesitamos la paz interior y vivir en un ambiente de paz. Para eso hace falta tener todo aquello que necesitamos para crecer como seres humanos: el alimento cotidiano, el vestido, techo, educación, un trabajo, los afectos, una sana integración social, vida espiritual activa, etc. Habitualmente hay muchas situaciones que nos perturban en la vida y de muchas de ellas nos cuesta salir, y la paz se nos hace costosa. Por eso necesitamos suplicarla y pedirla a aquel que nos la da en plenitud y que además nos anima e invita a confiar totalmente en Él al decirnos “¡No se inquieten ni teman!”

Queridos hermanos, sabemos que en la vida de santa Rita también hubo problemas. Problemas con su esposo, con sus hijos, problemas que ponían en peligro la salvación de ellos. Rita tenía una visión muy amplia de la vida. Tenía bien presente que Dios nos creó para el cielo y Jesucristo nos vino a rescatar del mal para que llevemos una vida digna aquí y nos encaminemos a la plenitud el día que tengamos que partir. Por eso vivió muy comprometida con la conversión de su esposo y de sus hijos que, finalmente, se dan luego de un proceso difícil pero fructífero. Ella confió en el Señor aun cuando las situaciones eran difíciles. Porque confió no fue defraudada.

También en nuestras vidas hay dificultades y, a veces, situaciones de difícil resolución. Por eso también nosotros estamos llamados a confiar en el Señor y a poner todo de nuestra parte. El Señor nos da su Paz, nosotros tenemos que recibirla y compartirla de modos concreto. Por eso ante dificultades en la familia necesitamos escucharnos mucho, dialogar, darnos tiempo para realizar procesos de cambio. Necesitamos animarnos al perdón, al soñar juntos, a concretar proyectos, a luchar juntos en los problemas que se presentan. También necesitamos orar personalmente y en familia.

También en la Iglesia suceden problemas, hay dificultades para entendernos, como ocurrió en las primeras comunidades, y bien lo relata el libro de los Hechos que hoy proclamamos. Sí, se habían formado dos bandos: los que tenían tradiciones religiosas previas a la conversión al Evangelio y aquellos que no las tenían pero que creían y confiaban en el Señor Resucitado. Con oración, mucha escucha, diálogo y con un discernimiento comunitario, juntos llegaron a descubrir la voluntad de Dios y desprenderse de lo que limitaba la vida de fe y asumir con mayor libertar la vida y la misión de la Iglesia.

En este tiempo queremos en la Iglesia vivir fuertemente la ‘sinodalidad’, o sea poner de manifiesto clara y decididamente que en la Iglesia todos tenemos un lugar propio y mucho que aportar caminando junto con los demás. También hoy tenemos dificultades y muchos desafíos, y está la tentación de vivir la fe cada uno por su lado, o aislado en mi grupo de pertenencia sin conocer y valorar la vida de otros.

Con la ayuda de Dios y la intercesión de Santa Rita y nuestros beatos mártires necesitamos construir comunidades ‘Vivas y dinámicas’, comunidades sensibles a los demás y valientemente misioneras. Guiados por el Espíritu Santo, necesitamos renovarnos y actualizarnos en cada grupo de catequesis, en los movimientos eclesiales, en las áreas pastorales. Si es necesario, tenemos que crear nuevos grupos para responder a los nuevos desafíos de este tiempo. Si nos sentimos llamados a ello no miremos para otro lado. Hoy, como Iglesia, tenemos que salir y estar al lado de quien lo necesita, de los más pobres y sufrientes, de quienes no han tenido o no tienen un buen ambiente familiar, de quien está preso de alguna adicción, también de quienes están absorbidos en un consumismo que siempre ahoga y aísla. Esa presencia cercana y oportuna es una señal clara de que estamos en el camino del Evangelio.

  • A Santa Rita la tenemos como patrona de los Imposible. De lo que nos cuesta, de aquello que no le encontramos salida. Y cuántas veces estamos en estas encrucijadas también nosotros estamos en esas situaciones. Con cariño y comprensión ella nos recibe en este Santuario para animarnos y consolarnos. Porque ella sabe, ella también experimentó situaciones límites. Pero su mirada estaba puesta en Aquél que venció lo que parecía imposible, Aquel que venció todo mal y hasta la misma muerte: Jesús. Sí, es así, Jesús en su Pasión asume todo los males de la humanidad para destruirlos con su muerte. Jesús asume toda realidad de pecado y maldad para lavarlas con su sangre. También asume los males de nuestro tiempo. Y cuántos males nos rodean!: guerras atroces, violencia, ambición de dinero y de poder, corrupción, divisiones, crímenes, indiferencia… Cuántos de estos males afectan directamente a nuestras vidas y la de nuestros semejantes. Muchas veces nos sentimos débiles y pequeños ante tanta maldad y hasta podemos sentirnos derrotados por el Mal Espíritu que nos dice “no se puede hacer nada”. Pero jamás tenemos que acostumbrarnos a los males que nos afectan. Con Cristo el mal es vencido y con la fuerza de su Cruz podemos enfrentar juntos los males de este tiempo. Para eso es necesario salir de nosotros mismos, no quedarnos encerrados en nuestros cálculos limitados o en especulaciones egoístas. Abrámonos a Dios en primer lugar y, si reconocemos que el mal nos ha desviado, volvamos a Él inmediatamente, pidamos perdón, recurramos al sacramento de la reconciliación y sigamos adelante procurando, con su ayuda, no volver a las faltas pasadas.

Para enfrentar los males de nuestra sociedad es necesario que salgamos también al encuentro de otros hermanos y hermanas que buscan trabajar por una sociedad más justa, libre de toda corrupción y violencia. Tejiendo redes con otras personas o entre instituciones que buscan algo nuevo y mejor para la sociedad el bien puede vencer a tantos males enquistados.

No vivimos tiempos fáciles. Saliendo de la pandemia la crisis económica afecta la vida de muchos ciudadanos. Sin embargo, éste puede ser un tiempo donde nos animemos a algo mejor. En unas reflexiones que publicamos el pasado mes con el Consejo de Pastoral Diocesano y la Pastoral Social decimos: Creemos que este es un tiempo para cambios profundos, que nos conduzcan a la construcción de una sociedad donde todos sus habitantes tengan los recursos suficientes para cubrir sus necesidades básicas”, y lo decíamos asumiendo las palabras del papa Francisco: “De una crisis no se sale igual: salimos mejor o peor… Alimentemos lo bueno, aprovechemos la oportunidad y pongámonos todos al servicio del bien común.[1]

  • Queridos hermanos y hermanas, este es nuestro tiempo. Tenemos que aceptarlo y amarlo. Tenemos que asumirlo y, como lo hizo santa Rita, hoy recorrer nuestro propio camino de santidad porque sí, Dios se juega por nosotros cada día y nos ayuda para que todos seamos santos en la vida cotidiana. Él vive en nosotros y a cada momento nos sigue donando su Amor y su Paz para que siempre sembremos algo bueno y bello en nuestro caminar diario y, construyendo sociedades más justas y participativas nos encaminemos juntos a la patria eterna, nuestra morada definitiva. Así sea.