Fiesta de Reyes

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Celebramos la fiesta de los Reyes Magos -llamada también fiesta de la Epifanía-. La fiesta de la Epifanía es la fiesta de la “revelación”; de la “manifestación”. Seguimos viviendo la Navidad: Dios que se hace hombre y nace como todo hombre eligiendo para nacer un Pesebre. Seguimos viviendo el “Encuentro Riojano” del “31” de diciembre. El Cristo Niño vestido de Alcalde. Vivimos hoy, junto con la alegría y la “sorpresa” para los niños del “regalo de los Reyes”. La Manifestación o la Epifanía de Jesús que se manifiesta a tres Reyes o Personajes importantes del Oriente que llegan hasta donde está Jesús con María y San José, guiados por una Estrella y que vienen a presentar sus dones o regalos -oro-incienso y mirra-; y adorar al recién nacido, el Salvador del mundo, Jesucristo.

Todo el universo es una Epifanía de Dios; por eso canta el salmista (Sal. 8): “¡Oh, Señor, nuestro Dios, qué glorioso es tu nombre por toda la tierra… tu gloria por encima de los cielos es cantada por los labios de los niños… al ver tus cielos, obra de tus manos, la luna y las estrellas que fijaste… quién es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que de él cuides?”
Por eso, también, es epifanía o manifestación de Dios todo cuanto existe, nunca tanto como hoy día, gracias al progreso de la ciencia y de la técnica, el universo manifiesta al hombre la grandeza y la hermosura de Dios. Dios, Padre y Señor del Universo, se manifiesta en cada atardecer y en cada amanecer; se manifiesta en la hermosura de la creación que contemplamos cada día; se manifiesta en la relación entre el hijo y la madre; en el encuentro personal con un amigo; en el descubrimiento de los secretos que encierra el universo; en cada descubrimiento para hacer más felices a los hombres; cada vez que dominamos la naturaleza para que sirva al hombre; en cada gesto de fraternidad que hacemos los hombres; en cada día cuando, por el trabajo, traemos el pan a la mesa; se manifiesta Dios cuando alguien nos infunde nueva confianza y esperanza; se manifiesta Dios en todo esfuerzo humano para hacer de la creación y de todas las cosas creadas un lugar de encuentro de paz y de felicidad; son epifanías de Dios, las pruebas, los sacrificios y las esperanzas de un pueblo para lograr ser libre y vivir fraternalmente.

Es Epifanía o Manifestación de Dios, Cristo que nos revela la Vida de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es Epifanía Cristo, envuelto en pañales y recostados en un pesebre; cuando se muestra a los Reyes Mayos; cuando multiplica los panes; cuando resucita al hijo de la viuda y a Lázaro; cuando habla con la Samaritana y calma la tempestad del mar; cuando entrega a los hombres las bienaventuranzas; cuando se retira al desierto para pasar cuarenta días en oración y cuando convierte el gua en vino en las bodas de Caná; cuando cura al paralítico y lee el pasaje de Isaías en la sinagoga de Nazaret; cuando dice que el Reino de Dios es de los limpios de corazón y nos entrega las parábolas del Evangelio; cuando elige a los doce apóstoles y se reúne con ellos en la última Cena; cuando nos deja la Eucaristía y sube el camino del calvario hasta morir en la Cruz; cuando el cielo se oscurece y se abren los sepulcros y resucita al tercer día; cuando camina con los discípulos de Emaús y cuando entrega el poder de perdonar los pecados; cuando sube a los cielos y envía al Espíritu Santo; cuando en Pentecostés el Espíritu Santo transforma a esa pequeña comunidad en hombres nuevos y comienza la Iglesia peregrina a crecer.

