Fiesta de San Nicolás (07 de Julio)

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Cada fiesta patronal que celebramos en honor de San Nicolás, trae un mensaje especial. Este mensaje viene envuelto con acontecimientos grandes y pequeños; pero todos importantes para la reflexión y para tomar determinaciones en la vid futura. En la carne dolorida de un pueblo que llora y reza, sentimos la presencia y el paso de Dios por nuestra tierra riojana y por nuestra Patria. Dios, nuestro Padre, está hablando a su pueblo desde el dolor.

Esta fiesta de San Nicolás está como guardada en un marco de acontecimientos, importantes y cargados de lecciones. Unos de tipo netamente Religiosos (el Año Santo Diocesano y Universal, el VII Congreso Eucarístico Nacional, el Sínodo Mundial de los Obispos); otros de tipo más bien Social (la muerte del Teniente General Juan Domingo Perón).

Me guía en esta última reflexión que hacemos en las Fiestas de San Nicolás, un verdadero y hondo sentido religioso y evangélico; un deber pastoral para con la Diócesis; una necesidad de pensar y rezar juntos, como pueblo; una mirada serena y esperanzada de futuro. Queremos volver a nuestras casas y a nuestros pueblos, con el alma retemplada y con la esperanza más fortalecida. En este mismo lugar, el atrio de nuestra Catedral, iniciamos el 74, que estamos viviendo, con el tradicional Encuentro de San Nicolás y el Niño Alcalde. Entonces nos propusimos que El ENCUENTRO sería la gran tarea para todo este año, Año Santo. Hoy hacemos un alto en el camino, para evaluar esta marcha. Miramos nuevamente El TINCUNAKO de diciembre desde donde nos dirigimos al reiniciar la marcha. En estos días de la Novena, hemos meditado, pensado, rezado; nos hemos fortalecido con la Palabra de Dios y con la Eucaristía; hemos sentido la necesidad de reconciliación con Dios y entre nosotros.

Teníamos necesidad de un abrazo fraternal.

Y si hablamos del ENCUENTRO de San Nicolás con el Niño Alcalde, lo hacemos porque no se puede comprender a La Rioja, en lo más profundo de su ser, si no desde este hecho profundamente religioso en su sentido y en su contenido, y no folclórico como corre el riesgo que se lo desnaturalice. En él descubrimos nuestra historia más auténtica, nuestra vida presente y los caminos por donde debe orientarse nuestro futuro. El ENCUENTRO se hace en Cristo, que es el fundamento de los valores y de la vida de nuestro pueblo… y el Patrono de La Rioja, San Nicolás, que se hace caminante con nosotros, para que aprendamos a jugar la vida por el pueblo hasta sus últimas consecuencias. Hoy la Patria necesita mucho vivir el ENCUENTRO RIOJANO.

AÑO SANTO

Estamos celebrando esta Fiesta patronal en el Año Santo. Lo hemos repetido muchas veces, pero nunca será lo suficiente hasta que logremos vivirlo intensamente en La Rioja y en la Patria. Reconciliarnos con Dios y entre nosotros, no es tarea fácil. Quien en la vida perdió el rumbo de Dios, necesita encontrarlo, porque su vida se irá frustrando. El que está desencontrado con sus hermanos, no podrá encontrar nunca a Dios. Porque “no podemos decir que amamos a Dios que no vemos, si no amamos a nuestros hermanos a quienes vemos”.

Necesitamos dejarnos penetrar por el Evangelio; necesitamos que la Palabra viva de Dios penetre nuestra vida y la vida de todo el pueblo; necesitamos de mayor encuentro y reconciliación, no para cubrir injusticias y desequilibrios sociales y morales. No podemos hablar de mucha reconciliación, si aún en nuestra tierra tienen carta de ciudadanía la injuria, la calumnia y la mentira. Si decimos que necesitamos hacer una comunidad de hermanos y de amigos, no decimos un sueño, sino una meta a la que nadie puede renunciar. Necesitamos superar desuniones, resentimientos, odios, amenazas; esto no construye un pueblo que todos soñamos y que soñó nuestro Presidente fallecido.

