Cuando murió Angelelli

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Silvia Somaré (ecj)

 

Enrique Angelelli fue un sacerdote argentino nacido en Córdoba en 1923 de donde fue ordenado obispo auxiliar en 1960. En 1968 llegó a La Rioja, lugar del que fue pastor hasta su muerte ocurrida en 1976. Su lema episcopal fue Justicia y Paz y decía constantemente que había que pastorear con un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio.

Antes de ser religiosa, estudié economía y siempre fui entusiasta a la hora de participar tanto en el Centro de Estudiantes como en la Pastoral Universitaria.

Corría 1984 cuando me encontré, a 8 años de su muerte, con la persona doméstica de Angelelli. En una conferencia en mi Facultad un sacerdote, compañero de seminario, contó que este hombre siempre se preocupó por lo más herido de la sociedad, por la Justicia y por la Paz. Allí, también dijo, que su muerte había sido un asesinato porque su ser de pastor molestaba a los gobernantes de turno (y a varios más). Esa afirmación no fue nueva, era una nueva confirmación de una sospecha que siempre existió y que, ni los más creíbles documentales ni los más firmes discursos, pudieron borrar.

En 1988, a 12 de la desaparición del Pastor riojano, yo era una novicia que participaba en una conversación entre varias hermanas y un obispo de una importante diócesis de Argentina. Allí, no recuerdo porqué, dije “cuando mataron a Angelelli”, el obispo escuchó, carraspeó, me miró y dijo con voz firme “cuando murió Angelelli”. Una palabra de diferencia cambiaba la historia de Angelelli, de la Díócesis de La Rioja, del país, de la Iglesia argentina.

Durante muchos años, diversos mandatarios y mandados civiles y eclesiásticos, sostuvieron que Enrique Angelelli había tenido un accidente aún, cuando las pruebas, investigaciones y pueblo sencillo gritaban lo contrario: que habían simulado un accidente para matarlo.

Hoy públicamente y en todos los estamentos se puede decir con certeza cuando mataron a Angelelli. Y me da pena. Me da pena y un poco de miedo por tantas situaciones en que se mata y se dice que muere.

Me da pena que tanta gente argentina y especialmente de la Iglesia haya estado cegada, cómplice o no. Cegada para no complicarse, para obedecer, para contar una historia más linda, para no escuchar, por miedo…

Me da miedo porque hoy yo misma puedo estar diciendo, al hablar de diversas coyunturas, cuando murió, en lugar de decir cuando mataron.

Hay personas, como Angelelli, que cambiaron la historia. Y hay palabras que hacen cambiar las historias.

Estemos atentos para no ser injustos y mentirosos con las personas y con la historia. Una palabra hace diferencia.