Cristo, Epifanía de Dios Padre, es el Gran Don y el ofrecimiento a nosotros, hombres de nuestro tiempo; a cada uno de nosotros, a cada familia, a cada organización política, a gobernantes, a obreros, a empresarios, a ministros, a las Fuerzas Armadas, a los sindicatos, a la cultura, a las comunidades cristianas, a cada ciudad, a cada pueblo.
La Epifanía, que es la Navidad que empieza a manifestarse a los hombres de todos los tiempos y lugares, es una fiesta Profunda: Dios con nosotros y entre nosotros; a través de cada hombre, de lo pequeño, de lo que no tiene importancia para el mundo; de esa primera Epifanía de Dios en esta fiesta de los Reyes Magos, Dios-hombre tiene un hombre y se llama: Jesús; Dios tiene Madre y se llama: María, Dios tiene hermanos y se llaman: Nosotros -desde Aquella primera Navidad y epifanía de los Reyes, Dios tiene preferencia y se llaman: los enfermos, los niños, los ciegos, los cojos, los pobres, los peregrinos, los hambrientos; los agobiados, los encarcelados, los tristes.

Epifanía es, también, una fiesta que nos interpela; Dios que se acerca al hombre (a cada uno de nosotros) que se ocupa del hombre, que espera del hombre.
Epifanía de Dios es lo que hemos acabado de vivir en las fiestas de San Nicolás, viviendo el Encuentro del “31”. Es una Epifanía Riojana con todo lo que somos y tenemos como pueblo. Esta Epifanía riojana que se manifiesta en cada rezo, canto, acto de fe cristiana, encuentro fraternal; en cada abrazo de paz; en cada rostro de promesante o peregrino; es epifanía el canto del Tinkunaco con todo lo que tiene de vida de pueblo que busca su plenitud y que se expresa en la caja del Inca. Es Epifanía de Dios, el Niño Dios vestido de Alcalde, y que nos da la certeza que Cristo ya a puesto su casa entre las nuestras.

Ha sido epifanía de Dios cada encuentro sacramental en la Penitencia y en cada Comunión. Es Epifanía Riojana cuando hemos sentido la necesidad de construir la paz que Cristo nos trajo. Por eso: La Epifanía es tarea, de todos y para todos:
En lugar del odio poniendo el perdón.
En lugar del resentimiento, poniendo la reconciliación.
En lugar de un insulto poniendo un abrazo.
En lugar del egoísmo poniendo la generosidad.
En lugar de un despido poniendo trabajo.
En lugar de la infidelidad poniendo fidelidad.
En lugar de falsos ídolos poniendo a Dios.
En lugar de la calumnia poniendo la verdad.
En lugar de la indiferencia poniendo la amistad.
En lugar de la desconfianza poniendo la confianza.
En lugar de la rutina poniendo la creatividad.

Para ayudarnos a vivir esta Epifanía de Dios, en este Año Santo, que de manera especial Dios se manifiesta entre nosotros en este tiempo de “gracia y bendición”. Todo lo que nos ayude a vivir la reconciliación con Dios y entre nosotros, nos ayudará también a construir esa Rioja que todos soñamos: En este sentido quiero comunicarles algo muy concreto acerca de la “INDULGENCIA PLENARIA” del Año Santo, y que ciertamente es una manifestación más de Dios Misericordioso, a través del ministerio sacramental de la Iglesia.

El Santo Padre, como Vicario de Cristo, la concede para confirmar el espíritu de RECONCILIACIÓN y RENOVACIÓN INTERIOR, que es el Objetivo de este Año Santo. La Significación más expresiva es la Peregrinación. Como signo de acogida y confirmación de estas manifestaciones de conversión interior y de compromiso de perseverar en la caridad, el Papa concede el DON DE LA INDULGENCIA PLENARIA.
La Indulgencia plenaria no tiene un efecto mágico; supone una verdadera conversión personal y comunitaria, caracterizada por la Caridad-Amor y la reconciliación con Dios y con los hermanos. No basta el cumplimiento meramente externo para poder ganar esta Indulgencia sino que es necesario la RENOVACIÓN ESPIRITUAL INTERIOR- lo repito: CONVERSION-CAMBIO DE VIDA. La Conversión se da por la Fe y por la Penitencia. Externamente y como signo eficaz se da por el Sacramento de la Penitencia o Confesión. Después de la conversión puede quedar aún la “imperfección del amor”. La Gracia no elimina del todo el “afecto al pecado”. Se necesita el proceso de la santificación o penitencia. También queda como consecuencia del pecado lo que se llama la “pena temporal”.
Pero por la llamada “comunión de los santos” somos solidarios de los méritos de los otros miembros del Cuerpo Vivo que es la Iglesia, en virtud de los méritos de Cristo. La Iglesia, por el poder sacramental recibido de Cristo no sólo aplica los méritos de la Redención de Cristo a través de los sacramentos – Penitencia Sacramental- para perdonar los pecados, sino que aplica, por el mismo poder recibido, la remisión de la pena, mediante la Indulgencia.

