Documento Conclusivo de las Escuchas del Camino Sinodal

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CONCLUSIONES DEL CAMINO SINODAL – Etapa Escuchas

Nota aclaratoria: El proceso sinodal de escucha se inició promediando el mes de noviembre del año 2021, y luego de sucesivas etapas se trabajó sobre los datos  aportados por las parroquias, movimientos y distintas áreas de pastoral en un Encuentro a nivel diocesano realizado el 23 de abril de 2022. Posteriormente,  un equipo de redacción compuesto por nueve personas realizó la síntesis que a continuación se ofrece.

  • Ante la pregunta ¿Cómo se realiza hoy el ‘caminar juntos’ en la Iglesia que peregrina en La Rioja para anunciar el Evangelio? Se pudo constatar las siguientes respuestas que fueron organizadas en luces y sombras.

 

LUCES EN NUESTRA IGLESIA RIOJANA

En el caminar de nuestra Iglesia de La Rioja, nos encontramos con diferentes realidades que son luces (lo edificante y positivo, sus fortalezas) en el pueblo de Dios.

Iglesia con una raíz ancestral de vivencia de la fe, manifestada en la piedad popular cuyo  exponente central es el Tinkunaco (Encuentro): celebración que convoca a una multitud de peregrinos, al clero y autoridades quienes se unen en un prolongado y multitudinario abrazo de paz, ante las imágenes del Niño Jesús Alcalde, San Nicolás de Bari y San Francisco Solano. La piedad popular se expresa en distintas celebraciones en honor a los santos patronos (San Nicolás, San Antonio, Santo Domingo,  Santa Rita, etc.) y a la Bienaventurada Virgen María en sus distintas advocaciones (Virgen India,  Virgen de Polco, Virgen de Copacabana, Virgen de Andacollo, Virgen del Rosario, entre otras). Tanto en la ciudad como en las zonas rurales  las fiestas patronales, triduos, peregrinaciones y novenario de difuntos ponen de relieve  la verdadera identidad cultural y religiosa del pueblo riojano.

Iglesia familia, que testimonia la acogida, apertura y  cercanía a la vida especialmente la más vulnerable, acompañando a los más débiles, pobres y sufrientes con actitudes de solidaridad y caridad creativas. En este punto se destaca el rol de la mujer, al abrazar, contener y suavizar dolores.

Iglesia en su proceso evangelizador, se expresa en la catequesis que acompaña los distintos momentos de la vida de nuestro pueblo, especialmente con la  preparación para recibir  los Sacramentos, destacándose la misma,  en  los sacramentos de iniciación cristiana. La celebración del Bautismo y la primera Comunión  tiene una especial  connotación   en las familias más sencillas,  como un acontecimiento que marca la vida de los más pequeños,  de igual manera,  la Confirmación en los jóvenes.  La participación misma de los sacramentos como  el   de la reconciliación y la Eucaristía,  es un modo concreto de crecer en la fe.

Es una Iglesia que propicia  espacios de encuentro donde se descubren nuevos carismas, dones y ministerios, que contribuyen al fortalecimiento de la fe en familia dando lugar a pequeñas comunidades,  que expresan una verdadera Iglesia servidora de la fe y de la vida. El camino evangelizador también  se ve enriquecido por las diversas propuestas de retiros, grupos de oración y espacios de adoración eucarística, que ayudan al encuentro con Dios.

Iglesia en salida con una actitud misionera que nos identifica, permite llegar a las periferias existenciales y geográficas de toda la Diócesis con la Buena Noticia del Resucitado,  que alienta la vida y cultiva la solidaridad con gestos y actitudes concretas, con una caridad creativa multiplicada en  obras solidarias.

Iglesia de puertas abiertas que busca construir el Reino y el bien común, procura desarrollar un trabajo en redes con grupos e instituciones de la sociedad civil y del Estado. Trata de iluminar situaciones muchas veces conflictivas e injustas ofreciendo su acompañamiento cercano, para buscar entre todos las mejores soluciones a las crisis sociales que afectan de diversos modos la vida del pueblo.