LA MUERTE DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA

No podemos celebrar la Fiesta de nuestro Patrono, sin reflexionar en torno a este acontecimiento doloroso, a saber: la muerte de nuestro Presidente. Si la muerte de cualquier hombre es importante reflexionarla, mucho más lo es la muerte de este hombre que fue nuestro Presidente y que se llamó JUAN DOMINGO PERÓN.

Hoy el pueblo argentino está dolorido y llora la partida definitiva de su Presidente. Sentimos todos un profundo dolor cristiano. Ha muerto un hombre que supo ser El GRAN INTÉRPRETE DE SU PUEBLO, más allá de las debilidades y limitaciones humanas. La Patria está de duelo, porque ha perdido a un hijo preclaro, a un gran Presidente, y a un intérprete del alma de su pueblo. Nadie puede mirar con superficialidad este dolor del pueblo argentino, cualesquiera sean sus ideas o maneras de concebir las cosas. Dios, nuestro Padre, está hablando a la Patria desde el dolor de su pueblo. Dios nos está convocando a todos los argentinos a que reflexionemos serena, lúcida, sincera y sensatamente. Si hemos sepultado a un Presidente, nos queda como herencia una vida fecunda, que se convierte en mensaje para todos los argentinos; nos queda una ardua tarea por realizar; nos queda mucho trecho en el camino iniciado; nos queda una justicia que no acaba de hacerse carne en nuestro pueblo y una paz que nos acaba de florecer en nuestro suelo; nos queda una juventud que debe asumir corresponsablemente su misión específica; y nos queda la voz de nuestros hermanos los pobres que no debe ni puede ser desoída; nos quedan hondas heridas por restañar, sectores de la vida nacional que reconciliar y una profunda y auténtica revolución en paz que realizar. No tenemos tiempo para perderlo distraídamente, ni podemos autoengañarnos. Somos llamados a ser creativos y protagonistas de este proceso.

Hermanos, permítanme que me dirija a quienes más directamente heredan un Movimiento políticamente estructurado por nuestro Presidente fallecido. Lo hago como Obispo de la Diócesis y como hermano argentino. Hoy la Patria y La Rioja exigen que superen toda división, que dejen de lado toda ambición personal o de grupos si los hubiere. Piensen que son “administradores” de un legado y no “dueños“; el dueño es el pueblo de la Patria, somos todos los argentinos. Piensen que Argentina ha dado un testimonio al mundo, de dolor, de cariño, de solidaridad, de madurez cívica, por la muerte de su Presidente. Más aún, quienes fueron adversarios hasta ayer, hoy, ante sus restos, tributan un noble testimonio de amistad al despedir al amigo. Si todos los sectores que configuran la comunidad argentina sintieron hondamente la muerte del General Perón, todo esto los obliga y nos obliga a todos a llevar a cabo la reconstrucción liberadora que la Patria necesita, con los valores que el pueblo tiene en su alma y desde él mismo, haciéndolo verdaderamente protagonista.

Este doloroso y fecundo acontecimiento de la muerte de nuestro Presidente debe ser visto desde la Fe y desde la realidad concreta en que vivimos. Ambas visiones son necesarias para no equivocarnos. La Iglesia, en su irrenunciable misión evangelizadora y santificadora, deberá seguir acompañando a su pueblo; esa es su misión. Hoy más que nunca sentimos la urgencia del cumplimiento de esta misión, con todos los riesgos y dolores que puedan reportarle. En nuestro caso, no hacemos más que ratificar lo que, con la ayuda de Dios, hemos venido haciendo.

Es hora de superar antagonismos estériles, para volcarnos a una labor fecunda en provecho de nuestro pueblo. Superemos susceptibilidades y no permitamos jamás que la intriga o el agravio se constituyan en las herramientas para construir. Además, permítanme que lo diga: no utilicemos nunca a la Iglesia para poder lograr otros fines que son ajenos a ella.

UNA MUJER, PRESIDENTE DE LA NACIÓN

Pareciera que Dios, nuestro Padre, repitiera la historia bíblica en nuestra Patria. Cuando Dios quiere hacer cosas importantes en su pueblo, elige lo que es frágil y débil, lo que para los grandes del mundo no tiene mayor importancia.