Por tanto: la INDULGENCIA PLENARIA es un indulto de toda la pena temporal contraída por los pecados. La Indulgencia no asegura la salvación sino que es SIGNO y ANUNCIO DE LA SALVACIÓN OPERADA POR CRISTO a través del ministerio de la Iglesia, en los que se “convierten y hacen penitencia”. Por eso, no nos negamos a conceder el perdón sacramental, pero es deber de conciencia requerir, antes de administrar el sacramento o levantar cualquier “censura”, los elementos fundamentales de conversión en el penitente para que se pueda absolver del pecado o remover una censura para que la Gracia de Cristo se dé a través del sacramento. El Santo Padre CONCEDIÓ INDULGENCIA PLENARIA a los fieles de la iglesias LOCALES o DIOCESANAS con las siguientes condiciones:

LUGARES PARA LUCRAR LA INDULGENCIA PLENARIA
1. INDULGENCIA PLENARIA en los días señalados por las Conferencias Episcopales, con tal que acudan en piadosa peregrinación a la Catedral, o a otros lugares señalados por el Obispo, en los que se tenga una solemne celebración comunitaria.
2. INDULGENCIA PLENARIA cuando formando grupo (de familias, de alumnos o escuelas, de personas dedicadas a los mismos oficios o funciones, o miembros de pías asociaciones visiten la Catedral u otros lugares sagrados o designados por el Obispo y permanezcan allí un cierto tiempo meditando y concluyendo con el rezo o el canto del Padre nuestro y del Credo y con la Invocación a la Santísima Virgen María.
3. INDULGENCIA PLENARIA cuando, impedidos por enfermedad u otra causa grave, se unan espiritualmente a una piadosa peregrinación, ofreciendo sus acciones y dolores a Dios.
La Catedral-Santuario de San Nicolás para toda la diócesis y para las comunidades parroquiales de la ciudad de La Rioja. Las Sedes Parroquiales de todas las Parroquias del Interior de la diócesis durante todo el Año Santo. Las Capillas o Sedes habilitadas para celebrar los Divinos Oficios durante las Novenas Patronales.
Las fechas establecidas por el Episcopado Argentino y que en virtud de las facultades recibidas, cada Obispo las promulga en su Diócesis. Concedo INDULGENCIA PLENARIA en este AÑO SANTO en la diócesis de La Rioja en estas fechas:
1. Epifanía.
2. Todo el tiempo de Cuaresma.
3. Jueves, viernes y sábado santos.
4. Domingo de Pascua y su octava.
5. Día de Pentecostés.
6. Las Fiestas dedicadas al Señor.
7. Las Fiestas dedicadas a la Santísima Virgen.
8. Todos los domingos del Año.

9. La conmemoración de los Fieles Difuntos.
10. Las Fiestas Patronales.
11. Final de Ejercicios Espirituales por lo menos de 3 días.
12. Misiones populares o tandas de predicaciones continuadas (Novenas Patronales).
13. Día de San Pedro y San Pablo.
14. Congreso Eucarístico Nacional de Salta.
15. Visitas Pastorales o celebraciones especiales presididas por el Obispo o su Delegado.
Los lugares que se fijan en la diócesis son los que están arriba señalados.