Iglesia comprometida con las distintas realidades, se valora de manera especial la animación y el compromiso de laicos, presbíteros, religiosos, y religiosas que, junto al Obispo, asumen con apertura la realidad que se presenta en nuestras comunidades.   Buscando en la Palabra de Dios y el Magisterio de la Iglesia una comprometida formación humana y espiritual,  para así  responder a  necesidades cotidianas de nuestro pueblo. La presencia de la vida consagrada con sus carismas propios y la cercanía a las familias,  ayuda y anima el crecimiento en la fe y el compromiso.

Iglesia martirial,  contamos en nuestro caminar diocesano, para abordar este tiempo como  “Iglesia del tercer milenio”, con el testimonio de nuestros beatos mártires: Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville y Wenceslao Pedernera. Ellos, con su mística y espiritualidad, animan nuestro compromiso cristiano y nos acompañan en el proceso de una conversión pastoral permanente. Asimismo, nos iluminan en la renovación de las estructuras de la Iglesia  para que sea  más misionera, cercana y abierta, en constante actitud de salida teniendo siempre a Jesús, Señor de la historia, vivo y presente en nuestra tarea evangelizadora, especialmente junto a los más pobres.

 

SOMBRAS EN NUESTRA IGLESIA RIOJANA

Luego de la escucha realizada en Iglesia riojana se reconocen las siguientes sombras (dificultades, lo negativo, debilidades) en su caminar:

Falta de diálogo sincero. No hay suficiente actitud de escucha atenta,   se descubre un diálogo ficticio, sólo de apariencia, sin una clara búsqueda de la verdad. Algunas veces, quienes se encargan de animar el diálogo (sacerdotes, religiosos y laicos) no dan suficiente participación, causando una mirada parcializada donde  pesan mucho los prejuicios y las ideologías.

Se notan actitudes de clericalismo manifestado en las siguientes maneras: en el ejercicio del ministerio sacerdotal cuando se asumen modos de autoritarismo y, en ocasiones, con formas de maltrato a algunos miembros de las comunidad; en la centralización de la administración de recursos económicos solo en el sacerdote, cayendo en una limitada  transparencia; también se notan deficiencias en la administración del sacramento de la  reconciliación y, a veces, los sacerdotes no se disponen a brindar el tiempo necesario que este sacramento requiere.

Falta de claridad en la organización pastoral a nivel diocesano. Esto conlleva a distintas consecuencias: como la falta de regulación de los estipendios de los sacramentos y falta de claridad en los requisitos para la celebración de los mismos. Si bien el Obispo procura orientar la actividad pastoral a través de diversas líneas pastorales (discernidas comunitariamente), estas no se ven concretizadas en la vida pastoral de las parroquias. Habiendo distintas opiniones sobre las mismas circunstancias se cae en una casuística que genera confusión en los fieles.

Una Iglesia cerrada, sin apertura. Se percibe cierta rigidez en diversas estructuras pastorales lo que impide una mayor participación. En algunos agentes de pastoral se da una centralización  de roles y  a esto se añade  falta de comunicación interpersonal y entre áreas pastorales;  en ciertos grupos, se nota un sectarismo o pertenencia elitista.

Falta de conformación del Consejo Pastoral Parroquial y Consejo de Asuntos Económicos en algunas comunidades, o bien al no haberse implementado correctamente, estos no cumplen el rol para el que fueron constituidos. Se lo podría tomar también como una expresión de clericalismo.

Escasa formación de los laicos. Hay pocas propuestas de espacios diocesanos y parroquiales de formación que ayuden a los laicos a vivir su compromiso cristiano en la vida social.  La falta de formación no es sólo doctrinal, también muchos fieles no tienen conciencia de la necesidad de contribuir al sostenimiento material de la Iglesia.

