Amigos y Hermanos:
Estamos celebrando el Domingo de Ramos. Entramos a la Semana Santa. El tiempo de cuaresma llega a su término. Este tiempo especial de gracia del Señor, nos fue dado para que se fuera haciendo cada vez más realidad, aquello del comienzo: “conviértete y cree en el Evangelio”.
Cristo ha sido el que nos ha venido guiando en nuestro camino de conversión. Hoy, nuestra meditación se centra en su entrada a la ciudad de Jerusalén. Entra triunfante. Los niños, el pueblo, lo reciben con aclamaciones y con júbilo. ¡Bendito el que viene y nos trae la misericordia de Dios! Más tarde, dentro de pocos días, gritarán, instigados por los dirigentes de la ciudad: “¡Crucifícale!”. Entra a la Ciudad Santa como el Mesías y el Redentor de los hombres. La oración de la liturgia nos hace pedir: “Dios Todopoderoso, concédenos que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio y que un día participemos en su resurrección gloriosa”.
Vivir profundamente la Semana Santa, supone: una ACTITUD INTERIOR. Serenar nuestro espíritu y nuestro corazón para darle acogida a Cristo que nos hablará de diversas maneras. Nos hablará especialmente desde: LA CRUZ, LA RESURRECCIÓN, LA EUCARISTÍA. Dejemos que el Jueves Santo nos hable todo lo que nos tiene que decir, dejemos que la Cruz del Viernes Santo nos diga todo su mensaje. Pongámonos junto a ella y escuchemos qué nos dice a la vida de cada uno de nosotros y a todos como pueblo, dejemos que la Vigilia Pascual en la noche del Sábado Santo nos hable de la VIDA; del valor de la vida; el sentido de la vida; qué quiere decir ser cristiano. Si nos dejamos guiar por Cristo con la actitud de discípulo, sentiremos la presencia viva de CRISTO RESUCITA- DO que ilumina toda nuestra vida. Habrá en nosotros una alegría contagiante. Habrá paz profunda, inquebrantable; habrá una esperanza firmísima e inconmovible. Porque Cristo resucitó, sentiremos que algo tiene que cambiar en nuestra vida. No puede ser que nosotros celebremos otra Pascua de Jesús y sigamos rodando en la tristeza, en la inseguridad y en la desesperanza. Dijo alguien: “hoy día los hombres no se convierten a la esperanza si nosotros los cristianos no nos convertimos y asumimos los sufrimientos de los hombres.”
Supone, también: una participación activa y fructuosa en la liturgia de estos días de Semana Santa. Son muy ricas en su contenido, en los signos y símbolos y en los gestos. El miércoles a las nueve de la noche, consagraremos los Óleos para toda la diócesis. El Óleo de los que se bautizarán; el Óleo para los enfermos y el Crisma. Los Curas párrocos lo llevarán a cada comunidad. El Jueves Santo nos encontraremos junto a la mesa del altar para vivir la Eucaristía, el Sacerdocio y la Caridad: es decir: comprendiendo que es el Amor de Dios a los hombres comprenderemos que es un Jueves Santo.
El Viernes Santo ese AMOR de CRISTO a los hombres lo viviremos y lo palparemos, cuando de rodillas junto a la Cruz lo digamos: Te adoramos, Cristo, que por la Santa Cruz redimiste al mundo. El Sábado Santo encontraremos en la Luz y en el Fuego el símbolo de la resurrección y de la Vida. Cristo es la Luz y la Vida. De allí brotará la fuente bautismal, la mesa de la eucaristía, los sacramentos y la comunidad de los hombres nuevos que debemos ser nosotros.
¿No les parece que hoy necesitamos ser cristianos verdaderamente nuevos?
¿Cristianos que formen una comunidad de fe comprometida? ¿Cristianos que irradien una esperanza creadora? ¿Cristianos que comuniquen a los hombres el don de una comunidad que ama?
Quisiera dejarles en este domingo de Ramos algunas orientaciones concretas que les pueda ayudar a vivir mejor esta Semana Santa.
- Donde tienen la presencia de algún sacerdote, procuren participar religiosamente de todas las celebraciones de Semana Santa.
- Donde no los hay, reúnanse en la Capilla del pueblo y hagan alguna celebración ustedes, leyendo el Santo Evangelio y orando en común.
- Los que puedan, participen de la Consagración de los Oleos.
- Traten de hacer el Viernes Santo el Vía Crucis.
- Los que vayan al “SEÑOR DE LA PEÑA”: procuren seguir las celebraciones que se hagan allí; no permitan que nadie rompa el clima de oración y recogimiento; procuren sentir en ese lugar donde indudablemente habla Dios al corazón de los presentes, la necesidad de una verdadera reconciliación.
- Hagan en familia alguna oración en común: recen cada noche el padrenuestro y si tienen la Biblia, lean algún pasaje del Nuevo Testamento, algunos salmos o algunos otros pasajes que les ayude a vivir en familia la Semana Santa. Pienso en ustedes, los del campo, que están solos; les ayudará la radio a seguir las celebraciones, especialmente el Viernes Reúnanse en familia.
- Procuremos todos, que en este Año Santo Universal, sea una Semana Santa que marque a nuestra comunidad diocesana con la necesidad de “renovar- nos” y de “reconciliarnos”.
Vivamos toda la Semana Santa, no al margen de nuestra realidad riojana o argentina, sino reflexionándola desde Cristo que nos habla como argentinos.
La sangre que a diario se derrama en nuestra Patria; los sufrimientos que a diario suben al cielo desde muchos hermanos nuestros como clamor, y como esperanza y como desesperación; la insensibilidad, también, de hermanos nuestros argentinos, que medran con esta sangre y con este dolor; la búsqueda afanosa de mayor justicia y de paz; etc.; todo ello nos obliga a que como hombres que, por la gracia de Dios, creemos en cristo y en la fuerza de su Muerte y Resurrección, iluminemos esta realidad y saquemos sus consecuencias.