Así sucedió cuando eligió a David para derrotar al gigante Goliat. Así elige a María cuando quiere salvar a la humanidad con su encarnación. Así elige a pastorcitos cuando quiere entregarle a los hombres grandes mensajes para su salvación: Fátima, Lourdes. Así elige a hombres sencillos como Francisco de Asís o Juan XXIII cuando quiere renovar, purificar y traer cambios profundos en los pueblos.

Una de los signos de nuestro tiempo es el signo de La Mujer en las grandes responsabilidades de la sociedad. Más allá de un nombre concreto, quiere hacer reflexionar sobre este signo profundo y significativo de Dios para con nuestra Patria. Una mujer rige los destinos de la Nación. ¿Qué nos quiere decir Dios, a nosotros argentinos, en esta hora histórica en que un pueblo llora la muerte de su intérprete y de su conductor?… “Porque miró la pequeñez de su sierva, por eso hizo grandes cosas el Señor. Derribó a los soberbios de sus tronos y exaltó a los humildes”… “Si el Señor no edifica la ciudad, en vano la edifican los hombres”… nos dice la Biblia.

EN SUMA

Así nos encuentra esta celebración patronal de San Nicolás. Vivimos un Año Santo, que sigue reclamando cambios profundos en las actitudes de nosotros los hombres y en los pueblos, para que sea verdadera la reconciliación con Dios y entre nosotros. Vivimos un Año Eucarístico, que nos invita a todos los argentinos a que con esperanza y con esfuerzo común seamos capaces de hacer de la Patria una gran familia de hermanos, donde podamos comer todos del mismo pan sin que nadie se excluya ni sea excluido. Vivimos un Año Universal, donde a los cristianos se nos urge replantearnos las exigencias de la Fe cristiana y cómo ser testigos del Evangelio de Cristo en este mundo de hoy, que siente hambre de justicia y de paz. Vivimos este año, como argentinos, un dolor profundo por la ausencia de quien fue el intérprete de nuestro pueblo. NOS DESPEDIMOS. Volvemos a nuestros pueblos; retomamos el trabajo de cada día. En nuestras manos está depositada la responsabilidad de hacer de esta tierra una tierra de bendición y felicidad para todos, o convertirla en tierra estéril por los desencuentros entre hermanos y compatriotas.

En estos días hemos dado suficiente prueba de que somos capaces de sobreponernos a lo que nos separa, y buscar todo aquello que nos une; somos capaces de asumir juntos el dolor como compartir las alegrías.

HERMANOS, que esta segunda mitad del año que nos resta caminar, nos encuentre a todo el pueblo riojano más purificado por el dolor, más reconciliado por el abrazo de paz, más auténtico y servidor, más esperanzado por hacer de nuestra Rioja una gran familia de hermanos y amigos, más vigilante para que nunca más la calumnia y la injuria manchen esta tierra bendecida por Dios, más comprometido para que los problemas que vivimos encuentren solución adecuada.

HERMANOS, nos despedimos. Esta Iglesia servidora y madre seguirá acompañando a su pueblo, entregándole lo que Dios nos ha confiado para que le entreguemos: la Palabra de Vida que es el Evangelio, la Vida de Dios en cada Sacramento que celebremos, y el Pan de los Fuertes en cada Mesa Eucarística que es el mismo Cristo. Seguiremos acompañando a nuestro pueblo, reconciliando sacramentalmente cuando fuere necesario, llamando continuamente a la verdadera fraternidad, llamando a construir la verdadera paz, prestando su voz de Madre a los hijos que no la pueden tener compartiendo las alegrías y los sufrimientos de su pueblo, sintiéndose débiles con los débiles y fuerte con los fuertes, sabiéndose pecadora en sus miembros y santa en su origen, iluminando con la luz de Cristo, fortaleciendo con la Gracia de Cristo, presidiendo la comunidad del Pueblo de Dios con la autoridad y la misión confiada por Cristo.

AMIGOS… EN EL NOMBRE DE CRISTO, RETOMEMOS LA MARCHA.