Catequesis deficiente. No se propicia suficiente acompañamiento a  los catequistas como así tampoco una sólida formación integral. Esto se expresa en una precaria y poco clara organización catequética diocesana.

Indiferencia y falta de compromiso con problemáticas sociales. Muchos laicos asisten a misa y a fiestas patronales, pero en su vida concreta no se ven reflejados los valores del Evangelio. Si bien las familias promueven la celebración de los sacramentos de iniciación cristiana (bautismo, comunión y confirmación) se percibe que en muchos casos estos son sólo eventos sociales, ya que no hay perseverancia de los niños ni los jóvenes en las comunidades.

Esta indiferencia sea hace palpable en la falta de preocupación y de compromiso por el cuidado del medio ambiente, en un espacio geográfico con crecientes niveles de contaminación por la acumulación de residuos, y el deterioro de los recursos naturales. Las pocas iniciativas al respecto, carecen del sostén y acompañamiento de los miembros de la Iglesia.

Marcada ausencia de adolescentes y jóvenes. Se ven pocos grupos juveniles y pocas iniciativas creativas para acompañarlos teniendo en cuenta los nuevos desafíos. En general no se logra mostrarles un camino a los jóvenes, ni propiciar espacios de contención y acompañamiento.

Debilidades en la Liturgia. Se presentan  celebraciones con poca concurrencia de fieles, las homilías muchas veces carecen de contenido bíblico-espiritual, centrándose  sólo en aspectos de la vida social,  a veces con connotaciones políticas partidarias que confunden. Se constata en ocasiones una falta de preparación de la homilía dominical en los sacerdotes, como también falta de animadores de los diferentes ministerios litúrgicos: lectores, guías, música y canto, etc. Falta creatividad en el uso de recursos adecuados para las diferentes celebraciones.

Faltan vocaciones sacerdotales y a la vida consagrada. Se siente la ausencia de congregaciones (Orden mercedaria, Orden de predicadores, Orden Hospitalaria  San Juan de Dios, Hermanas del Divino Maestro))  que dejaron la Diócesis luego de muchos años de servicio. También se nota la disminución de parejas que acceden al sacramento del matrimonio.

 

  • Ante la pregunta ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en La Rioja como Iglesia sinodal? Las respuestas recogidas fueron organizadas en modo de propuestas que expresan lo que percibimos y  que el Espíritu Santo nos pide sostener y fortalecer, renovar y cambiar.

 

PROPUESTAS PARA NUESTRA IGLESIA RIOJANA

A modo de introducción se expresa que somos una Iglesia llamada desde sus orígenes a trabajar por la justicia y la paz,  anhelo que resume el acontecimiento vivido el Jueves Santo de 1593 cuando dos pueblos enemistados –aborígenes y españoles-  por intercesión de San Francisco Solano celebraron un encuentro luego de mirar a Jesús, príncipe de la paz. Este acontecimiento animó la marcha del pueblo riojano durante más de 400 años y  lo sembrado desde los orígenes llegó a la entrega máxima en el  martirio  de los beatos Enrique Angelelli, Carlos de Dios Murias, Gabriel Longueville, y Wenceslao Pedernera, quienes entregaron sus vidas mientras trabajaban por la justicia y la paz que vienen del Evangelio. Ese testimonio es el que nos impulsa a seguir siendo una iglesia verdaderamente comprometida con la extensión del Reino de Dios  poniendo su atención en los predilectos de  Jesús: los pobres, débiles y sufrientes.

Como propuestas se expresa,  que seamos  una Iglesia:

Que camine junto al  pueblo de Dios con creatividad y audacia, disponiendo siempre “un oído en el pueblo y otro en el Evangelio”, como proponía el beato Angelelli,  para poder responder a las problemáticas actuales. Una Iglesia que hable el mismo idioma de su pueblo, que defienda a los más débiles y sea una voz profética en la sociedad.

Que valore la religiosidad popular y su riqueza inagotable, que es  una forma clara y concreta de llegar a un Dios que se deja encontrar siempre con quien lo busca sin importar los caminos que haya transitado, brindándole la paz y la seguridad de saberse bajo su cuidado.

Que haga de la sinodalidad un instrumento que contribuya a la evangelización, de modo coherente, fraterno y tolerante imitando a Jesús, siendo fiel a su Palabra y  reflejo de un Dios Padre, bueno y misericordioso.   Donde la comunidad, la capilla, la parroquia, el decanato, el Consejo Pastoral, sean lugares dispuestos a la escucha y la participación de todo el pueblo de Dios, con un  diálogo abierto, sincero y amable, para que las decisiones sean discernidas y respondan a las inquietudes de todos.

Abierta, cercana y comprometida con la vida de todos y cada uno de los que forman parte de las comunidades y  guiada por el Espíritu Santo, sea capaz de discernir correctamente para acompañar, corregir y promover el crecimiento de sus hijos. Espacio donde se  alienta la participación  de cada uno desde su rol y función con espíritu de servicio;  de puertas abiertas, que acoge a todos e invita a pasar y a vivir en comunión.

Abierta para involucrarse con la realidad social, promoviendo la sana convivencia, coherente en su prédica, alejada de intereses sectoriales, comprometida con la verdad. Que salga decididamente a las periferias y haga visible la misericordia de un Dios cercano, amigo y comprensible,  comprometiéndose con los más pequeños, siendo voz de los que no tienen voz, para hacer presente el amor y la liberación que propone el Evangelio.

Ecuménica en su acción, inclusiva en su práctica, actualizada en su mensaje, profética en su esencia y solidaria en el amor. Una Iglesia de respeto,  de escucha, y portadora del valor para defender la verdad ante los errores ideológicos de este tiempo.

Espacio de oración y escucha de la Palabra de Dios, donde se promueva retiros, ejercicios espirituales, lectura orante de la Palabra y jornadas de espiritualidad destinadas a diferentes edades y estados de vida;   para agentes de pastoral y  con especial atención hacia  personas alejadas, en los centros urbanos y en las zonas rurales.

Acogedora de los jóvenes,  como  un espacio y  punto de encuentro para ellos y, entre ellos y los adultos.  Una Iglesia  que esté preparada para recibirlos como vienen, en cualquier situación que se encuentren, para acompañarlos en sus realidades y también en sus errores; que los ayude en el desarrollo y en la concreción de una vida plena.   La edad y la inexperiencia no deben ser impedimento para formar las diversas áreas pastorales; que   sean escuchados y tenidos en cuenta al momento de diagramar, construir y decidir  la vida de las comunidades siendo protagonistas y partícipes de nuevas propuestas.

Hospital de campaña, no tan solo en el socorro, sino en la promoción y en la denuncia, que cobije y asuma a los que quedan varados en la orilla del camino, que baje de la cruz a tantos crucificados por causa de las adicciones  y por otros vicios. Con sabiduría  para curar las heridas de tantos,  con fidelidad  a Dios y humildad  para asumir sus propios errores y pedir perdón.

Que asuma el compromiso con los pobres y marginados,  en la búsqueda constante  de su desarrollo y la promoción integral; que no se canse de bregar por ellos y de enseñar el camino de la distribución y la igualdad. Con un trabajo sostenido para que se haga realidad el destino universal de los bienes creados,  para que estén al alcance de todos y beneficien a todos.

Que cuide y defienda la vida en todas sus etapas, desde la concepción hasta la muerte natural, comprometiéndose con su realización plena, para que se desarrollen con la alegría, la paz, y la seguridad que Dios quiere para sus hijos. Con valor para defender con palabras y hechos  el valor inestimable de la vida,   con acciones concretas que contengan y animen a la mujer en riesgo de abortar,  considerando toda su realidad existencial.

Iglesia fraterna, donde la fraternidad que propone el Evangelio sea práctica constante y visible entre todos los que prestan servicio en la Iglesia, como espacio de perdón,  escucha atenta, diálogo, discernimiento, de búsqueda de los acuerdos básicos, siguiendo los pasos del buen Pastor.   Con  apertura de corazón para aceptar la diversidad de carismas y dones que Dios concede a sus hijos, y que los mismos se integren y vivan en la unidad del Espíritu Santo.

Que no pierda su centralidad en Cristo, que abrace al prójimo,  se haga visible en la cercanía con el hermano, y menos clerical,  permitiendo a todos poner al servicio de Dios sus talentos y dones recibidos, en la construcción del Reino.

Que los Movimientos, las Áreas Pastorales y los grupos de oración o servicio,  que se forman impulsados por el Espíritu sea una forma real de llegar a todos. Donde   las Comunidades Eclesiales de Base, sean alentadas, impulsadas y promocionadas como una forma de vivir en la Iglesia, para que todos podamos crecer en la fe.

Transparente para administrar los bienes económicos, propiciando la formación de consejos económicos con participación de laicos idóneos en el tema.

Que cuida a sus miembros, especialmente a sus sacerdotes, consagrados y consagradas, laicos comprometidos, para que todos sientan su cercanía, fortaleza y guía en sus acciones. Se ocupe de la formación permanente de todos los estados de vida y abierta a discernir y recibir nuevos carismas.

Que promueva un laicado corresponsable de la misión evangelizadora que, desde la espiritualidad y formación se anime a hacer presente la Iglesia en el ámbito del trabajo, del barrio, del club, de la política, de los medios de comunicación, etc., o en el lugar donde se desarrolle su vida cotidiana.

Que valore y respete a la mujer, siendo  el paradigma de su presencia y ministerio,  su ser discípula-  misionera.  Una Iglesia que permita vernos como hermanos y hermanas, a la par, con la misma dignidad, aportando los dones y talentos de cada uno valorando todas las propuestas.

Que promueva todas las vocaciones y estados de vida: laical, vida consagrada y ministerios, y  genere variadas propuestas de acompañamiento a adolescentes y jóvenes que están abiertos al discernimiento del sentido de sus vidas.

Comprometida con la realidad en todas sus dimensiones, una Iglesia que tenga una mirada sobre  los factores de la crisis mundial. Que asuma con sentido cristiano todo lo que reclama la promoción integral de las personas Desde el discernimiento a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia de los modelos de desarrollo, producción y consumo vigentes.

Una Iglesia con una “sincera y dolorosa preocupación por lo que está ocurriendo en nuestro planeta” (Laudato Sí), que asuma como desafío urgente proteger nuestra casa común, colaborando desde la práctica en el desarrollo de la conciencia ambiental y el compromiso de cada integrante. A la vez, que acompañe y ofrezca solidez a las propuestas para un desarrollo sostenible e integral, con un trabajo en red con organismos públicos e iniciativas focalizadas.  Que promueva el cuidado del medio ambiente, teniendo en cuenta la relación que hay entre la naturaleza y la sociedad que la habita.

 Valiente para asumir los cambios de los tiempos actuales considerando su magnitud y complejidad donde  no es posible encontrar una respuesta específica e independiente para cada problema,  sino buscando un abordaje interdisciplinar de los mismos.  La búsqueda de soluciones integrales deben tener en  cuenta las interacciones de los sistemas naturales entre sí,  con los sistemas sociales. No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental, como nos dice el papa Francisco en Laudato Si.

 Abierta a la misión más allá de las fronteras de la Diócesis,  con actitud de escucha  al llamado de Dios de  ir a otros lugares,  a llevar la fuerza de la Palabra y  compartir la riqueza de nuestra religiosidad.